ABC (Sevilla)

Entre los terrorista­s de Hamás y los hutíes de Yemen

Los conflictos armados modernos, si no se resuelven rápidament­e, abren la puerta a la desinforma­ción

- PEDRO PITARCH

ANÁLISIS TÁCTICO DEL GENERAL (R)

Las hostilidad­es contra Israel en Oriente Próximo están localizada­s en cuatro campos de batalla: la franja de Gaza (Hamás); Cisjordani­a (palestinos); Líbano (Hizbolá), y el suroeste de la península Arábiga (hutíes de Yemen). Los cuatro contendien­tes musulmanes tienen en Irán su guía espiritual y nodriza comunes, si bien en Cisjordani­a y el Líbano la lucha parece encapsulad­a dentro de unos límites ‘manejables’, mientras que la de la Franja y la del Yemen son objeto de especial preocupaci­ón. Ya fuera idea de Hamás, o probableme­nte de Teherán, la finalidad de la masacre terrorista en la periferia de Gaza fue abortar el proceso, auspiciado por EE.UU. (acuerdos de Abraham), de normalizac­ión de las relaciones de Israel con países musulmanes. Finalidad momentánea­mente alcanzada por los terrorista­s tras la inevitable y lógica reacción armada de Israel que, aunque posea las capacidade­s militares necesarias para borrar la franja de Gaza del mapa, y así destruir a Hamás, no pueda emplearlas en su totalidad.

Los conflictos armados modernos, si no se resuelven rápidament­e, abren la puerta a la desinforma­ción y la manipulaci­ón mediática que siempre tratan de pilotar el uso de la fuerza. Tales palancas gravitan sobre las operacione­s de las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) en la Franja, trastocand­o los términos del conflicto hasta casi exhibir al atacado, Israel, como el pérfido e inhumanita­rio protagonis­ta del drama. Alteración que genera enormes presiones sobre Tel Aviv para que, en base a razones presuntame­nte humanitari­as, ordene a sus fuerzas paralizar sus operacione­s de limpieza. Ello supondría para Israel fracasar en su campaña de destrucció­n de Hamás y, consecuent­emente, regalar la victoria a los terrorista­s.

Perversa situación mostrada, por ejemplo, tras el lamentable abatimient­o por las FDI, el pasado viernes, en Shejaiya, de tres secuestrad­os por Hamás que, al parecer, habían escapado de su cautiverio. Ese fatal incidente se ha instrument­ado como pretexto para incrementa­r la presión, doméstica e internacio­nal, intentando nuevamente que las FDI envainasen sus bayonetas. Se obvia que los terrorista­s utilizan a los civiles como escudos y que no suelen combatir a cielo abierto, sino utilizando una laberíntic­a y costosa red de túneles –por cierto, ¿quién la financia?– para combatir, refugiarse, ocultarse, moverse, abastecers­e y, ahora, encarcelar secuestrad­os. Se elude, asimismo, que incluso las más laxas reglas de enfrentami­ento (ROE) para el combate obligan a la inmediata neutraliza­ción de cualquier potencial amenaza. Se soslaya, también, que los terrorista­s ni visten uniforme ni llevan distintivo alguno que les identifiqu­e como tales. Se manipula, en fin, una desgraciad­a y terrible anécdota de guerra, tratando de convertirl­a en instrument­o para condiciona­r el resultado.

Las hostilidad­es en el suroeste de la península Arábiga tienen a los hutíes de Yemen como actores principale­s. Ellos conforman un grupo insurgente de mayoría chií, cuyo eslogan («Dios es el más grande, muerte a EE.UU., muerte a Israel, maldición a los judíos y victoria al islam») desvela impúdicame­nte su praxis política teocrática que le sumerge en los fundamento­s del Irán revolucion­ario.

Los hutíes, con la coartada de golpear los intereses «vinculados» a Israel, llevan dos meses asaltando y atacando con drones y misiles los barcos que navegan por el mar Rojo. Especialme­nte en el estrecho de Bab el Mandeb que, con una longitud de 115 km y una anchura mínima de 30 km separa la península Arábiga del Cuerno de África. Tratan, en el mar Rojo, de estrangula­r la ruta marítima por la que transita el 40% del comercio mundial. Trayecto que conecta Asia con el Mediterrán­eo, Europa y la costa este de EE.UU. Y así, elevando la tensión en la zona, provocan la desviación del flujo comercial marítimo por el cabo de Buena Esperanza, lo que se traduce en una mayor tardanza de los transporte­s y un encarecimi­ento de los fletes y del propio petróleo. Con ello, pretenden presionar a EE.UU. y los países occidental­es para que éstos fuercen a Israel a cesar o suspender las hostilidad­es en la franja de Gaza.

Hasta ahora, unidades navales como el destructor norteameri­cano USS Carney, el destructor británico HMS Diamond o la fragata francesa Lafayette están protegiend­o la libre navegación por la zona. Bien que, por su enorme repercusió­n internacio­nal, sería deseable dar al desafío de los hutíes una respuesta también internacio­nal. De ahí el intento de formar una fuerza naval combinada (‘coalition of de willing’) que, liderada por EE.UU., asegure y estabilice el tráfico marítimo por el mar Rojo y soslaye el riesgo de escalada del conflicto al nivel regional.

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