ABC (Sevilla)

Por huevos

El único chollo durante la escasez es tener ahorros. Aunque haya que asfixiar la popularida­d electoral

- CHARO LAGARES

DE cuando en cuando, las clarisas dejan de aceptar huevos. El trapicheo de materia prima para sus dulces a cambio de oraciones que rueguen que el cielo no se resquebraj­e el día de la boda de la donante se pone en pausa. Cuando el agostamien­to lija la tierra, las monjas frenan sus peticiones. La novia mojada será afortunada. Nada medra sin agua.

Hasta las vacaciones menguan sin un poquito de acuosidad. Salvo, informa Moreno Bonilla, en Andalucía, donde estará garantizad­o su suministro durante «las fiestas de la primavera». Después, ya veremos. Por la sequía, contaba el presidente, «podemos llegar a perder hasta un punto del PIB y decenas de miles de puestos de trabajo, algo que estamos viendo en la reducción de las cosechas, en el aceite de oliva o en el arroz».

Sin agua porque no cae, pobres como ratas porque no se recolectan ni los chinos de las veredas, a este trote el año próximo habrá que humedecer las tostadas con sudorcito de nuca humana en lugar de aceite de oliva, pero algún asesor milenial en San Telmo se crio escuchando las canciones de Fondo Flamenco y se ha creído que de verdad la vida son dos días y que uno está lloviendo, por lo que si ahora aún tenemos jarana, parranda, francachel­a, farra y diversión, el curso que viene, por un proceso intelectua­l regido por la más inmaculada lógica nunca antes albergada por el cráneo de un homo sapiens, caerá de Ayamonte al Cabo de Gata el mismísimo chaparrón que enseñó a Noé a navegar. Quizás, como don Ramón Villaamil, el personaje de Galdós, quienquier­a que ha decidido emborronar el estado de emergencia en el que se encuentran los pantanos andaluces con el cebo del cirio y el rebujito se haya casado con la más exquisita de las superstici­ones, el pesimismo esperanzad­o, que no es otro reposo psicológic­o que el de confiar en el peor desenlace imaginable para invocar a su contrario, ya que «en España las cosas nunca salen como uno espera».

Pero si resultan como una en el fondo intuye, o sea, si no cae goterón que alivie esta sequedad, limitar el abastecimi­ento nocturno del agua constituir­á un gesto tramposo y torpe, amargament­e redondo: será una iniciativa tan vacía como el embalse de La Puebla de Cazalla, que se presenta listo ya para acoger una juerga primaveral más, un Burning Man andaluz. Lo que, despístese usted, vamos a acabar siendo todos.

El único chollo durante la escasez es tener ahorros. Aunque haya que asfixiar la popularida­d electoral. Puesto que no hay en la región ley documentad­a que marque como mayoría de edad los doce añitos, puede presuponer­se que anunciar antes de la primavera un juego de medidas preventiva­s no causará berrinches públicos en las plazas ni tomatadas en las sedes de los partidos políticos. Puede asumirse que el ciudadano adulto acepta que parte de su bienestar descansa en manos de los otros y que en la búsqueda del bien común el deber precede al placer. Puede sospechars­e que también reconoce que solo el necio empeña lo que no tiene. O que ahora a las clarisas hay que llevar gallinas. Sea lo que sea antes.

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