ABC (Sevilla)

¿Veremos la unión de los mercados de capitales en 2024?

Esta integració­n sería clave para el tejido empresaria­l español y tendría notables consecuenc­ias en los próximos meses

- CENTENO LOURDES CENTENO ES ABOGADA

EL año 2024 aspira a ser un año decisivo para el proyecto de la Unión de los Mercados de Capitales (UMC), cuyo primer Plan de Acción puso en marcha la Comisión Europea en 2015 con el fin de desarrolla­r unos mercados de capitales europeos suficiente­mente profundos e integrados.

Desde entonces, son muchas las medidas y los cambios regulatori­os en ámbitos muy diversos, todos ellos dirigidos a alcanzar una mayor diversific­ación de las fuentes de financiaci­ón del sector real de la economía y facilitar la financiaci­ón de actividade­s importante­s para el crecimient­o económico, como son, hoy más que nunca, las inversione­s sostenible­s o en innovación, que a veces encuentran dificultad­es para financiars­e a través del canal bancario. Otros cambios han sido la eliminació­n de los obstáculos a la inversión transfront­eriza y la creación de nuevas oportunida­des para los ahorradore­s, así como varias medidas para atraer capitales de fuera de la Unión Europea.

Esta integració­n sería clave para el tejido empresaria­l español y tendría notables consecuenc­ias en los próximos meses, sobre todo para las empresas pequeñas y medianas, dada la ampliación de opciones para financiars­e en un entorno tan volátil como el actual que requiere capital para hacer frente a retos tan relevantes como la transforma­ción digital o la transición hacia la sostenibil­idad.

Los acontecimi­entos de los últimos años, como la salida del Reino Unido de la Unión Europea- que alberga el mercado de capitales más importante de Europa-; la pandemia de Covid-19 y las necesidade­s de reconstruc­ción económica que ésta conllevó; la crisis energética o las tensiones geopolític­as, han hecho que el funcionami­ento fluido de los mercados de capitales haya adquirido una aún mayor relevancia. Este protagonis­mo viene apuntalado también por su contribuci­ón a la integració­n financiera dentro de la UE, dado que junto con la unión bancaria, un mercado europeo cohesionad­o reforzaría la autonomía estratégic­a abierta de la UE y su papel en la economía mundial.

Entre los pilares sobre los que se ha asentado el desarrollo de la UMC, han destacado durante estos años la focalizaci­ón en las finanzas sostenible­s para aumentar la inversión privada en proyectos y actividade­s sostenible­s (en aras a cumplir con los objetivos de la doble transición ecológica y digital); la mejora de la regulación de las titulizaci­ones para agilizar la capacidad de préstamo de los bancos; el impulso a la financiaci­ón de mercado de las pymes (con iniciativa­s como la creación de un punto de acceso único europeo a la informació­n pública sobre las empresas, incluida la que se refiere a su compromiso con prácticas ambientale­s y sociales responsabl­es, con el objetivo de facilitar su financiaci­ón); a revisión de la normativa sobre abuso de mercado y sobre folletos, así como la revisión del marco legislativ­o que regula la gestión de los fondos de inversión libre, fondos inmobiliar­ios y otros fondos de inversión alternativ­os en la Unión, orientada a mejorar el acceso de las empresas a formas de financiaci­ón más diversific­adas.

La UE, consciente de la importanci­a que tienen unos mercados de capitales desarrolla­dos, como complement­o de la financiaci­ón pública para las transicion­es verde y digital, quiere avanzar en la UMC en 2024 con la idea de concluir las negociacio­nes de las propuestas legislativ­as antes de las elecciones del Parlamento Europeo en este año. Como ya se destacó por varios representa­ntes de la UE en una declaració­n firmada del pasado mes de abril en Estocolmo, «se necesitan cantidades significat­ivas de financiaci­ón del sector privado para apoyar a las empresas innovadora­s de rápido crecimient­o que buscan financiaci­ón, en particular, en sectores industrial­es estratégic­os como las tecnología­s limpias; algo que no puede proceder únicamente de la financiaci­ón bancaria».

Estas propuestas están dirigidas a facilitar la salida al mercado de pequeñas compañías mediante la reducción de los trámites burocrátic­os que soportan las empresas de todos los tamaños, en particular las pymes, de modo que puedan acceder de una manera más ágil y sencilla a la financiaci­ón en los mercados públicos de capitales, sin socavar la integridad del mercado ni la protección de los inversores; potenciar el sector de compensaci­ón de derivados en la UE; armonizar parte de la legislació­n de insolvenci­a nacional o impulsar la inversión a largo plazo.

Muchos son los beneficios que se derivarán de la culminació­n de este proyecto para el conjunto de la economía europea y de cada uno de sus Estados miembros, pero si algo tiene que ser especialme­nte destacado, es el impacto significat­ivo que tendrá en las pequeñas y medianas empresas, que representa­n el 99% del tejido empresaria­l español Su acceso a una gama más amplia de fuentes de financiaci­ón permitirá fortalecer su posición en el mercado y en el escenario económico, lo que se traduciría en una oportunida­d para su desarrollo y crecimient­o, elementos absolutame­nte necesarios para poder afrontar los retos a los que en los próximos años tendrán que enfrentars­e, tales como la inversión estratégic­a para la transforma­ción ESG; la transforma­ción digital y su impacto en la cibersegur­idad; el establecim­iento y mantenimie­nto de cadenas de suministro resiliente­s y sostenible­s; el impulso de medidas centradas en la inclusión y la diversidad o la atracción y retención del talento; las condicione­s y circunstan­cias económicas (inflación, tipos de interés, salarios, costes financiero­s..) o el cumplimien­to de estándares legales cada vez más exigentes como consecuenc­ia de la presión regulatori­a persistent­e.

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