Hamás usa la violencia sexual como arma de guerra por primera vez
▸ La activista Yael Sherer teme que se convierta en el ‘modus operandi’ de los terroristas
La violencia sexual es un arma de guerra que no solo pretende demostrar la superioridad física del agresor, sino también humillar e infligir terror a las víctimas. Y, aunque la violación sistemática es una práctica común en numerosos conflictos a lo largo de la historia, carece de precedentes en la disputa entre Israel y Palestina.
«Las atrocidades que vimos el 7 de octubre están casi más allá de la descripción humana o de nuestra capacidad de asimilarlas», declaró a la CNN el secretario de Estado de EE.UU., Antony Blinken. «Y ya hemos hablado de ellas antes, pero la violencia sexual que se perpetró en aquellos ataques está más allá de cualquier cosa que se haya visto», añadió.
Mujeres y hombres. Niños y adultos. Violación, muerte y mutilación. Las autoridades israelíes siguen recopilando evidencias y testimonios de las agresiones sexuales que cometieron los integrantes de Hamás el día en que penetraron en los kibutz.
Escalas de crueldad
La activista social Yael Sherer, especializada en la recolección de evidencia forense de violencia sexual y atención de emergencia a supervivientes, es parte del grupo de investigación que intenta reconstruir lo que ocurrió aquel día, pero admite a ABC, a través de una llamada telefónica, que nunca habrá certeza de cuál fue la verdadera magnitud de los abusos porque la mayoría de las víctimas fueron ejecutadas y muchas de las escenas del crimen, incluyendo los cuerpos, fueron incineradas. «Si ya hemos tenido dificultades para identificar los cadáveres, resulta más complicado saber qué les pasó».
Según relata Sherer, en cada una de las áreas invadidas hubo diferentes comportamientos. En los pueblos del desierto no hubo registros de violencia sexual, «tal vez porque no era parte del plan, como sí lo era en las comunidades rurales y granjas a lo largo de la frontera, que es donde tenemos pruebas de que hubo violación de menores». Luego está la base militar, «donde hubo gran crueldad. Allí vimos mucho abuso hacia los cuerpos para humillarlos y deshonrarlos». Y por último está el lugar del festival de música, un espacio abierto en la naturaleza en donde «la gente se escondía en arbustos y se produjo una verdadera cacería para encontrar a las chicas y violarlas. Y, según tengo entendido, los actos fueron iniciados por Hamás, pero algunos civiles que habían cruzado la frontera también participaron. Pero debo decir que la mayoría de los palestinos se limitaron a robar vehículos, alimentos y electrodomésticos. La violación fue parte del ‘modus operandi’ de los terroristas».
Sherer teme que este tipo de acciones comiencen a ser recurrentes, porque cree que una vez incluido en su forma de actuar es casi imposible revertirlo. «Esta región conocía mucha violencia sexual, pero no en este conflicto. Tanto la sociedad musulmana como la sociedad judía son muy conservadoras, y por eso no es una práctica recurrente. Los palestinos nunca habían hecho algo así. Ha habido ataques esporádicos, pero nunca de manera tan generalizada como en los conflictos de Irak o Afganistán con grupos como Al Qaida y Daesh».
En el lugar del festival de música, los terroristas actuaron como en «una cacería para encontrar chicas y violarlas»
«Los palestinos nunca habían hecho algo así, de manera tan generalizada como en Irak y Afganistán con Al Qaida y Daesh»
La especialista también menciona el rol del ‘captagon’, una droga siria que se ha popularizado en algunos países árabes, «pero que no se había extendido aquí. Y cuando las FDI capturaron a los terroristas encontraron que estaban utilizando ‘captagon’, y está vinculado con la desinhibición, con la incapacidad de detenerte a ti mismo para permanecer dentro de tu rol cultural. Cuando consumes esa droga, los límites y reglas se borran y eres guiado por tu instinto animal».
Hablar para curarse
Las decapitaciones son también una novedad que sorprende a Sherer, porque la violencia entre ambas partes siempre ha existido, pero ahora la violencia ha ascendido a niveles inéditos. «No digo que entre ellos no se hayan matado antes, pero los desmembramientos y las violaciones de cadáveres y el secuestro de bebés son cosas que no habíamos visto».
Debido a su profesión, Yael ha visitado numerosos países y ha trabajado en muchas áreas conflictivas, y considera que la violencia sexual que ocurre en estos contextos conllevan un tipo de vergüenza diferente para las víctimas, pero también asegura que lo más importante es que las personas en esa situación tengan a alguien con quien hablar sobre el tema y expresar sus sentimientos sobre lo ocurrido. «No estarán avergonzados si entienden que lo que les sucedió no fue su culpa, que no fueron ellos quienes lo provocaron. Merecen sanar y reconstruir sus vidas».