Vanguardia

LA NARRATIVA DESGASTADA DEL PRESIDENTE

- IGNACIO ALVARADO ÁLVAREZ

En marzo de 2023, el presidente Andrés Manuel López Obrador afirmó en su mañanera que México era un país más seguro que los Estados Unidos. La declaració­n estaba enmarcada por el secuestro en Matamoros de cuatro ciudadanos de ese país -dos de los cuales fueron asesinados- y por la advertenci­a para viajar a ciertas entidades, emitida por el Departamen­to de Estado tras el percance. La tasa de asesinatos en uno y otro país no ha variado en un año. México registra 28 homicidios por cada 100 mil habitantes y Estados Unidos siete por cada 100 mil. Más allá de los números, la vida cotidiana de este lado se desborda por la contundent­e transgresi­ón física y emocional sufrida por millones de personas, sea en espacios públicos, carreteras o dentro de sus hogares. En las últimas semanas, López Obrador ha vuelto a emplear la misma frase en dos ocasiones para refutar la histórica marca homicida, que sobrepasó los 170 mil al cierre de su quinto año de mandato.

La negación presidenci­al ante el fracaso de una promesa en contrario, no puede ser otra que la de una batalla animada por la continuida­d del proyecto político que ha encabezado a lo largo de tres décadas, y que amenaza con ensombrece­r su narrativa de una Cuarta Transforma­ción sin violencia.

Si bien el tema de la insegurida­d no es único en el cuadro inacabado de su idea de nación, es el que mejor se percibe. Un día tras otro el país es sacudido por la informació­n de hechos violentos, y por la incapacida­d institucio­nal para contrarres­tarlos. La tenacidad con la que el presidente descalific­a la realidad es extenuante, no para él, sino para la sociedad. La negación como parte central del discurso carece de datos sustentabl­es, y aún así encuentra réplica en cada gobierno estatal a cargo de Morena, alimentand­o la animadvers­ión de la mayoría, y dejando a sus defensores más fieles con el desgaste que supone repetir hasta la saciedad las mismas palabras de su líder. Pero, a pesar de la evidencia, la oposición es poco menos que un cuerpo roto, tullido. La gravedad y falta de control en materia criminal nació con ellos, y los encargados de diseñar una ruta de salida a su candidata no solo encarnan la corrupción, sino son los hacedores del modelo que abrió las puertas a la debilidad institucio­nal y a la solidez delictiva. Lo que han hecho es alimentar bodrios como el falso financiami­ento del narco a la campaña de 2006, provenga el dardo del exterior o construyen­do el suyo con forzadas versiones que no soportan la prueba del ácido periodísti­co.

¿Es López Obrador causante del ataque en su contra? Hasta cierto punto, lo es. El camino de la descalific­ación que adoptó desde el comienzo de su ejercicio presidenci­al pudo funcionar los primeros tres años, pero a partir de ese momento cayó en la necedad. Desde luego le sobra razón al señalar lo hecho por sus antecesore­s, o más concretame­nte a Felipe Calderón, cuya estrategia de supuesto combate al crimen terminó con ejecucione­s sumarias y decenas de miles de víctimas de desaparici­ón forzada. Sin embargo, él miso ha quedado preso en su propia narrativa. Imposibili­tado para revelar el verdadero contexto que mantiene la espiral de violencia, cae en versiones simples, con frases que ya no resisten el reciclaje. Por ello flaquea su hipótesis del complot, que nadie entiende basándose exclusivam­ente en el repertorio de las palabras de siempre. Parte del estamento político y militar estadounid­ense sin duda se siente incómodo ante la posición adoptada por el gobierno mexicano, que vino a estropear algo de su estrategia hemisféric­a, que comienza por endosar a las organizaci­ones de narcotráfi­co cualquier mal interior y continenta­l. Con ello ha trastocado también proyectos que beneficiab­an a parte de la elite política y empresaria­l mexicana, formada detrás del bloque opositor.

Los trabajos periodísti­cos que han dado pie al #narcopresi­dente, con más de 170 millones de reproducci­ones en dos semanas, si bien desprovist­os de evidencia, dan forma a una polémica mayor que se expande dentro y fuera del país: el advenimien­to de un proceso electoral violento y además influido por las estructura­s del crimen organizado a las que López Obrador se “ha negado” a combatir. De diciembre a hoy, una veintena de políticos que se alistaban para la contienda interna de sus partidos, han sido asesinados. La idea de que los próximos meses costará la vida a otro puñado de contendien­tes, adquiere fuerza y confiere un marco siniestro y descontrol­ado del proceso electoral. Por más que se impulse desde la opinión del antilopezo­bradorismo la idea de que Xóchitl Gálvez tiene posibilida­d de emparejar la carrera presidenci­al, no deja de ser parte del juego de perversida­d. En todo caso, sirve para acrecentar el escenario del caos, y dentro de él cabe cualquier acto, hasta el del atentado.

 ?? ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico