El petardazo del Cabra
El error en la investigación de Barbate, sumado al de enviar a agentes al puerto en un flotador, es un escándalo gigante
LA Guardia Civil ha hecho algo muy inusual en estos tiempos de soberbia y falta de valores: rectificar. Cometió un tremendo error con las detenciones practicadas tras el asesinato de dos guardias en Barbate y ahora ha corregido su primera operación certificando que la narcolancha que embistió a sus compañeros fue otra. Por tanto, sus ocupantes, encarcelados de manera inmediata, no fueron los autores del crimen. Esta actuación refuerza la confianza de los ciudadanos en la Benemérita, una institución erguida sobre los más sólidos principios morales, y al mismo tiempo certifica que hasta los mejores son falibles. El error es una de las grandes esencias de la condición humana. Lo que diferencia a los buenos de los malos no es la cantidad de equivocaciones que cometen, sino la incapacidad para reconocerlas. Persistir en el fallo, enfermedad de los soberbios, es realmente el fallo. Hay que quitarse el sombrero, o el tricornio, con el Instituto Armado. Enhorabuena. Pero no hay que deleitarse en el buenismo. La rectificación atenúa el error cometido en Barbate, pero no cancela las responsabilidades de la cadena de mando. Lo que ha ocurrido ahí es un desastre que a esta hora todavía no ha salido a explicar nadie. Y aquí es donde de verdad se deben exhibir los galones, no en las entregas de premios.
El Ministerio del Interior aún no nos ha contado por qué envió a los guardias al puerto de Barbate con un flotador a enfrentarse a narcolanchas de última generación. No sabemos con claridad por qué se disolvió la unidad de lucha contra el tráfico de drogas en el Estrecho, OCON-Sur, ni qué medios tienen actualmente los agentes para perseguir embarcaciones capaces de cruzar de costa a costa en apenas unos minutos. La opacidad política en este asunto es un escándalo que nos quieren zambucar entre el atracón de impudicias nacionales. Pero con el petardazo de la detención del Cabra y su tripulación se les ha venido de nuevo el boomerang de su pésima gestión política. Es fácil sospechar que ante la presión mediática que provocaron los asesinatos, alguien apretó a los investigadores para presentar a toda velocidad a unos culpables y demostrar que los medios para luchar contra el narco en el Estrecho son estupendos. Y lo que generaron fue precipitación. Es decir, injusticia.
El Cabra tendrá todos los casos pendientes por presuntas actividades ilícitas que tenga. Que la Justicia le castigue duramente si lo merece. Pero no mató a los guardias civiles. Y no es lo mismo un delito que otro. En eso consiste exactamente el sistema de garantías, que es uno de los fundamentos de la democracia. Un inocente condenado es un fracaso tan grave como un culpable libre. Cuando un error que afecta nada menos que a la privación de libertad de terceros viene provocado por intereses políticos o por una negligencia, el estado debe activar sus mecanismos para depurar responsabilidades. Porque el verdadero progreso consiste en que triunfe la verdad, aunque la verdad esté en posesión de un personaje como el Cabra.