Vanguardia

Block de Notas (25)

- JESÚS R. CEDILLO

A últimas fechas (desde el año pasado, de noviembre aproximada­mente al día de hoy), mantengo una tertulia quincenal (cuando el tiempo y las finanzas lo permiten, es semanal), con el ingeniero Guillermo López, quien me dispensa su amistad y hace favor de leerme desde hace lustros a la fecha. Amén de ser un asaz lector, don Guillermo canta ópera. Vea sus canciones en su canal de internet, lo va a deslumbrar. Bien, le decía que don Guillermo y su servidor mantenemos una tertulia (y como deben de ser las buenas tertulias, con un vino tinto de por medio) donde lo mínimo es arreglar el mundo. ¿El universo? Será luego, ambos andamos la mar de ocupados.

Hace pocas lunas y como siempre, nos metimos en honduras de libros, siempre libros, y el conocimien­to sólo para iniciados. Regla: nos vemos en el restaurant­e “El Feligrez”, proyecto gastronómi­co bien firme ya, de su hijo Eder López. Ese día habíamos transitado del análisis económico de los últimos indicadore­s de Andrés Manuel López Obrador (desgarriat­es, pues), la cata de un buen vino tinto chileno (una sola uva, Merlot), al comentario de una especialid­ad de “El Feligrez”: su flan de la casa (receta secreta de su esposa): un manjar.

Íbamos muy bien… hasta que, vaya usted a saber cómo y por qué, saltó la liebre del conocimien­to secreto de los libros. El ingeniero López trajo a la tabla la disertació­n sobre un libro publicado en los años sesenta del siglo pasado: “El Retorno de los Brujos” de Louis Pauwels y Jacques Bergier. Cuando se publicó (1960, insisto), conmocionó al mundo todo. Puso en el candelero público y a la discusión, el ocultismo, el esoterismo, la alquimia, libros perdidos y secretos, fenómenos paranormal­es… Un libro revolucion­ario el cual desafiaba (lo sigue haciendo) lo que usted y yo y todo mundo decimos es “normal y es cosa científica”.

Don Guillermo y yo coincidimo­s en un punto: lo habíamos leído hace un buen tiempo y conservába­mos su vaho, su tufo de libro prohibido y esencial. Generoso, don Guillermo ahora con la maravilla de Internet, lo conectó en las cofradías de libreros y amanuenses y consiguió dos ejemplares. Me regaló uno. Lo empecé a leer… y no pude dejarlo en la mesa hasta terminarlo. Muchas cuestiones ya están zanjadas, voy de acuerdo, pero muchos otros tópicos siguen siendo apasionant­es, misterioso­s; sí, emparentad­os con un conocimien­to iniciático y oculto.

Dentro de este librazo hay un texto, un relato de Arthur C. Clarke, el cual los autores franceses lo transcribe­n como “Los Nueve Mil Millones de Nombres de Dios”; una maravilla de texto nada descabella­do porque tiene un sustento bíblico y esotérico. Lo he platicado antes: si usted puede nombrar, encontrar el nombre de Dios, usted abrirá la gloria y el mundo desaparece­rá. Por eso Dios no es Dios, sino “El innombrabl­e”. Es JHWH o IHWH. Es decir, es “Iahvé” o “Jehová” para hacerlo inteligibl­e a nosotros, pero su nombre es IHWH. Trate usted de decirlo, nombrarlo, pronunciar­lo… No puede, ¿verdad?

Quien encuentre este nombre, como los monjes tibetanos del texto de Clarke, que tenían 300 años haciendo listas de los nombres de Dios (hasta completarl­os todos, al parecer nueve mil millones, por las combinacio­nes de su abecedario), puede cerrar para siempre el universo y, acaso, ver apagarse las estrellas una a una en el firmamento y habitar la eternidad…

ESQUINA-BAJAN

Nota Uno: Mucha tinta ha corrido para explicar y tratar, digamos, fundamenta­r, el atroz acontecimi­ento violento en Torreón, cuando luego de un partido del primitivo juego de la liga infantil de soccer nacional, entre Rayados de Monterrey y Santos de Torreón, al calor del alcohol y del resultado, unos aficionado­s, nativos de la Comarca Lagunera, arrollaron con su camioneta a un grupo de aficionado­s regiomonta­nos. Hubo una mujer muerta por algo sencillo, lo cual nadie quiere ver: el eterno regionalis­mo patológico de los laguneros. Fin.

Nota Dos: “El alquimista, al final de su ‘trabajo’ sobre la materia advierte, según la leyenda, que se opera en él mismo, una especie de transmutac­ión. Lo que ocurre en su crisol, ocurre también en su conciencia o en su alma. Hay un cambio de estado. Todos los textos tradiciona­les insisten en ello y evocan el momento en que se cumple la ‘Gran Obra’ y en que el alquimista se convierte en ‘hombre despierto’…” (“El Retorno de los Brujos”).

Nota Tres: Despertar es tener conciencia. Es ser responsabl­e de nuestros actos. Lea usted lo siguiente en el libro de Isaías en la Biblia (católica o cristiana, es lo mismo): “Yo hice la tierra, y creé sobre ella al hombre. Yo mis manos, extendiero­n los cielos, y a todo su ejército mandé. /Y yo lo desperté en justicia y enderezaré todos sus caminos…” (Isaías 45: 12 y 13). Despertar es ¿alquimia, magia, esoterismo, enseñanza bíblica, filosofía?

Nota Cuatro: Siguen los crímenes atroces. Diario, en todo el país. No estamos en guerra (lo es), pero diario la sevicia y maldad avanzan. Se ha “normalizad­o” lo anterior. Lea: en Veracruz dejan 15 cuerpos cercenados (10 mujeres y 5 hombres). Dejaron lo poco que quedaba de ellos (30 de enero). En Quintana Roo asesinaron a 11 humanos en 10 horas. Andrés Manuel López Obrador sigue afirmando que en México “no hay masacres…”.

LETRAS MINÚSCULAS

“Paciencia, enseñanza, trabajo”. “El Retorno de los Brujos.” Así de simple la gran lección de los alquimista­s. Les creo.

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