El lento regreso a España de la diáspora científica: «Vuelvo para quedarme»
▸Nacionales y extranjeros que lideran proyectos punteros en otros países investigarán en el nuestro gracias a un nuevo plan de atracción de talento. Saben que son la excepción
La fuga de cerebros que nuestro país ha sufrido en los últimos años debido, sobre todo, a la falta de recursos y a las limitadas condiciones de trabajo en los organismos españoles (la gran mayoría públicos), ha provocado una diáspora de conocimiento científico que aprovechan otros países. A falta de estadísticas oficiales, la Red de Asociaciones de Investigadores y Científicos Españoles en el Exterior (Raicex), estima que hay, a trazo grueso, unos 40.000 científicos en esta situación. Entre los destinos de acogida se encuentran EE.UU., el Reino Unido –menos seductor después del Brexit–, Alemania, Suecia, Países Bajos, Bélgica o Dinamarca. También China y, de forma emergente, Emiratos Árabes. El sueldo de un investigador postdoctoral (antes de impuestos) en EE. UU. ronda los 64.000 euros; en el Reino Unido, los 41.000 y en Bélgica supera los 92.000. En España, se encuentra entre 28.000 y 30.000 euros. «El coste de vivir en cada país difiere, así que no solo es el contrato. La excesiva burocracia y la dificultad para conseguir financiación pública para los proyectos y las horas de docencia (tiempo en el que no se investiga) también influyen a la hora de marcharse fuera», indica Javier Pardo Díaz, vocal de política y diplomacia científica de Raicex y vicepresidente de la Sociedad de Científicos Españoles en el Reino Unido (CERU), que cuenta con unos 3.000 socios.
Todo eso hace que, desde el otro lado, España tampoco parezca la maravillosa tierra de Oz a ojos de la ciencia internacional, a pesar de que hay muchos apellidos españoles en grandes proyectos. Hasta ahora, el programa más relevante para promover la atracción y retención de talento ha sido el Ramón y Cajal (RyC) pero, con una cuantía discreta y algunos problemas de estabilización del personal investigador, no parecía suficiente para convencer a los que estaban fuera.
Con el fin de remediar esta situación endémica en la ciencia española, la ministra Diana Morant anunció a principios del pasado año el ambicioso Plan de atracción y retención de talento científico e innovador (Plan Atrae), una iniciativa en la que se invertirán 27,5 millones de euros para dotar con un millón anual durante tres o cuatro años a una treintena de proyectos científicos liderados por investigadores de reconocida trayectoria. El pasado noviembre el ministerio eligió a los becados, quince españoles y quince extranjeros. Si los proyectos se concretan –algunos aún están por cerrar, entre otros motivos por la complejidad de traer a su propio personal–, pasarán a trabajar a finales de este año a sus nuevos centros, entre ellos el Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO) o el Instituto de Física de Altas Energías (IFAE) en Barcelona.
Algunos de ellos han explicado a ABC por qué han decidido traer su trabajo a España, motivaciones entre las que, para los nacionales, se incluye su historia personal –el anhelado «volver a casa»– pero que sin excepción están relacionadas con dos condiciones del plan Atrae: un respaldo económico competitivo y estabilidad, por un lado, y la sensación de que nuestro país empieza a dejarse de ver como un lugar de segunda para hacer ciencia, por el otro. La calidad de vida, no lo niegan, también anima.
Física teórica en el CERN
Irene Valenzuela «Voy a formar mi grupo y contratar»
Irene Valenzuela (Madrid, 35 años) lidera un grupo en el Centro Europeo para la Investigación Nuclear (CERN), el ‘templo’ cerca de Ginebra, Suiza, que alberga el gigantesco experimento subterráneo que descubrió el bosón de Higgs. Desarrolla una novedosa línea de investigación llamada ‘Ciénaga’ dentro de la teoría de cuerdas para determinar los efectos cuánticos de la gravedad, un santo grial de la ciencia.
En unos meses dejará el CERN para continuar su trabajo en la Universidad Autónoma de Madrid (UAM). «En mi campo se valora mucho que salgas de tu país, eso no es un problema, lo complicado es volver», dice esta investigadora, que ha pasado por las universidades de Harvard, Cornell, Utrecht y el Instituto Max Planck de Física de Múnich. «Siempre he querido estar cerca de casa, pero recibía mejores ofertas del extranjero», admite. Sin embargo, el programa Atrae, «sí es competitivo. Me permite formar mi propio grupo, traer personal y contratar a otros», señala Valenzuela, que además ha obtenido una beca Starting Grant, la de mayor cuantía en Europa, un millón y medio de euros.
«Mi plan es volver para quedarme», asegura. «En España se hace muy buena ciencia y los investigadores españoles no tienen nada que envidiar a otros. Es más un problema de recursos. Con recursos, muchos estarían felices de volver», señala.
Astrofísica, Florida Space Institute
Noemí Pinilla
«Por supuesto, siempre he querido volver». La astrofísica Noemí Pinilla (Oviedo, 1971) ha pasado por el Centro de