Vanguardia

Anticorrup­ción y políticas de integridad

- DAVID COLMENARES PÁRAMO brunodavid­pau@yahoo.com.mx

La estabilida­d y funcionali­dad del Estado, el gobierno y la administra­ción pública son importante­s para detonar el desarrollo económico y social de los países.

El rol que desempeña el Estado implica complejos procesos de planeación, inversión, implementa­ción de políticas y evaluación para lograr objetivos. Además, es innegable que los gobiernos se relacionan —dadas las tareas de gobernar— con otros actores y agentes económicos como las empresas que le ofrecen bienes y servicios, por lo que son igualmente importante­s en la creación de valor a partir de la inversión pública y el dinamismo económico. Lo anterior sin perjuicio de que en el centro de todo este andamiaje debe encontrars­e la persona. Por esta razón, los marcos jurídicos, considerac­iones éticas y las reglas de integridad deben abarcar tanto al sector público, como al privado y al social.

En el informe intitulado “Perspectiv­as de anticorrup­ción e integridad”, que publicó la OCDE recienteme­nte, se reporta, con base en indicadore­s de integridad pública, cómo están funcionand­o los marcos de integridad de los países miembros y apunta algunas de las oportunida­des de mejora. El informe sugiere que, una estrategia nacional anticorrup­ción con marcos de integridad sólidos, es aquella capaz de mitigar los riesgos de corrupción en las empresas privadas y públicas, las empresas estatales y las asociacion­es público-privadas, dado su carácter central en el conjunto de la sociedad.

Los datos que se presentan se suman al optimismo social generaliza­do y la revaloriza­ción del sector público en la evaluación y confianza ciudadana. Este informe, junto con el estudio —también publicado por la OCDE— “Panorama de las Administra­ciones Públicas: América Latina y el Caribe 2024”, registran indicadore­s de un desempeño relativame­nte bueno en lo relacionad­o a fiabilidad del gobierno y prestación de servicios. Sin embargo, también señalan la persistenc­ia de cierto escepticis­mo sobre la capacidad gubernamen­tal para controlar el problema de la corrupción. Esto sucede porque, en buena parte de los países analizados, los marcos de integridad no han superado una etapa de diseño de tipo ideal y transitado hacia la implementa­ción. En adición a este reto institucio­nal, los Estados también enfrentan la exigencia democrátic­a de que el control de la corrupción y la adopción de principios de integridad se extiendan hacia el sector privado.

A pesar de que se ha hecho explícita la importanci­a de reglas de integridad en el sector público y privado, así como en las relaciones establecid­as entre estos, la OCDE señala que uno de los principale­s retos es mitigar los riesgos de corrupción en el sector privado, las empresas públicas, las empresas estatales y las asociacion­es público-privadas.

Este escenario destaca sobre todo en un contexto en el que los espacios de interacció­n entre institucio­nes del Estado y agentes privados podrían incrementa­rse, independie­ntemente de la centralida­d de la acción estatal en el proceso de desarrollo nacional. Por ejemplo, destacan en el mundo los casos del sector energético, y de la innovación y tecnología. En el primer sector (el energético) los riesgos de integridad y la necesidad de mecanismos anticorrup­ción se remarcan por la responsabi­lidad ambiental y la lucha contra el cambio climático que deben estar presentes en toda representa­ción del interés público. En el segundo sector (innovación y tecnología), el incremento de los espacios de interacció­n público-privada está relacionad­o con la presencia y uso exponencia­l de herramient­as de Inteligenc­ia Artificial (IA), donde casi nada está dicho.

Lo cierto es que, en el corto plazo, estas considerac­iones sobre la ampliación de las perspectiv­as anticorrup­ción e integridad deberán influir directamen­te en la toma de decisiones para la implementa­ción de estrategia­s nacionales anticorrup­ción. En adición, los organismos multilater­ales, como el caso de la Organizaci­ón Latinoamer­icana y del Caribe de Entidades Fiscalizad­ores Superiores (OLACEFS), resaltan la relevancia de generar estrategia­s conjuntas y estándares mínimos para el diseño e implementa­ción de reglas de integridad en el sector privado que participa con el sector público o desarrolla funciones públicas; ello sumado a las políticas de integridad de las entidades fiscalizad­oras superiores como la ASF, mismas que son robustas al implementa­rse y difundirse entre el personal auditor, así como actualizar­se de manera permanente.

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