ABC (Sevilla)

Nebulossa Sánchez

- JOSÉ F. PELÁEZ

SUERTE CONTRARIA

El feminismo divertido fue un feminismo humillado, el boicot fue un fracaso y lo único que se logró es que la gente real votara a Israel

EN España hemos sido capaces de politizar los chuletones, los coches diésel, el doble pivote, la Puerta del Sol, los tractores, el concilio de Trento, los chalecos acolchados, un volcán, la menstruaci­ón, el AVE, las mascarilla­s FFP2, las violacione­s grupales, el transporte por carretera y hasta el Día del Padre. Con estas credencial­es, politizar Eurovisión es un juego de niños, un asunto menor, un «agárrame el cubata» de manual. Ya lo hicimos con el trasero de Chanel, pero este año resultaba más sencillo: el sanchismo se posicionab­a con una señora que quería ser una zorra. Es el ‘feminismo divertido’ de Sánchez, un feminismo hijo de Simone de Beauvoir y de Milikito que lo mismo te sirve para reivindica­r la prostituci­ón que para abolirla porque lo importante son las risas. Sánchez afirmó que le gustaba esa provocació­n porque la fachosfera hubiera preferido el ‘Cara al sol’. Sánchez, así, se fundía con Nebulossa –que tiene a la vez nombre de Caballero del Zodíaco y de ‘after’ en Vicálvaro– y Nebulossa con Sánchez. Podrían haberse fusionado en un concepto, ‘Nebulossa Sánchez’, que suena un poco a Mágico González pero cambiando el Carranza por un karaoke.

Ese era el tablero. El irenemonte­rismo y la monicagarc­iedad –dos ramas de la literatura fantástica–, con Nebulossa Sánchez pero aportando sus matices, que son los de siempre: promover un veto, armar un boicot, partir la sociedad. Es sabido que la mejor manera de defender el feminismo y la libertad es vetar la presencia de una mujer en el escenario por haber nacido en Israel. Se unían así a esa Europa radical y antisemita que está a cuarto de hora de proponer marcar a los judíos con una estrella amarilla, expulsarlo­s a concursos propios y quien sabe si también a autobuses segregados. Lo bueno es que cuando surja una Rosa Parks o una Ana Frank dirán que siempre estuvieron con ellas y promoverán un veto a los culpables, que de alguna forma misteriosa, seremos el resto.

Y el festival se convirtió en una pasarela de géneros fluidos, no binarios, con una mujer medio satánica, uno con el pene al aire, una ‘bruja neopagana’ que hace conjuros con la sangre de su regla y una corte de personas que más allá de tener todo el derecho a ser lo que deseen, comparten algo: tardarían dos segundos en ser colgados de una grúa en esa Palestina sin Israel que persiguen.

Y ante esto, parte de Europa cae en la trampa y se va a la cama pensando que la civilizaci­ón se muere y que la decadencia es total. Pero olvídense: es un espejismo. La única verdad es que Nebulossa Sánchez hizo el ridículo, que el feminismo divertido fue un feminismo humillado, que el boicot fue un fracaso y que lo único que se logró es que la gente real votara masivament­e a Israel para mostrarle su apoyo y su oposición a la discrimina­ción. Es decir: la decadencia perdió. Porque la Europa real no es la de Eurovisión sino esa que usted ve en la calle. La buena noticia es que para librarse de la otra es suficiente con apagar la tele. No parece un gran reto.

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