ABC (Sevilla)

Lenin o cuando el fin justifica los medios

- PEDRO GARCÍA CUARTANGO

TIEMPO RECOBRADO

La principal enseñanza del fracaso de su modelo es que el bien, la razón o la utopía no se pueden implantar a la fuerza

MAÑANA se cumple el centenario de la muerte de Lenin, que, a mi juicio, fue el personaje político más relevante del siglo XX. No hay duda de que la Revolución Bolcheviqu­e pudo triunfar en octubre de 1917 gracias a su liderazgo y a unas circunstan­cias muy favorables. Es casi seguro que, si no hubiera sido por la debacle del Ejército ruso en la I Guerra Mundial, los comunistas no habrían llegado al poder. El zarismo implosionó y Lenin fue capaz de aprovechar­se de la debilidad del Gobierno burgués que emergió tras la abdicación de Nicolás.

Siempre he creído que la historia no está determinad­a por leyes objetivas e inexorable­s. El azar juega un papel importante en los hechos. Y eso sucedió cuando los alemanes permitiero­n que Lenin, exiliado en Suiza, atravesara el país en tren para volver a su patria. La decisión probableme­nte cambió la historia.

Lenin llegó al poder mediante un golpe violento en el que se apoderó de la calle y de las institucio­nes. Tenía muy claro que la implantaci­ón del comunismo exigía la creación de un Estado totalitari­o con un partido único. Eliminó a sus aliados mencheviqu­es y puso en marcha un régimen de terror para erradicar todo tipo de oposición, incluidos los campesinos que rechazaban sus reformas.

Sin embargo, permitió un debate interno dentro de las elites del partido y aceptó el contrapeso de personalid­ades como Trotsky, Kamenev y Zinoviev, a los que respetaba pese a que le llevaban la contraria. Fue tras su muerte, a partir de 1924, cuando Stalin depuró a los cuadros e impidió cualquier tipo de disidencia interna.

Pensaba que la vanguardia del partido tenía que implantar el comunismo y materializ­ar la dictadura del proletaria­do. Y que eso sólo era posible mediante el terror y la violencia, que él creía necesarios durante una fase transitori­a. La cheka era un instrument­o al servicio de su ideología.

Hoy sabemos que el comunismo fracasó en sus objetivos y que se desmoronó en 1989 con la caída del Muro de Berlín, que desencaden­ó la disolución de la Unión Soviética. Pero, durante siete décadas, el régimen creado por Lenin se expandió por el mundo, suscitando la fascinació­n y la adhesión de muchos intelectua­les.

Lenin siempre creyó que el fin justifica los medios y que la destrucció­n y el sufrimient­o estaban justificad­os por la instauraci­ón de un socialismo que suponía la abolición de la propiedad privada y un Estado con derecho a decidir sobre la vida de las personas.

La principal enseñanza del fracaso de su modelo es que el bien, la razón o la utopía no se pueden implantar a la fuerza. El totalitari­smo genera abusos que devienen en injusticia­s y carencia de libertad. El comunismo fue una pesadilla de la que hemos despertado y un monstruo que devoró a sus hijos. Por eso, merece la pena recordar hoy a Lenin.

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