El ‘agro’ francés a lo suyo, y a lo de nadie más
Una vez más, el campo francés ha salido a la calle. Algo poco excepcional, ya que los agricultores y ganaderos franceses son tremendamente reivindicativos y salen con los tractores con bastante frecuencia.
En todo caso es importante recordar que la presión de los agricultores franceses no solo se dirige contra Bruselas. No hay que echar mucho la vista atrás para rememorar numerosas acciones vandálicas en suelo francés contra nuestros camiones y su contenido, que ahora se reproducen. Y así han actuado siempre que consideran que nuestras ventas a Europa les perjudican, al no poder competir con nuestras producciones. Todo ello con una timorata reacción por parte del gobierno francés y de la Comisión Europea. En este ocasión, y dentro de las quejas de las propias autoridades francesas, la competencia de los productos agrarios españoles también se ha puesto sobre la mesa, olvidando que estamos en un mercado único y que las reglas del juego son las mismas para todos. Otra cosa es que la climatología, la productividad o el propio dimensionamiento de las explotaciones hagan que, para determinados cultivos, unas zonas productoras sean más competitivas que otras.
En definitiva, es cierto que muchas de las cuestiones que reclaman los agricultores franceses son de interés común y, quizás, esta vez beneficien a nuestro sector; me alegraré por ello. Pero no deja de indignarme ese matonismo consentido, con el que conocedores de su fuerza, intentan imponer sus criterios a las bravas. Ya va siendo hora de que las autoridades europeas, dado que las francesas en el mejor de los caso miran para otro lado, o sus propias organizaciones agrarias, controlen esta endémica forma de actuar del sector agrario francés.
Sería un error unirse incondicionalmente a un movimiento que también se posiciona en contra de nuestros agricultores y que, más pronto que tarde, volverá a mostrar su individualismo y su interés en defender a su sector, al francés, no al europeo, y mucho menos al español.