‘Zorra’ reabre la batalla en el feminismo a un mes del 8-M
▸Las activistas trans ven «un himno de libertad» y las clásicas se irritan por el apoyo del Gobierno. Es el apelativo más repetido en las sentencias por maltrato ▸En EE.UU. un fenómeno similar está tratando de darle la vuelta al uso de ‘histérica’ para ca
España está dividida. Y España repite lo que es ya un clásico. Tres años de Benidorm Fest (Chanel, Blanca Paloma y Nebulossa) y tres de escisión entre los partidarios y detractores de las canciones que RTVE lleva a Eurovisión. Más de tres, sin embargo, en que el feminismo discurrirá totalmente desgajado el 8 de marzo (Día de la Mujer), para el que queda hoy un mes. Lo hace justamente desde el aterrizaje de Irene Montero en el Ministerio de Igualdad y su prioridad por meter en la agenda las reivindicaciones de la corriente transactivista o de apoyo a los transexuales frente al feminismo más clásico. En la que llaman cuarta ola del movimiento feminista, la canción de ‘Zorra’ escogida para Malmö’24 ha conseguido su propósito: bailar (divididos, a mejor vida pasó el ‘pegados’ del Eurovisión de Dalma).
En concreto, la mecha la ha prendido el presidente del Gobierno que treinta horas después de que el dúo alicantino se proclamase vencedor de la votación musical que arrasa entre el colectivo LGTBI quiso llevarse el gato al agua de estos seguidores y proclamó su veneración por la letra. Así taponó la herida por la que estaban sangrando los agricultores y consiguió que se hablase menos en las tertulias su propuesta para limitar los tiempos de los jueces en su negociación de la ley de la amnistía. Sánchez lanzó la melodía contra el adversario político, al que ha querido situar enfrentado a la canción: «A la ‘fachosfera’ le debe gustar más el ‘Cara el sol’». Para él, la España polarizada es del ‘Zorra’ o del segundo.
Apostó Sánchez por la aplicación de la psicología inversa e instó a tomarse el apelativo ‘zorra’ por su lado más sagaz, él que ya fue maestro en dar la vuelta al insulto ‘perro sanxe’.
El jefe del Ejecutivo continuó en la Sexta: «El feminismo es justo, pero también es divertido». Una directriz que tomaron al dedillo varios de sus ministros interpelados ese día, que entonaron esos versos, si bien la que más sorprendió por su elocuente defensa de ‘Zorra’ fue la heredera del sillón de Irene Montero. Ana Redondo proclamó que la letra era «muy divertida, empoderante y rompe moldes». Recordó justamente al himno (social, ese sí) del ‘sola y borracha quiero llegar a casa’ preferido en las protestas por el caso Manada. En esta ocasión lo hace una mujer de 55 años, con claro guiño a la sexualidad a cualquier edad, pero el propio dúo Nebulossa manifestó que cuando escribió la letra lo hizo con fines muy dispares a todo lo que ahora se les atribuye. Para Redondo, la canción «representa muy bien a España», ya que es una «demostración» de su «diversidad».
«Estoy ‘flipando’». Así responde al teléfono a ABC la exportavoz de Igualdad con el Gobierno de José Luis Ro
dríguez Zapatero, Ángeles Álvarez. Una sensación de irritación similar a la que ha cundido en varias de las principales asociaciones de mujeres maltratadas en el país, molestas no con el ejercicio de libertad de expresión, sino sobre todo con la actitud de la ministra Redondo y el presidente. «El Gobierno es totalmente contradictorio», dicen. La vallisoletana les prometió y puso en el eje de su acción esta legislatura la lucha contra la violencia de género, un pacto de estado contra los discursos de odio y el tono dialogante para unir al feminismo, y al contrario, en opinión de estas entidades, «alimenta» la palabra más repetida en las sentencias condenatorias por violencia de género. Óscar Z., un expolicía municipal, lo manifestaba así en cuanto conoció la melodía ganadora en Benidorm: «Mi padre mató a mi madre. Lo último que escuchó ella antes de morir fue ‘maldita zorra’. No entiendo el nuevo significado que se le quiere dar al término».
