Un Papa en la Biennale por primera vez en la historia
Francisco visitará el pabellón del Vaticano, situado en una cárcel de mujeres, y con Maurizio Cattelan como estrella tras su polémica escultura de Juan Pablo II en un meteorito
El Vaticano se guardaba tres ases en la manga para su regreso triunfal a la Biennale de Venecia, en la que no participaba desde 2015. Primero, su pabellón será la actual cárcel de mujeres de la isla de la Giudecca, y las prisioneras están trabajando con los artistas y guiarán a los visitantes; segundo, incluirá una obra de grandes dimensiones del provocador Maurizio Cattelan, a quien parecen haberle perdonado ‘La Nona Ora’, título de la escultura de un Juan Pablo II derribado por un meteorito; y tercera, lo visitará el Papa Francisco para ver las obras «con sus propios ojos». Será la primera vez que un Pontífice entre en la Biennale.
El pabellón de la Santa Sede llevará por título ‘Con mis ojos’, y los visitantes deberán cumplirlo a rajatabla, porque para entrar en la prisión deberán dejar sus teléfonos móviles en la puerta de la cárcel. Así, no tendrán más remedio que saborear la visita con la mirada y conservarla en forma de recuerdos y no en la cuenta de Instagram.
El mensaje es bastante ambicioso y detrás de él está el cardenal poeta José Tolentino de Mendonça, actual prefecto del dicasterio vaticano para la Cultura y la Educación. «El predominio de lo digital y el triunfo de las tecnologías de comunicación a distancia proponen una mirada humana cada vez más diferida e indirecta, y se corre el riesgo de alejarse de la propia realidad», ha explicado el cardenal durante la presentación del pabellón del Vaticano. «Se prefiere metaforizar la mirada; pero ver con los propios ojos confiere a la visión un estatuto único, ya que nos implica directamente en la realidad y nos convierte no en espectadores, sino en testigos. Esto es lo que tienen en común la experiencia religiosa y la experiencia artística: ninguna de las dos deja de valorar la implicación total del sujeto», ha añadido. La idea enlaza con la temática central de esta edición número 60 de la Biennale, ‘Extranjeros en cualquier lugar’, dirigida por el brasileño Adriano Pedrosa.
Chiara Parisi, directora del Centro Pompidou-Metz, y uno de los dos comisarios del pabellón, anunció en el Vaticano el nombre de los artistas invitados. Aseguró que les propusieron enviar una obra ya realizada o trabajar en
una nueva con las reclusas, y «todos eligieron la segunda opción». «Esto nos ha obligado a adaptar nuestros planes y ha provocado una experiencia de gran fuerza e intensidad, que ha llevado a todos a superarse», adelantó.
Hay gran expectación por la «obra en la fachada de la capilla, en el surco de la gran Historia del Arte italiana» que llevará Maurizio Cattelan. «Ha aceptado sorprendentemente a pesar de que es un artista lento», explicó Parisi. Lo definió «un artista tímido y melancólico» y recordó que en 1999 presentó ‘Madre’, una performance en la que un contorsionista era enterrado y sólo quedaban al descubierto sus manos entrelazadas en actitud de súplica. «Ahora el tema es la paternidad», adelantó. Cuando un periodista recordó su escultura de Juan Pablo II derribado, el cardenal Tolentino salió al paso y describió a Cattelan con un poema de Adília Lopes, «el iconoclasta, reconstruye el icono».
Del convento a Hollywood
Entre los otros invitados está Claire Tabouret, que ha solicitado a las pri
sioneras fotos de cuando eran niñas en las que salgan junto a sus madres y que está pintando retratos inspirándose en ellas y en sus historias. También, la brasileña Sonia Gomes y el francés Bintou Dembélé, quienes están preparando una coreografía para las presas; y la libanesa Simone Fattal, con sus enormes esculturas inspiradas en poesías y frases escritas de estas mujeres. Las internas han participado como actrices de un corto «sobre el deseo» –realizado por Marco Perego y la hollywoodiense Zoe Saldaña– que se proyectará en su sala de visitas. La única artista no viviente que expondrá sus obras es Sor Corita Kent, exmonja fallecida en 1986, exponente del arte pop de protesta, autora de serigrafías. «El resultado es una increíble narración visiva», resume la comisaria. Se trata de «historias entrelazadas que pueden parecernos ajenas, pero que nos conciernen a todos, porque nos hablan de la misma hambre de amor, del mismo deseo de vida, de afecto, de la misma inquietud de sentido, de todo lo que el arte siempre ha tratado de reflejar y representar», concluye.