Los que se fueron con la riada, vuelven cada Martes Santo a ver a su cofradía
▸ El recuerdo de las inundaciones del año 1961 sigue estando muy presente
Arriba una imagen de ‘Los caños de Carmona’, el antiguo acueducto que es una de las señas de identidad del barrio de La Calzada en la calle Luis Montoto. A la izquierda la fachada de la iglesia de San Benito, que sale el Martes Santo. Dos mujeres, en la imagen de la izquierda compran en una frutería en la misma calle dato: los precios de las viviendas se han disparado y ahora él vende menos, ya que antes sus clientas compraban mucho porque tenían más hijos.
El desarrollo urbanístico está presente: hay edificios de corte vanguardista junto a restos romanos. Y algunas casas están siendo derribadas para construir bloques de diseño. En Juan Antonio Cavestany se demolerá en breve una para un nuevo edificio.
Pero, si hay algo que caracteriza esta zona es que se vive en la calle. Todo el año esperando el Martes Santo, el día que sale San Benito de su iglesia, junto a las Hermanitas de los Pobres. Eso se nota al pasear por los bares. El más antiguo es el Jota que regenta Alejandro Martín Cotán y que fundó su abuelo el 13 de mayo del año 1936. Es uno de esos locales con gente tomando cerveza en la puerta. Con cacahuetes, bacalao o mojama como único acompañamiento. Uno de esos que sacan «los tanques a la calle», un clásico cuya imagen dio la vuelta a España el 11 de mayo de 2020 cuando, en la fase 1 de la pandemia, nada más permitir la apertura, se llenó. Sin mascarillas y sin distancias de seguridad. Más allá de aquella anécdota, es uno de los locales que no pasa de moda y que tiene futuro. «Hay Jota para rato». dice su dueño que, para cuando se jubile, tiene relevo. «Antes de que cierre el bar Jota se tiene que congelar el infierno», bromea.
Pero si hay un local cofrade por excelencia ese es ‘La Chicotá’, otra de las paradas obligatorias. Un encantador local, repleto de fotos de San Benito, con su contador de los días que quedan para el Martes Santo que actualizan a diario. El día que estuvo ABC faltaban 50 días. Hoy sólo faltan 45. Es un establecimiento en el que se dan cita los de siempre, muchos jóvenes y al que también llegan turistas.
Su fuerte es la cerveza y, en temporada, los caracoles. Abierto desde 1983, ya está al frente la segunda generación que ha ampliado el negocio. Ahora está ‘La Chicotá tapas’, con una carta más amplia y donde es difícil encontrar mesa. Carlos, uno de los propietarios, que recibe gente de todo tipo, admite que se trata de un barrio «muy de sevillanos». Un local que conserva la esencia y esa mezcla de jóvenes y viejos. Y en el que hay siempre gente de San Benito. Su hermano mayor, José González Quirós, también pariente de los dueños, lo define con pocas palabras: «Un barrio de gente trabajadora y al que la gente que se fue y no puede pagar los pisos de ahora vuelve cada Martes Santo». Es, como diría Pascual González, fundador de Cantores de Hispalis y vecino ilustre, «San Benito con su gente del barrio de la Calzá».
Cuando se habla con la gente de La Calzada, la que lleva toda la vida viviendo en el barrio, todos se acuerdan de la famosa riada del Tamarguillo, aquella que se produjo en 1961 y que obligó a pasearse en barco por las calles. Hoy quedan imágenes de la antigua calle Oriente anegada de agua y con barcazas desplazándose por ella.
En realidad lo que ocurrió, según cuentan las crónicas de la época, fue que el 5 de noviembre de 1961 el desbordado Tamarguillo inundó Sevilla con cuatro millones de metros cúbicos de agua.
Fue la más terrible y dramática riada sufrida por la ciudad que, en cifras, se resume en 552 hectáreas inundadas. La población afectada alcanzó las 125.000 personas, 30.176 de ellas quedaron sin hogar; 4.172 viviendas fueron invadidas por el agua; 1.603 chabolas quedaron destruidas; 1.228 edificios sufrieron graves daños.
La dimensión de la tragedia aún está presente en algunos locales. Como en el bar Raimundo (conocido como «el de la mejor cerveza del mundo»), donde su propietario, Raimundo Iglesias, que lleva en el actual local desde 1998 (aunque llegó al barrio en el año 1980), tiene su rincón de la calle San Benito repleto de fotos de aquel desastre. Hay imágenes en blanco y negro de las aguas cubriendo la fachada de la iglesia de San Benito o de la Operación Clavel (la famosa campaña para auxiliar a los damnificados).
Junto a esas fotos, una reproducción en miniatura del paso de misterio de San Benito y otro contador de los días que faltan para Semana Santa. Sólo que en su caso, las tecnologías también están presentes. El contador de tiempo es digital. Y contabiliza los días, minutos y segundos que faltan para que salga su cofradía.
Entre tanto cofrade, Raimundo Iglesias no para de hacer halagos al barrio. «Hay pocos como éste», dice mientras relata la lista de tapas. Entre ellas los boquerones al limón o la ensaladilla. «Es el mejor barrio», explica, insistiendo en que es «un barrio nuevo pero viejo» y que tiene relevo.
Unos se van haciendo mayores, otros llegan. Como le ocurre a él. Que tiene en sus tres hijos, Manolo, Raimundo ‘Mundi’ y Asun, que se harán cargo del negocio cuando él se jubile. Es un ejemplo de vecino de San Benito, un barrio que enamora y con una gente muy especial. «Lo bueno que tiene es que la gente que llega nueva se va adaptando a lo de aquí». Seguramente ahí radica la particularidad de La Calzada.