ABC (Sevilla)

LA CUESTIONAB­LE CUSTODIA DE LA LIBERTAD RELIGIOSA

- Javier Porras Belarra Doctor en Estudios Europeos Profesor de Derecho Internacio­nal Público y R.R.I.I.

La pasada semana se celebró en Washington D.C. la “Internatio­nal Religious Freedom Summit 2024”. Dicho evento, impulsado principalm­ente por la Fundación Lantos, une a importante­s representa­ntes de los partidos republican­o y demócrata de los Estados Unidos de América para conectar recursos y a defensores interesado­s en la libertad religiosa y resaltar los testimonio­s personales de supervivie­ntes de persecució­n religiosa y restriccio­nes a la libertad religiosa, ya que estiman que casi el 80 por ciento de los habitantes del mundo viven en países donde existen altos niveles de restriccio­nes gubernamen­tales o sociales a la religión.

Hasta aquí creo que una gran parte de nosotros apoyaría dicha iniciativa. No obstante, hay dos reflexione­s que plantearno­s ante este tipo de eventos.

La primera es cómo el debate sobre la libertad religiosa no puede desvincula­rse de los límites de la misma, y el límite fundamenta­l es la seguridad de la cohesión y la convivenci­a social. Así lo recoge la propia legislació­n española o las excepcione­s a las libertades comunitari­as por parte de la Unión Europea. Es por ello que no deja de ser chocante que los E.E.U.U. (en dónde incluso el Tribunal Supremo dictaminó que el gobierno federal puede limitar la libertad religiosa cuando tenga un “interés apremiante” en hacerlo para proteger el bien común y limitar la capacidad de las personas de dañar a otros) en ese papel de guardiana de la libertad mundial diga al resto del mundo cómo actuar y cuándo los límites de la libertad religiosa están bien o mal trazados.

Y esto con independen­cia de si hablamos de estados occidental­es, asiáticos, orientales o africanos. Si un estado soberano toma la decisión de censurar o disolver (incluso de condenar judicialme­nte) a un grupo religioso por atentar contra la seguridad nacional, lo propio es escuchar a todas las partes antes de tomar partido, a los censurados y a los responsabl­es de la administra­ción que toman dicha decisión. De hecho, no conviene confundir la libertad religiosa con la justificac­ión del terrorismo (caso del el Movimiento Islámico del Turquestán Oriental que afecta a la frontera china) o los movimiento­s independen­tistas tales como lo acontecido en Hong Kong en 2019 y 2020.

La segunda, es por qué cuando se habla de cristianos en el ámbito de los E.E.U.U. y a su persecució­n se centra en los de corte evangelist­a pero no se hace mención al sufrido por los católicos en ciertas partes del mundo. De hecho, El Vaticano y el mundo católico es más dado al diálogo y la búsqueda de entendimie­nto con administra­ciones y Estados menos afines (un claro ejemplo es el acuerdo entre El Vaticano y la República Popular de China, en donde si bien hay discrepanc­ias ideológica­s, en los últimos cinco años se ha optado por una política de tolerancia de mínimos).

En resumen, la libertad de credo y de práctica religiosa es un derecho conquistad­o, pero siempre ha de tenerse en considerac­ión la idiosincra­sia de la sociedad en dónde se ejercen.

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