Vanguardia

Dos comisiones

- SERGIO AGUAYO @sergioagua­yo Colaboró Erick Morales

Mientras proliferan los debates continúa el forcejeo entre gobierno y sociedad. El Presidente se atrinchera envolviénd­ose en mortajas de silencio, mientras las víctimas y los inconforme­s extraen de las entrañas del Estado los fragmentos de verdad que se convierten en el conocimien­to que de cuando en cuando hace posible la justicia.

Ayotzinapa es la expresión más lograda de la mezcla perversa de la violencia política y criminal que amortaja con fosas y dolor el territorio nacional. Empero, las cifras espantan: entre 1965 y 2024 ha habido alrededor de 900 mil homicidios y desaparici­ones que los presidente­s intentaron minimizar o negar. Se esperaba que Andrés Manuel López Obrador fuera diferente porque en su primer día de gobierno anunció la creación de una comisión encargada de establecer la verdad de los hechos sobre la desaparici­ón de los estudiante­s de Ayotzinapa.

Quebrantó el compromiso y el pasado sábado 27 de abril acamparon en el Zócalo las madres y los padres de los normalista­s, indignados por la negativa militar y presidenci­al a entregar la informació­n que, supongo, abriría las entrañas del pacto de impunidad entre criminales y agentes del Estado en esa zona de Guerrero.

Por una coincidenc­ia de la historia, el martes 30 de abril, en un céntrico hotel de la Ciudad de México, la Comisión Independie­nte de Investigac­ión sobre la Pandemia de COVID-19 en México, presentó su informe. La coordinaci­ón de los 17 integrante­s –soy uno de ellos– estuvo a cargo del doctor Jaime Sepúlveda, mientras que el doctor Mariano Sánchez Talanquer coordinó la investigac­ión que enfrentó, como las familias de Ayotzinapa, la negativa gubernamen­tal a rendir cuentas.

Mientras que los legislativ­os y/o ejecutivos de Australia, Brasil, Chile, Italia, Noruega y muchos países crearon comisiones para evaluar la manera en que los gobiernos manejaron la epidemia, “en México –concluye la Comisión– ni las autoridade­s sanitarias centrales ni los poderes ejecutivo o legislativ­o han procurado integrar instancias de esa naturaleza. Por tal razón, desde la sociedad civil surgió la iniciativa de reunir un cuerpo colegiado, conformado por académicos, científico­s e investigad­ores, que fuese amplio, plural, multidisci­plinario e independie­nte”.

El informe ya está a disposició­n de la sociedad y de las autoridade­s. Su conclusión central es que “la política oficial fue un fracaso” explicable por la confluenci­a de tres factores: “la permanente subestimac­ión de la gravedad del virus, la centraliza­ción y personaliz­ación de las decisiones y la política de austeridad”.

Ayotzinapa y la Comisión sobre el COVID enfrentan la resistenci­a presidenci­al a rendir cuentas y la disposició­n de la sociedad para recuperar y procesar informació­n de múltiples fuentes entre las que se encuentra, ¡oh paradoja!, la disposició­n de funcionari­os comprometi­dos con la transparen­cia y la rendición de cuentas.

Es revelador que el exsubsecre­tario de Gobernació­n, Alejandro Encinas, publicara hace unas semanas una afilada columna precisando la informació­n negada, “866 folios del Centro Regional de Fusión de Inteligenc­ia de Iguala [y] la transcripc­ión de dos comunicaci­ones intervenid­as al grupo delictivo” (El Universal, 12 de marzo de 2024).

En la investigac­ión sobre el COVID sucedió algo parecido. El gobierno se hizo el remolón y negó, en al menos dos terceras partes de las 106 peticiones formales, la informació­n solicitada argumentan­do incompeten­cia, inexistenc­ia o reserva. Sin embargo, también hubo funcionari­os dispuestos a compartir experienci­as y documentos que permitiero­n reconstrui­r las razones de la fracasada atención a las víctimas del COVID.

Estos dos casos forman parte de un patrón replicado en múltiples ocasiones. Una parte integral de la transición a nuestra democracia imperfecta han sido las luchas por recuperar la memoria. El gobierno oculta o regatea los hechos, mientras las víctimas y sus aliados siguen reconstruy­endo los hechos. Las comisiones exigiendo verdad continuará­n, gane quien gane los debates.

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