El primer ‘president’ de la era moderna de ERC
Unacosa tiene asegurada Pere Aragonès, pase lo que pase hoy en las urnas. Si no es a partir de mañana, lo será en unos años, pero se convertirá en expresidente de la Generalitat de Cataluña. Y bien lo saben los que lo son que esta figura institucional no está mal recompensada. Nada mal además para alguien que nació en 1982. Si el que será ‘president’ en funciones, desde este lunes, no consigue armar una mayoría suficiente para seguir en el Palacio de la Generalitat no calentará el asiento en la cámara catalana del Parque de la Ciudadela. Así lo ha manifestado, haciendo hincapié en que un expresidente de la Generalitat de ERC no puede ser luego, sin más, un ‘simple’ senador. Va por Montilla.
En cualquier caso, Aragonès sí tendrá el honor de pasar a la historia como el primer líder de ERC de la época moderna, con el permiso de Oriol Junqueras, en hacerse con el Govern catalán. Menospreciado por los nacionalistas Josep Tarradellas (ERC), estos elogian solo a Francesc Macià y Lluís Companys, ambos de ERC, que fueron los presidentes de la Generalitat durante la Segunda República, sin contar a Joan Casanovas (seis días de diciembre de 1933) porque eso sería tanto casi como reconocer que Soraya Sáenz de Santamaría también lo fue tras el 155.
Así, Aragonès no tendrá, presumiblemente, otra oportunidad. O reedita o será un ex. Y si es lo primero está por ver si Junqueras se atreve y le dejan dar un paso al frente. Pero si los de la calle Calabria, donde está su cuartel general, pierden todos los liberados de la Generalitat, la transición no será pacífica. El partido está roto entre los que preferirían un pacto con el PSC, sin dejar de ser independentistas, y los que optarían por seguir colaborando con Junts, sin dejar de ser de izquierdas. Mala combinación.
Aragonès, que bien podría atribuirse la coautoría del «España nos roba» que tanto difundió en su juventud como líder de los cachorros de ERC, aprovechó la coyuntura del presidente de su partido (155, cárcel, inhabilitación) para optar a su meta política vital. Lo consiguió, pero encontró a unos desleales compañeros de viaje.
Las encuestas le dan como el perdedor de una carrera a tres. Pero no caerá solo. La valoración de su recuerdo político, si pierde, dependerá de la distancia que le saque hoy Junts.