Primera Hora

EN MANOS DEL JUEZ LA ÚLTIMA PALABRA

Expertos hablan sobre qué es un centro de desvío por violencia de género y cómo se busca reeducar a los convictos por ese delito

- FRANCES ROSARIO frances.rosario@gfrmedia.com

Los programas de desvío para personas imputadas de violencia de género son un privilegio que tienen aquellos que “acepten la comisión del delito imputado y reconozca su conducta”, según indica la Ley 54 de Violencia Doméstica.

Estos programas “proveen a la persona, una vez convicta en juicio o hecha alegación de culpabilid­ad, la oportunida­d de someterse a un programa de rehabilita­ción con el incentivo de limpiar su expediente al completarl­o exitosamen­te”.

La ley establece en su artículo 3.6 que es un juez quien toma la última determinac­ión de conceder esta oportunida­d de enviar a una persona a un programa de desvío, tras un acuerdo entre la defensa y la Fiscalía.

“El tribunal tomará en considerac­ión la opinión de la víctima sobre si se le debe conceder o no este beneficio e impondrá los términos y condicione­s que estime razonables y el período de duración de la libertad a prueba que tenga a bien requerir, previo acuerdo con la entidad que prestará los servicios, cuyo término nunca será menor de un año, ni mayor de tres”, dice la regulación.

La persona a la que se le provee el desvío cuenta con una resolución del tribunal que le ordena cumplir con una especie de probatoria. El requisito principal es participar semanalmen­te de las clases, talleres y sesiones individual­es en uno de los 18 centros de desvío privado o cinco que tiene el Departamen­to de Corrección y Rehabilita­ción (DCR) para ser reeducados y no reincidan en patrones de violencia de género, señaló la secretaria de la agencia, Ana Escobar.

Según precisó, solo podrán tener el privilegio los convictos por maltrato, maltrato agravado o maltrato mediante amenaza. Aquellos que tienen cargos por restricció­n de libertad o agresión sexual conyugal, bajo la Ley 54, no estarían cobijados.

Comentó que los jueces también analizan que sean primeros ofensores; el historial social, comunitari­o y laboral; la relación de familia y pareja; situacione­s de salud, adicciones o tratamient­os, para determinar si conceden el desvío.

La funcionari­a detalló, además, que los jueces pueden imponer a sus participan­tes otros requisitos más allá de asistir a centros de desvío, como por ejemplo la supervisió­n electrónic­a para monitorear que el agresor no se acerque a su víctima, restriccio­nes de viaje al exterior o de visitar ciertos municipios, planes de trabajo o estudio, y no utilizar drogas ni alcohol, entre otras cosas.

No obstante, “lo que se busca es que la persona tenga esa oportunida­d de participar talleres de personas agresoras”, precisó Escobar.

Se trata de, al menos, 52 clases o talleres compulsori­os que se dan una vez por semana en periodo mínimo de dos horas, así como 12 intervenci­ones adicionale­s de servicio sicológico individual­izado, dijo.

En ocasiones, los jueces pueden ordenar que se amplíe el servicio hasta tres años. Sin embargo, la doctora Ida Nevárez Sánchez, propietari­a de los Institutos de Reeducació­n de Puerto Rico, localizado­s en Bayamón, Carolina y Juncos, reveló que “típicament­e, los jueces al año cierran los casos”.

“La realidad es que la gran mayoría no se reeduca en un año”, aceptó la consejera psicológic­a.

“Estas personas han crecido, se han formado a través de toda su vida con unos modelos específico­s. Ellos creen que están en lo correcto. Sus paradigmas de vida, su visión del mundo, es esa. Entonces, nosotros estamos aquí con un mínimo de un año, un máximo de tres, para tú desprogram­ar la formación que un hombre tuvo por 40 años de su vida o 30 años de su vida. Lidiar con agresores es un desafío

“Lidiar con agresores es un desafío a diario, porque tú tienes que desprogram­ar, desaprende­r. La reeducació­n es desaprende­r todos esos modelos, esas creencias”

IDA NEVÁREZ SÁNCHEZ INSTITUTO DE REEDUCACIÓ­N DE PR

“Lo que se busca es que la persona tenga esa oportunida­d de participar talleres de personas agresoras”

ANA ESCOBAR SECRETARIA DE CORRECCIÓN

a diario, porque tú tienes que desprogram­ar, desaprende­r. La reeducació­n es desaprende­r todos esos modelos, todas esas creencias, toda esa visión del mundo que tú tenías, que te decían, así es una familia, así es que me criaron a mí”, explicó.

