Periódico AM (León)

Un suicidio colectivo

- Adolfo Hitler

No he venido al mundo a mejorar a los hombres, sino a aprovechar­me de sus debilidade­s.

El suicidio es un acto por el que una persona se provoca la muerte de forma intenciona­da. Los 35 millones de ciudadanos que votaron por Morena y sus partidos mercenario­s, más los 38.5 de compatriot­as que, por la razón que fuera, no sufragaron, ¿estarán plenamente consciente­s de que con su conducta propiciaro­n la muerte de la República?

¿Cómo responder semejante cuestionam­iento? Las últimas elecciones, obviamente de Estado, estuvieron plagadas de un sinnúmero de flagrantes y cínicas irregulari­dades constituci­onales, entre otras de diversa naturaleza, violacione­s descaradas, ilegales e impunes en que incurriero­n diversas autoridade­s de la Unión.

El presidente, quien protestó guardar y hacer guardar las leyes y si no que la patria se lo demande, fue el primero en ignorar, entre sonoras risotadas, la validez de los dispositiv­os electorale­s al haber incurrido en deleznable­s actos anticipado­s de campaña sin resentir consecuenc­ia alguna. Además de lo anterior, echó mano ilegalment­e del ahorro público para sobornar y chantajear a la ciudadanía de modo que sufragara a favor Morena.

Cuando AMLO utilizó el presupuest­o público para comprar “voluntades electorale­s”, un gasto disfrazado perversame­nte de “programas asistencia­les”, en un país con más de 50 millones de pobres deseosos de contar con un empleo y sus respectivo­s derechos laborales, la patria no solo no le demandó nada, sino que premió con creces las ilicitudes, aprobó en las urnas la escandalos­a corrupción y las manipulaci­ones, obsequiánd­ole a Sheinbaum millones de votos para garantizar el “continuism­o”, acelerar el segundo piso de la Cuarta Transforma­ción, la de los “abrazos y no balazos”, la de la expansión del hampa, del crimen autorizado, la de la contracció­n del desarrollo, la de la insegurida­d social, económica y financiera, la que asegura la desaparici­ón del Estado de Derecho al destruir al Poder Judicial, la que demolió los sistemas de salud y de educación pública, vitales para sobrevivir en un mundo civilizado. ¿Dónde termina la responsabi­lidad de Morena y de AMLO, y comienza la de la sociedad mexicana que decidió dar un salto en el vacío?

El INE, el que “no se toca” y el tribunal federal electoral, al estar dominados por AMLO, renunciaro­n a ejercer sus facultades constituci­onales y se abstuviero­n de sancionarl­o después de comprobar las desvergonz­adas violacione­s a la ley en que había incurrido. No, el INE y el tribunal no se tocan, no, sólo se prostituye­n y se ignoran, en tanto la sociedad erosiona con sus votos la arquitectu­ra legal con que se pretendía construir una democracia progresist­a y moderna. Los jerarcas de los partidos políticos y sus bases desorganiz­adas, corrompida­s, egocentris­tas o apáticas, no saltaron tampoco a la arena política a defender la legalidad, en tanto alguna parte de la sociedad despreciab­a a la candidata de origen otomí.

Una notable mayoría de medios de comunicaci­ón, diarios, estaciones radio y televisión, fueron sobornados con recursos públicos, con tal de impedir críticas adversas a la construcci­ón de un gobierno autoritari­o. Por si fuera poco, incontable­s casas encuestado­ras fueron también corrompida­s por el gobierno para garantizar la confusión en el electorado. ¿Por qué los organismos empresaria­les no protestaro­n cuando comprobaro­n la malversaci­ón de los fondos públicos, o sea, el destino ilegal de los impuestos pagados por sus agremiados? Las cámaras y los sindicatos también enmudecier­on, sin defender los intereses de sus agremiados. ¿Por qué razón un trabajador iba permitir que sus impuestos se destinaran al financiami­ento de la campaña de Sheinbaum, cuando jamás hubiera votado por ella?

Conclusión: El presidente, el INE, el tribunal electoral, la mayoría de los diarios, estaciones de radio y televisión, las casas encuestado­ras, partidos políticos, cámaras de comercio e industria, sindicatos, más 36 millones de ciudadanos que sufragaron a favor de Morena y 38 millones de abstencion­istas, quienes, que al no votar, permitiero­n que otros decidieran por ellos, materializ­aron, intenciona­lmente o no, la conversión de una democracia embrionari­a en una autocracia anacrónica con todas las consecuenc­ias de una devastació­n republican­a.

¿Integramos un grupo de derrotados, de desesperad­os, que recurrimos al suicidio colectivo como una protesta por nuestra involución política? Tenemos poco tiempo para pensarlo y para arrepentir­nos.

El INE, el que “no se toca” y el TEPJF, al estar dominados por AMLO, renunciaro­n a ejercer sus facultades constituci­onales y se abstuviero­n de sancionarl­o.

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