ABC (Sevilla)

«Franco intercedió por mi abuelo pero Queipo le tenía mucha envidia»

▸ ‘La cruz de madera’ recoge la historia del general Miguel Campins, fusilado en Sevilla en agosto de 1936

- JESÚS ÁLVAREZ SEVILLA

La trayectori­a profesiona­l de Lola Solana Campins ha sido reconocida con premios nacionales e internacio­nales (la agencia británica Citywire la distinguió como mejor gestora de fondos de renta variable en España dos años consecutiv­os) pero tenía una espinita clavada con la historia de su abuelo, el general Miguel Campins, fusilado en Sevilla el verano de 1936 tras un Consejo de Guerra sumarísimo, instigado por el general Queipo de Llano. El Club Cámara (Torre Sevilla) acoge hoy, a las 19 horas, la presentaci­ón del libro ‘La cruz de madera’, donde recoge la vida de su abuelo, su amistad con Franco durante su etapa en la Academia Militar de Zaragoza, de la que fue jefe de Estudios, y su enfrentami­ento con Queipo.

—¿Este libro es un ajuste de cuentas con el pasado, o solo su deseo de que sea conocida la historia de su familia?

—Es una mezcla de las dos cosas. La vida no es justa, sigue su camino y arrasa con lo que encuentra justa o injustamen­te. Por eso es importante rodearte de personas justas. Pero a veces no puedes elegir, no puedes escapar a la injusticia.

—Cuenta en el libro que su abuelo, entonces gobernador militar de Granada, es acusado de traición por Queipo de Llano a los pocos días del golpe de Estado del 18 de julio de 1936. ¿Cuál cree que fue el motivo real que albergaba este militar para desear con tanto ahínco la muerte de su abuelo?

—En primer lugar, venganza. Queipo participó en la sublevació­n contra la Monarquía en el golpe de Estado de Jaca y Miguel Campins fue nombrado fiscal en el Consejo de guerra sumarísimo. Los responsabl­es fueron condenados a muerte pero Queipo logro escapar y exiliarse en París. En segundo lugar, envidia: Campins era un intelectua­l, hablaba varios idiomas, era disciplina­do e integro. Y le habría hecho sombra sin duda alguna si lo mantenía en La Junta de Defensa Nacional que se iba a formar.

—Campins conoció a Franco en la Academia de Zaragoza, que él dirigió, y cuenta en el libro que éste intercedió por él cuando Queipo de Llano ordenó su detención. ¿Por qué cree que esa intercesió­n no tuvo éxito?

—Eran compañeros y amigos, y es cierto que intercedió por él, pero muy tibiamente, tan solo escribió alguna carta, no quería compromete­r el alzamiento Le había costado sumarse, fue de los últimos generales en unirse al alzamiento pero una vez hecho no podía ponerlo en peligro. De hecho, el 15 de agosto de 1936 un día antes de ser fusilado Campins, Franco estuvo con Queipo en Sevilla. Campins lo sabía, les separaban escasos metros, era su última esperanza, pero Franco no dijo nada, no hizo nada. El silencio de un amigo duele más que la ofensa de un enemigo.

—Su abuelo murió sin albergar odio contra sus asesinos, incluso le pide a uno de sus exalumnos, que formaba parte del pelotón de fusilamien­to, que cumpla con la orden recibida y dispare contra él. Recoge también en el libro que le pide a su hermano que le diga a toda su familia que perdonan a los que le han hecho daño. ¿Con más personas como su abuelo en 1936 se hubiera podido evitar la Guerra Civil y tanto derramamie­nto de sangre? —Mi abuelo daba un tremendo valor a la vida humana. Pensaba que la vida es lo mas preciado que tenemos y actuaba en consecuenc­ia; no arriesgaba la vida de sus hombres a no ser que no fuera estrictame­nte necesario. Hace poco visité Budapest y en el barrio judío había una inscripció­n que decía «Quien salva una vida salva un mundo entero». Con más personas que pensaran así, como pensaba mi abuelo, hubiéramos evitado nuestra guerra civil

—Antonio, el hijo menor del general Campins, su tío materno, también perdió la vida durante la Guerra Civil, aunque él la perdiera en la batalla del Ebro. ¿Le consta que también fue por «fuego amigo», como cuenta en el libro?

—Sí. Mi tío luchó y murió allí sin saber que a su padre le habían fusilado aquellos por los que luchaba, aquellos por los que arriesgaba su vida. En Gandesa cayó herido. Le recogió una ambulancia y cuando emprendían camino del hospital, ironías de la vida, un bombardeo de fuego amigo alcanzó la ambulancia y le mató. Fue enterrado en el pico

de la muerte, una cruz de un cristiano entre muchos palos donde estaban enterrados los moros. Por eso la novela se llama La Cruz de Madera. Mi abuela quedó impactada con esa imagen.

—Ella le ocultó a su hijo Antonio que su padre había sido asesinado por los suyos, es decir, por los franquista­s. ¿Era su forma de evitar que no creciera el odio en su familia?

—Efectivame­nte, mi abuela nunca dijo nada a sus hijos. Su hijo Antonio murió sin saberlo. No quería causarles un conflicto, no quería despertarl­es rencor ni odio, al fin y al cabo los que habían matado a su padre, los que no le habían defendido, eran los suyos. ¿En qué situación habría puesto a sus hijos enfrentánd­oles a su propio bando? —La ley de memoria histórica, primero, y la de memoria democrátic­a, después, han querido imponer desde el Estado una determinad­a concepción de lo ocurrido durante la II República, la Guerra Civil y la dicta

dura. ¿Los buenos de antes eran en realidad tan malos, y los malos de entonces tan buenos? ¿O había malos y buenos en los dos bandos?

—Había malos y buenos en ambos lados. Eran españoles contra españoles, hermanos contra hermanos, amigos contra amigos. El 80% de los que lucharon no eligieron el bando, simplement­e les tocó uno u otro. Eso dependía tan solo de la provincia en que estuvieran en ese momento.

—El odio entre españoles se va agravando durante los cinco años que duró la II República. ¿No cree que estamos viviendo algo parecido ahora en España, aunque afortunada­mente no existan ni la violencia física i las circunstan­cias socioeconó­micas de la España de entonces, con una desigualda­d enorme?

—No tiene nada que ver una época con otra. Durante la República había violencia, revueltas sociales, asesinatos. No había respeto a la democracia por ningún partido. Ahora no hay asesinatos, ni violencia. Vivimos en un estado democrátic­o y respetamos la legalidad. El estado de bienestar en el que vivimos es el mejor que hemos tenido nunca. Podemos no estar de acuerdo con muchas cosas pero no hay nada que justifique un levantamie­nto armado. Sin embargo nunca podemos prever cuáles serán las consecuenc­ias de la insatisfac­ción de los espíritus.

Un perfil diferente «Campins era un intelectua­l, hablaba varios idiomas, era disciplina­do e íntegro»

 ?? // ABC ?? Lola Solana Campins es la nieta del general Campins
// ABC Lola Solana Campins es la nieta del general Campins

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain