Vanguardia

Café Montaigne 276

- JESÚS R. CEDILLO

Usted y yo hemos crecido y crecemos juntos. Sus ideas y exploracio­nes son aquello lo cual su servidor explora y transforma en letras. Hay un tema el cual hemos tocado ya varias veces, tanto en “Block de Notas” como en la columna dominical de “Salpicón” en la revista “360” de esta casa editora. El tema no es baladí y sí, un tema superior: la comida, la indigestió­n, los males estomacale­s, los males del intestino; el no ir a cagar ni mear como Dios manda. La fatídica diarrea lo es tanto como el estreñimie­nto. En fin, temas no hueros ni baladíes. Vaya, son la vida o muerte del ser humano.

Y todo, todo deriva del nombre de Dios, sus cuatro letras jamás nombradas, descifrada­s ni se pueden decir, es el innombrabl­e. Las cuatro letras de Dios, su nombre: JHWH. Sí, es el tetragrama divino. Y de aquí derivan muchas aristas insospecha­das, pero que usted no dudo conozca. Es decir, el cuatro es un número simbólico. Es un pilar divino. Número, digamos, mágico. Es obvio y es alquímico: los cuatro elementos: fuego, aire, agua y tierra. Los cuatro tiempos del clima o estaciones: primavera, verano, otoño e invierno.

Pero también los cuatro humores de la antigüedad: cólera, sangre, flema y melancolía. Y claro, los cuatro elementos del cuerpo humano los cuales nos componen: espíritu, carne, humores y huesos. Lo anterior lo he tomado de la lectura del libro “Cuestiones Simbólicas” de Raimon Arola, para editorial Herder. Entonces me detengo en un punto importante: “humores”. Le repito mi estribillo machacón: si los humores, los sudores, las execracion­es del cuerpo, los mocos, las flemas, el vómito, la diarrea, la orina… ja, usted ha de estar asqueado, estimado lector, pero siga leyendo por favor, si lo anterior no fuese importante, nadie escribiría de ello.

Voy de nuevo: el virus de la diarrea y vómito anduvo pegador en Monterrey y aquí en Saltillo. Mucha gente a mí alrededor lo padeció. Aún lo siguen padeciendo. De diez pacientes en consulta, me contó mi doctor de Monterrey, entre 6 y 7 traían el mismo y emperrado mal. ¿Remanentes del huracán “Otis” y sus vientos malsanos, los cuales viajaron y se estacionar­on aquí en el Norte? Pues sí, puede ser probable. Todo mundo sabe de la “Teoría del efecto mariposa”. Si llueve y se desata una plaga en Marruecos –por cierto, tierra adoptiva del sabio editoriali­sta de esta casa editorial, Carlos Arredondo–, tendrá repercusio­nes en la producción de manzana de la sierra de Arteaga o en el estado de ánimo del gobernador (es un decir) virtual de Nuevo León, Samuel García.

Lea usted lo siguiente para probarle mi teoría, la cual ya tengo varias columnas arrastrand­o en este generoso espacio de VANGUARDIA:

La Vida Eterna, un excremento de carnero, Sube enroscándo­se por el tallo de la cicuta…

He conservado la grafía original del poema de la poeta norteameri­cana la cual murió en el año 2018, dueña de una obra de varios registros donde se amalgama lo trivial, lo aparenteme­nte trivial con eso llamado trascenden­tal, Úrsula K. Le Guin. ¿Lo nota? ¿Qué es la Vida Eterna? Un excremento, la mierda del carnero. Línea después sigue su Apocalipsi­s personal, su escatologí­a poética: “Os ruego, babosa y gusano, si podéis, / comer cicuta, ¿tenéis estómago para nosotros?”.

ESQUINA-BAJAN

¡A otro público con semejante verso! Cuántas ideas en algunas palabras apenas. Sí, es ese viejo temblor de las palabras. Y antes, mucho antes de estos tiempos donde se ha perdido la inteligenc­ia de los humanos y se la hemos dejado a los celulares “inteligent­es”, cuando su servidor era un infante, cuando este escritor estaba enfermo de “algo”, vaya usted a saber de qué en específico, cuando mi madre cargaba con mi enjuta humanidad y me llevaba al doctor, invariable­mente recuerdo lo siguiente: uno tenía que llevar un frasco con orina. Otro, con los primeros excremento­s (la cagada, la mierda; así se dice, no se me asuste lector. Hoy hasta el lenguaje aceptado por la Real Academia de la Lengua Española causa miedo, ¡puf!) del día.

Es decir, el doctor en turno veía aquellos frascos de inmundicia­s humanas, les daba vueltas, lo revisaba a uno con ojos inquisidor­es e implacable, daba una receta. ¿Hoy? Hoy todos le preguntan a Internet. Y al parecer, Internet responde. Un ejemplo rápido y al azar, ¿de dónde viene la leche? Si usted le pregunta lo anterior a cualquier muchacho descerebra­do de cualquier universida­d, le va a responder: “La leche viene de Oxxo o de Walt Mart”. Leamos a un poeta mexicano recién fallecido en este año, Antonio Deltoro. Leámoslo para gozarlo siempre:

Algo se transmite por la leche de vaca Que prolonga la teta Y hace cachorros a gatos y humanos… No más. Hoy todo mundo se amamanta en Internet y la ignorancia es brutal. ¿Usted tiene miedo de cargar y orinar como Dios manda? Se pierde de lo mejor de la vida, tanto en el sentido físico como intelectua­l. Hoy terminarem­os convocando a un clásico, como los anteriores escritores aquí citados. Es el maldito de Charles Baudelaire. Lea usted…

LETRAS MINÚSCULAS

“En la hora en que entra el frío, la sangre, los sudores…”. Nada por decir.

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