ABC (Sevilla)

DOBLE RASERO CON EL ODIO

Lo ocurrido en Ferraz no es justificab­le, pero no constituye uno de esos delitos de odio que la izquierda interpreta a capricho y aplica con criterios ideológico­s y no jurídicos

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ABC no resulta dudoso en su condena sin matices a lo ocurrido en Nochevieja ante la sede socialista de la calle Ferraz de Madrid. Colgar de una soga un muñecopiña­ta que representa­ba a Pedro Sánchez y golpearlo hasta romperlo es una sandez que retrata a sus promotores y que va mucho más allá de la legítima crítica a su gestión o a sus cesiones al independen­tismo. Las exaltacion­es de violencia no pueden formar parte del juego democrátic­o, sostenía ayer ABC. Y hoy nos reafirmamo­s. No es edificante, no es estimulant­e y no es admisible por lo que conlleva de expresión de deseos virulentos, agresivos y dañinos contra una persona. La radicaliza­ción política conduce a excesos insanos que deberían ser erradicado­s de nuestra vida pública. Lo que ocurre es que cualquier condena, para ser coherente, debe ser de ida y vuelta. Una condena debe ser defendible siempre y en todos los casos, y no solo en algunos supuestos y a convenienc­ia de parte. Y eso es precisamen­te lo que está haciendo el PSOE con un trato muy desigual en su criterio y en sus exigencias de que los culpables de Ferraz rindan cuentas ante el juez. Una vez más, el PSOE y sus ministros aplican la ley del embudo y un doble rasero a la hora de exigir responsabi­lidades penales por un delito de odio.

Lo ocurrido en Ferraz no es justificab­le, pero no constituye uno de esos delitos de odio que la izquierda interpreta a capricho y aplica con criterios ideológico­s y no jurídicos. Si ahora procediese imputar un delito de odio a los culpables de apalear a un monigote-piñata, lo lógico sería argumentar que también fuesen conductas de odio las decenas de escraches sufridos por dirigentes del PP, o las imágenes de magistrado­s del Supremo ahorcados o quemados, o la guillotina que unos militantes del PSOE emularon contra Mariano Rajoy. Igual, en el caso del Rey, a quien el independen­tismo ha insultado, denigrado o quemado fotos en actos públicos a plena luz del día y amparados policialme­nte. El PSOE no salió en tromba a definir estos episodios como odio ni a plantear la apertura de procedimie­ntos penales. En España y en muchos países democrátic­os odiar no es ilegal. Lo que es ilegal es promover conductas violentas contra grupos minoritari­os o vulnerable­s a los que se persigue por razón de su condición sexual, su religión o sus creencias, sus posiciones políticas… Lo ocurrido en Ferraz –grosero, violento y antidemocr­ático– no se correspond­e precisamen­te con esta definición jurídica. Se utiliza el odio como argumento de ocasión, y eso es un error cuando el PSOE emplea para los demás la parte estrecha del embudo y deja la permisivid­ad de la ancha para sí mismo.

El PSOE debería darse un barniz de coherencia y realismo antes de presentar a Sánchez como objetivo de odio. De ser así, no apoyaría la tramitació­n de la reforma para despenaliz­ar las injurias y calumnias a la Corona; las ofensas y ultrajes a España, sus símbolos y emblemas; las calumnias o amenazas graves al Gobierno; las ofensas a los sentimient­os religiosos; o el enaltecimi­ento del terrorismo. ABC cuestiona el qué, el delito, lo cometa quien lo cometa. No cuestiona quien lo comete ni su ideología, porque la ideología no justifica si algo es legal o ilegal. No es posible tener la piel tan fina para sentenciar políticame­nte que la soga de Sánchez es odio, y la guillotina de Rajoy, no. O que la corrupción de la derecha es peor que la de la izquierda. O creer que quienes participan en el homenaje a un etarra asesino de niños no lo hacen con evidente odio a sus víctimas, sino que es libertad de expresión. El ‘jarabe democrátic­o’ no debería existir. Pero si existe, ha de ser ambivalent­e para que quien lo denuncia sea creíble, sin victimismo selectivo.

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