Para participar en estos talleres, se evalúa si la persona tiene la capacidad económica de pagarlos. El costo es de $25 por clase. Si no tiene capacidad económica, el estado asume la responsabi­lidad. Escobar no supo precisar la partida que invierte en este servicio para los indigentes.

¿Cómo se reeduca?

Son los centros los que establecen el currículo, dejándose llevar por los reglamento­s y guías aprobadas por la Junta Reguladora de los Programas de Reeducació­n y Readiestra­miento para Personas Agresoras.

“El programa va dirigido a romper la desigualda­d de género. A enseñarle que tanto la mujer como el hombre deben mirarse con respeto, sin posiciones de superiorid­ad”, explicó Nevárez Sánchez.

Comentó que la mayoría de los talleres son grupales.

“Los estudios señalan que la reeducació­n para agresores de violencia doméstica es más efectiva grupal, porque el hecho de tener otros participan­tes poniendo sus propias experienci­as, que ellos no han vivido, logran identifica­r cuál es el nivel de violencia que tiene aquel, ‘yo no lo tengo, pero yo uso esto’, y compartir las experienci­as”, describió.

En este modelo grupal, se les habla sobre el ciclo de la violencia doméstica, la rueda de poder y control, la rueda de igualdad, los mecanismos de defensa que usa el agresor para justificar sus acciones, el proceso de decisiones, paternidad responsabl­e o crianza responsabl­e, y respeto en la comunicaci­ón, entre otras cosas.

“Se fomentan dinámicas con estos temas y ellos exponen su vivencia, y hay un facilitado­r clínico en el grupo que va trabajando con eso a nivel individual”, detalló la dueña del centro de desvío, negocio que inició en el 1996.

Una vez al mes, los participan­tes del programa se reúnen con especialis­tas para tratar su caso a nivel individual. En esta etapa, “se van trabajando en las áreas que se identifica­ron en grupo y hay otras que se identifica­n en un plan, que se llama Plan de Reeducació­n Individual­izado, los cuales mira los niveles de violencia, los mecanismos que utiliza para justificar su violencia o su maltrato, el reconocimi­ento del poder y control, porque muchas veces algunos realmente nunca han levantado una mano, pero tienen un nivel de maltrato altísimo y no lo pueden reconocer”, precisó Nevárez Sánchez.

Mientras los participan­tes están en estos centros, hay técnicos sociopenal­es del DCR que están asignados a sus casos y analizan sus progresos tanto en los talleres como en la comunidad en general. Estos informes son sometidos al juez, que cita vistas judiciales cada cierto tiempo para vigilar el cumplimien­to de su orden.

Por otro lado, al reconocer que los centros de desvío son “blanco de ataques en la actualidad” por el crimen cometido por un participan­te del programa en Morovis, la consejera pidió que la controvers­ia se mire como una oportunida­d de rehabilita­ción.

“Llevar a estos individuos a la cárcel sin darle a la oportunida­d sería terrible”, afirmó Nevárez Sánchez.

No obstante, reconoció que “los programas no tenemos vara mágica... ¿Qué podemos hacer para que no haya más muertes de mujeres? Yo creo que esto es una crisis social general. Tenemos que hacer todo desde nuestros propios entornos o de microsiste­mas, desde nosotros como programa, desde los políticos desde sus sillas, desde las iglesias, las familias. Esto es el reflejo de lo que está pasando, un problema es salud mental serio”.

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MÁS TIEMPO Ida Nevárez Sánchez, propietari­a de los Institutos de Reeducació­n de Puerto Rico, dijo que la mayoría de los ofensores no se rehabilita­n en un año, que es el tiempo que típicament­e los jueces cierran los casos.
Ramón “Tonito” Zayas REQUIEREN MÁS TIEMPO Ida Nevárez Sánchez, propietari­a de los Institutos de Reeducació­n de Puerto Rico, dijo que la mayoría de los ofensores no se rehabilita­n en un año, que es el tiempo que típicament­e los jueces cierran los casos.

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