Felicitar, agradecer y perdonar
Mayo, mes de las flores, también es el mes en que se festeja a las madres y los maestros. El día de los padres pasó a junio, pero también papá ha tenido una influencia decisiva en nuestra vida. Va nuestra felicitación sincera para mamá, papá y los maestros que cada uno tuvimos.
Nuestra felicitación tiene que ver con quienes somos. Hoy miramos en el espejo el resultado de lo bonito y lo feo que vivimos con mamá, papá y los maestros. Ellos depositaron sus propias personalidades en nosotros a través de las interacciones. Nos configuraron. La cuestión es si podemos amarnos tal como nos vemos y a ellos tal como son o fueron. En caso negativo, nos desagrada felicitarlos; en caso positivo, nuestra felicitación está colmada de gratitud.
Guardar resentimientos en lugar de gratitud nos convertiría en seres resentidos. Ninguna mamá, papá o maestro acertó al cien por ciento con lo que necesitábamos. Por grande que fuera su buena voluntad, estaban cargando sus propias historias y conflictos, que también nos transmitieron. Perdonar de corazón sus imperfecciones es la única forma de nosotros permanecer sanos, limpios de animosidades y capaces de inventar pautas nuevas de interacción.
Perdonar puede ser difícil; recordamos que éramos pequeños y no podíamos protegernos de ellos. Esperábamos que nos protegieran y, sin embargo, en muchas ocasiones nos producían temor. ¿Acaso podemos viajar en el tiempo y hacer que lo ocurrido fuera distinto? No. Lo traemos al presente a través de la memoria y en ocasiones lo sentimos como si estuviera sucediendo.
Recordar es volver a vivir. Resentir es volver a sentir. Perdonar es dejar que el pasado sea pasado, soltar las cargas que pudiéramos traer arrastrando de otras épocas y renunciar a la inútil pretensión de haber tenido una mejor niñez o juventud.
Es posible reinterpretar lo sucedido a la luz de la compasión hacia nosotros y hacia ellos para liberar nuestro corazón del dolor.
Nadie que mira hacia lo ya vivido puede asegurar que todo fue armonioso; no obstante, hay sabiduría en sacar provecho de absolutamente todas las experiencias, las dichosas y las que dolieron.
Felicitar, agradecer y perdonar van juntos en las personas que desean vivir vidas felices, incluido el perdonarse a uno mismo. Dejar de recriminarse por aquel día que se equivocó o se portó mal, no supo cómo protegerse, pospuso el poner punto final a una situación que le hacía daño y un etcétera que puede ser infinito.
La compasión para con uno mismo es requisito indispensable para darnos el perdón de todo cuanto hicimos que no fue perfecto. Nos mantiene con los pies en la tierra, libres de egolatrías y de exigencias imposibles de cumplir. Nos experimentamos humanos; es decir, perfectibles y en evolución. Entonces podemos decir: “Soy como soy y me sigo amando. Desde el amor por mí puedo perdonar y agradecer a mamá, a papá y a los maestros que me formaron. Estoy libre de resentimientos”.
“Psicología” es una columna abierta. Puedes participar compartiendo tus ideas, temas, preguntas o sugerencias, escribe a Psicologa@DoloresHernandez.org