Es esa resignificación precisamente la que defienden los partidarios del lenguaje de ‘Zorra’: convertir un término peyorativo y lacerante en algo alegre. «Cuando vacías de contenido una palabra y le das otro, con humor y reivindicación, entonces adquiere otro significado en un contexto diferente. Es lo que ha hecho históricamente el colectivo LGTBI con términos como ‘maricón’ y lo hace ahora con ‘Zorra’», afirma a este diario la vicepresidenta de la Federación Estatal de Lesbianas, Gais, Transexuales y Bisexuales (FELGTB), Paula Iglesias. «Es un himno sobre la libertad sexual de las mujeres», apuntilla.
«Denigra, no empodera»
«Denigra a la mujer, es misógino y zafio. La cuestión es sencilla: la canción utiliza el concepto como sinónimo de fulana, pelandrusca, meretriz, puta o golfa. Y esas palabras merecen todo el reproche penal en cientos de causas por malos tratos. Nos deja desconcertadas que el ministerio que tiene la responsabilidad de buscar la igualdad aplauda esa letra que banaliza la violencia sobre las mujeres. Es el remate de la desafección que sentimos hacia el departamento de Igualdad», enfatiza Álvarez. Y desliza, al igual que han denunciado otras entidades, el inte
rés del Ejecutivo y RTVE por que Eurovisión sea un contenido de éxito y satisfacer a los colectivos que apoyan mayoritariamente este certamen.
El Instituto de las Mujeres ha recibido más de 300 quejas por la canción, informa Ep. La asociación Contra el Borrado de las Mujeres, Confluencia Movimiento Feminista y el Consejo Nacional de Mujeres y Menores Resilientes de la Violencia de Género también han censurado el lenguaje cantado y no la cultura. «Están normalizando un trato vejatorio a la mujer», sentencian. La antropóloga de la Universidad de Barcelona, Silvia Carrasco, presidenta de Feministas por Cataluña, añade: «No hay feminista que apoye ‘Zorra’».
Pero sí las hay. Iglesias promueve que «las palabras no se tomen aisladas, sino en un contexto», y que «el tono de ‘Zorra’» es un claro homenaje al activismo trans, «siempre oprimido», asevera desde la FELGTB. A lo que desde Contra el Borrado responden: «¿Entonces hay que resignificar todas las palabras y transformar que nos llamen cerdas, guarras, para empoderarnos? ¿Cómo reaccionaríamos ante ello?».
El sociólogo Jorge García Marín templa en medio de la controversia: «Es un término que puede ser entendido como ofensivo o grosero y es un discurso muy fácil el que se hace para resolver el deseo sexual de la mujer, por ejemplo, diciendo ‘todas son unas putas’ para aludir a las mujeres que hacen con su propia sexualidad lo que quieren; pero también entiendo que se utilice para desafiar esa vergüenza que la palabra malsonante ha causado durante años». Lo mismo –reflexionan estos días los entendidos musicales– que se intentó con el ‘Perra’ de Rigoberta Bandini y otras letras de los 80 mucho más transgresoras que ésta.
Desproveer de su categoría a un insulto es lo que está intentando Elisa Bassist en Estados Unidos, donde el debate no es igual pero sí se está dando un fenómeno paralelo con el término ‘histérica’. Médicamente, ‘histéricas’ era la catalogación de aquellas mujeres a las que no se les encontraba la dolencia que padecían porque los fármacos y tratamientos se experimentaban únicamente con el cuerpo masculino. Desde la época de los egipcios, recoge en su libro ‘Histérica’ (Ed. Penguin Randon House) «se ha tratado como histéricas a las mujeres que se atreven a hablar» y es también un término usado para callarlas y denominar a aquellas que no se sentían cómodas con los roles sociales que se les adjudicaban. Protestaban contra las injusticias y se las tachaba de ‘histéricas’. Esta ensayista y columnista feminista está ahora tratando de desmontar el significado, narrando su experiencia y cuántas veces ha tenido que escuchar el apelativo ‘histérica’ sobre sus propios malestares y de menosprecio a su opinión. Cree que si logra resignificarlo ayudará a millones de mujeres. Con ‘zorra’ parece más peliagudo.