ABC (Sevilla)

Carlos Sainz acaricia otra proeza

▸ Solo una hecatombe evitaría que el piloto español levante hoy su cuarto Touareg

- SERGI FONT

«Con una hora de diferencia... estoy más tranquilo, pero aún quedan 175 kilómetros. Sé que en este rally hay que cruzar la meta y es lo que vamos a intentar mañana (por hoy). Vamos a concentrar­nos en ello, a mirar bien el coche, porque la etapa ha sido muy dura», respiraba Carlos Sainz cuando supo que el problema mecánico que sufrió Sébastien Loeb le descartaba en la pelea por el Dakar.

Y es que el madrileño se abraza a la prudencia a pesar de que su cuarto Touareg es prácticame­nte un hecho. La etapa de hoy, con salida y llegada en Yenbu, debe ser un mero trámite en el que la renta que ostenta en la general es un mundo para todos los que vienen detrás (el más cercano es Guillaume de Mevius a una hora y media en la general).

Pero Sainz no quiere confiarse. Aún no ha olvidado el Mundial de rallys de 1998. El madrileño perdió su tercer título mundial en el RAC de Inglaterra cuando su Corolla se paró, a 400 metros de la meta, por una fuga de aceite cuando ya se cantaba el triunfo. La imagen es icónica. Su copiloto, el gallego Luis Moya, bajó del coche con un extintor en la mano y abrió el capó delantero para tratar de sofocar la humareda que surgía del motor, mientras soltaba una retahíla de frases que pasó ala historia del deporte español y que durante mucho tiempo simbolizar­on la mala suerte: «¡Trata de arrancarlo!», «¡trata de arrancarlo, Carlos!», «¡trata de arrancarlo, por Dios!», «¿no arranca, Carlos? y «¡me cago en su puta madre!».

Solo una debacle similar a la que ocurrió hace poco más de 25 años puede privar a Sainz de su triunfo en el rally más exigente del mundo. Nadie imagina a Lucas Cruz, su copiloto en el Audi, gritando: «Por Dios, Carlos, trata de ganarlo». La victoria empezó a saborearla ayer cuando al pasar por el kilómetro 132, de los 420 que debía completar, vio a Loeb varado en la arena. «Seb tuvo un gran aterrizaje y sufrió algunos daños en la suspensión, pero la parte rota fue reparada después de que el otro Hunter del equipo YunXiang llegó para ayudar, lo que significa que Seb y Fabián ya han retomado la marcha», explicaba la organizaci­ón tras confirmar que Loeb había perdido una hora y 16 minutos.

Exquisito gesto de deportivid­ad del francés, levantando el pulgar al paso de Sainz y alertándol­e para que aminorase la marcha al encontrars­e en una zona peligrosa de piedras y no pinchara. «La etapa ha sido limpia. Hemos tenido solo un pinchazo lento en la parte final. Cuando vimos a Seb nos lo tomamos con más precaución. Ha sido muy difícil, con muchísimas piedras, no veías en ocasiones ni a cinco metros y se necesitaba suerte. Hemos pilotado a veces muy, muy lento, pero incluso así puedes pinchar», explicaba en meta el madrileño, que fue escoltado por Ekström y Peterhanse­l por si necesitaba ayuda. Al final la etapa la ganó de nuevo Guerlain Chicherit, seguido por De Mevius. Sainz fue tercero a 5:35 del francés.

El éxito de Sainz se empezó a gestar antes de la etapa maratón, cuando decidió pararse cinco minutos antes de entrar en meta para salir rezagado y poder seguir las trazas de los pilotos que abrían pista. Las dunas y la mecánica acabaron con Al-Attiyah, Al-Rajhi, Peterhanse­l y Ekström. El Dakar era cosa de dos. Loeb apostó por atacar y Sainz por la prudencia. El francés lo pagó caro en la octava etapa con un error de navegación que le dejó a casi 25 minutos del liderato. A partir de ahí, Sainz tiró de estrategia y de la ayuda de sus ‘mochileros’ hasta que ayer el coche de Loeb dijo basta.

Carlos Sainz «Con una hora de margen... estoy más tranquilo, pero quedan 175 km; en este rally hay que cruzar la meta»

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// ABC El Audi RS Q E-Tron pilotado por Sainz cruza las piedras de la undécima etapa

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