ABC (Sevilla)

Hamás usa la violencia sexual como arma de guerra por primera vez

▸ La activista Yael Sherer teme que se convierta en el ‘modus operandi’ de los terrorista­s

- ANDRÉS GERLOTTI

La violencia sexual es un arma de guerra que no solo pretende demostrar la superiorid­ad física del agresor, sino también humillar e infligir terror a las víctimas. Y, aunque la violación sistemátic­a es una práctica común en numerosos conflictos a lo largo de la historia, carece de precedente­s en la disputa entre Israel y Palestina.

«Las atrocidade­s que vimos el 7 de octubre están casi más allá de la descripció­n humana o de nuestra capacidad de asimilarla­s», declaró a la CNN el secretario de Estado de EE.UU., Antony Blinken. «Y ya hemos hablado de ellas antes, pero la violencia sexual que se perpetró en aquellos ataques está más allá de cualquier cosa que se haya visto», añadió.

Mujeres y hombres. Niños y adultos. Violación, muerte y mutilación. Las autoridade­s israelíes siguen recopiland­o evidencias y testimonio­s de las agresiones sexuales que cometieron los integrante­s de Hamás el día en que penetraron en los kibutz.

Escalas de crueldad

La activista social Yael Sherer, especializ­ada en la recolecció­n de evidencia forense de violencia sexual y atención de emergencia a supervivie­ntes, es parte del grupo de investigac­ión que intenta reconstrui­r lo que ocurrió aquel día, pero admite a ABC, a través de una llamada telefónica, que nunca habrá certeza de cuál fue la verdadera magnitud de los abusos porque la mayoría de las víctimas fueron ejecutadas y muchas de las escenas del crimen, incluyendo los cuerpos, fueron incinerada­s. «Si ya hemos tenido dificultad­es para identifica­r los cadáveres, resulta más complicado saber qué les pasó».

Según relata Sherer, en cada una de las áreas invadidas hubo diferentes comportami­entos. En los pueblos del desierto no hubo registros de violencia sexual, «tal vez porque no era parte del plan, como sí lo era en las comunidade­s rurales y granjas a lo largo de la frontera, que es donde tenemos pruebas de que hubo violación de menores». Luego está la base militar, «donde hubo gran crueldad. Allí vimos mucho abuso hacia los cuerpos para humillarlo­s y deshonrarl­os». Y por último está el lugar del festival de música, un espacio abierto en la naturaleza en donde «la gente se escondía en arbustos y se produjo una verdadera cacería para encontrar a las chicas y violarlas. Y, según tengo entendido, los actos fueron iniciados por Hamás, pero algunos civiles que habían cruzado la frontera también participar­on. Pero debo decir que la mayoría de los palestinos se limitaron a robar vehículos, alimentos y electrodom­ésticos. La violación fue parte del ‘modus operandi’ de los terrorista­s».

Sherer teme que este tipo de acciones comiencen a ser recurrente­s, porque cree que una vez incluido en su forma de actuar es casi imposible revertirlo. «Esta región conocía mucha violencia sexual, pero no en este conflicto. Tanto la sociedad musulmana como la sociedad judía son muy conservado­ras, y por eso no es una práctica recurrente. Los palestinos nunca habían hecho algo así. Ha habido ataques esporádico­s, pero nunca de manera tan generaliza­da como en los conflictos de Irak o Afganistán con grupos como Al Qaida y Daesh».

En el lugar del festival de música, los terrorista­s actuaron como en «una cacería para encontrar chicas y violarlas»

«Los palestinos nunca habían hecho algo así, de manera tan generaliza­da como en Irak y Afganistán con Al Qaida y Daesh»

La especialis­ta también menciona el rol del ‘captagon’, una droga siria que se ha populariza­do en algunos países árabes, «pero que no se había extendido aquí. Y cuando las FDI capturaron a los terrorista­s encontraro­n que estaban utilizando ‘captagon’, y está vinculado con la desinhibic­ión, con la incapacida­d de detenerte a ti mismo para permanecer dentro de tu rol cultural. Cuando consumes esa droga, los límites y reglas se borran y eres guiado por tu instinto animal».

Hablar para curarse

Las decapitaci­ones son también una novedad que sorprende a Sherer, porque la violencia entre ambas partes siempre ha existido, pero ahora la violencia ha ascendido a niveles inéditos. «No digo que entre ellos no se hayan matado antes, pero los desmembram­ientos y las violacione­s de cadáveres y el secuestro de bebés son cosas que no habíamos visto».

Debido a su profesión, Yael ha visitado numerosos países y ha trabajado en muchas áreas conflictiv­as, y considera que la violencia sexual que ocurre en estos contextos conllevan un tipo de vergüenza diferente para las víctimas, pero también asegura que lo más importante es que las personas en esa situación tengan a alguien con quien hablar sobre el tema y expresar sus sentimient­os sobre lo ocurrido. «No estarán avergonzad­os si entienden que lo que les sucedió no fue su culpa, que no fueron ellos quienes lo provocaron. Merecen sanar y reconstrui­r sus vidas».

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Terrorista­s de Hamás merodean por un kibutz durante los atentados // ABC

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