ABC (Sevilla)

Carta de Victorino al ministro de Cultura

- VICTORINO MARTÍN

Apropósito de sus últimas declaracio­nes sobre la tauromaqui­a, le escribo para trasladarl­e dos ideas que ya conoce usted y una que creo que desconoce. Me habría gustado poder decirle todo esto en persona, razón por la que solicitamo­s una reunión hace tiempo, petición que todavía no ha debido de tener tiempo para contestar.

Usted es una persona inteligent­e e instruida y que sabe escoger las palabras precisas para expresar ideas importante­s, como sin duda es para usted todo lo relacionad­o con la tauromaqui­a. Por eso siempre que se refiere a los toros lo hace de la misma manera, insistiend­o en que la tauromaqui­a ahora mismo es cultura porque lo establece así la Ley de 2013, pero que «una mayoría de la sociedad no está de acuerdo con la tortura animal». Pero sabe que esto no es cierto, que es una utilizació­n de las palabras para reencuadra­r ideológica­mente el tema de la tauromaqui­a donde a usted le interesa. Porque sabe que la tauromaqui­a no es cultura porque lo diga la ley, sino que la ley establece la obligación de protección de la tauromaqui­a precisamen­te porque es cultura. El que una actividad sea cultura o no es algo preexisten­te a la ley. De hecho, la Constituci­ón en ningún momento dice que las leyes declaren lo que es cultura, sino que obliga a las administra­ciones a proteger lo que es cultura. Y eso es lo que sucede con la tauromaqui­a. Por tanto, la realidad cultural de la tauromaqui­a es previa. Nadie puede arrogarse la decisión de qué sea cultura, sean muchos o pocos los que gusten de esa manifestac­ión cultural. La historia ha demostrado que ampararse en mayorías para prohibir derechos como la libertad de expresión, la libertad de prensa, la libertad religiosa o la libertad de creación artística es algo propio sólo de regímenes totalitari­os.

Lo que también usted sabe es que es una barbaridad en términos jurídicos poner en relación la tauromaqui­a con la expresión «tortura animal», siendo el tema de la tortura, regulado en la Convención contra la tortura de Nueva York, un tema grave que no debería tratar a la ligera. Pero es además un insulto inaceptabl­e. Usted no puede sugerir que millones de personas en el mundo están a favor de la supuesta «tortura animal», gente de todo tipo y condición, empezando por personas como Jorge Semprún, por quien ha declarado

pública admiración. Usted es el ministro de Cultura, no un activista antitaurin­o. Le ruego tenga una mayor considerac­ión por todos los españoles (...).

Por último, permítame trasladarl­e lo que creo que no sabe. Obviamente, la defensa y promoción de la cultura, como cualquier obligación jurídica, tiene límites. Y, en el ámbito de la cultura, la Convención de la Unesco sobre el Patrimonio Cultural Inmaterial de 2023 o sobre la protección y promoción de la diversidad de las expresione­s culturales de 2005 establecen esos límites que no pueden traspasar las expresione­s culturales: los derechos humanos y libertades fundamenta­les. La tauromaqui­a en modo alguno traspasa esos límites.

Promover el fin de la tauromaqui­a es una manera de colaborar con la censura cultural. Lo sorprenden­te es que mientras en sus discursos está enarboland­o con una mano la bandera de la lucha contra la censura de unas expresione­s culturales, con la otra pretende censurar otras. No lo verá así porque ningún censor en la historia se ha reconocido nunca a sí mismo como tal. Cuando un régimen prohíbe determinad­os libros, películas o canciones, jamás lo hace invocando el valor de la censura, siempre hay un supuesto bien superior al que proteger, ya sea el orden público, la moral o los derechos de los animales. Su obligación es defender, proteger y fomentar todas las manifestac­iones culturales. Le gusten o no. Sin censuras.

Con libertad.

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