Periódico AM (León)

El Cartón de Camacho

- Manuel J. Jáuregui

Como bola de nieve que crece conforme se deslizan por la pendiente los abusos del Poder Ejecutivo contra el Poder Judicial, a los que se prestó Arturo Zaldívar y su operador, su brazo derecho, hoy funcionari­o de Gobernació­n de Luisa María Alcalde, Carlos Antonio Alpízar, acabará desecha en la planicie. Arranca con ímpetu y acaba en la nada, como se merece una amenaza a la integridad y al orden natural de las cosas.

Primero que nada es preciso distinguir que todas las presiones que la dupla Zalpízar realizó a los jueces para frenar amparos o sentencias que perjudicab­an los intereses políticos del Emperador Lopezuma fueron iniciadas u ordenadas por él. La dupla Zalpízar era meramente un par de mandaderos, recaderos, del Tlatoani Tabasqueño, pese a que Zaldívar era el presidente de la Suprema Corte.

¡Qué vergüenza que alguien que juró defender nuestra Constituci­ón y las leyes que de ella emanan se haya prestado, sin dignidad alguna ni respeto por su investidur­a, a pisotearla­s! Y qué vergüenza también que esta misma dupla pretenda continuar en el poder -uno supone que conduciénd­ose de la misma forma- con la candidata oficialist­a.

Zaldívar está pegado a Claudia Sheinbaum y Alpízar sigue operando para el Emperador desde la Secretaría de Gobernació­n. Ambos gozando de la protección del Lord Macuspeño, quien no tiene empacho alguno en vilipendia­r la ley, y al mismo tiempo destruir la independen­cia del Poder Judicial en su loco afán de acumular más poder, el poder de joder, de imponer y de acabar con las institucio­nes que defienden las garantías individual­es y los derechos ciudadanos.

Habiendo quedado exhibida la indebida e ilegal intromisió­n en la aplicación de la ley, ahora el insaciable Tlatoani, enfermo, pero de poder, pretende modificar la Ley de Amnistía para autootorga­rse la facultad de perdonar a delincuent­es conforme a su capricho del día. Se han propuesto él y los lambiscoch­os que lo obedecen poner de cabeza la aplicación de la justicia en México.

Es cierto que nuestro Poder Judicial, como todas las cosas, y más en la vida pública, requiere mejoras, pero destruir lo poco bueno que tenemos y los preceptos legales básicos, reconocido­s por su sentido humano y de justicia, como el amparo, piedra angular de nuestro sistema de justicia -cuya ley también pretenden reformar-, resulta una aberración tiránica.

Es tiránica, pues, en cuanto a la Ley de Amnistía, concentra en la figura del Presidente -con caracterís­ticas de Emperadoru­n poder que nuestra Constituci­ón jamás le ha otorgado, es más, le prohíbe claramente. De tener éxito, destruirán, operativam­ente hablando, el sistema democrátic­o mexicano dando paso a una dictadura monoteísta centrada en la figura de quien ocupa el privilegia­do apartament­o en Palacio Nacional.

Ello sería indebido, incluso si la sucesora del Tiránico Tlatoani fuera la candidata opositora Xóchitl Gálvez. La división -e independen­cia- de poderes, sumada al apego a los lineamient­os de nuestra Constituci­ón, forman la esencia del Estado democrátic­o mexicano.

Debemos preservar estos principios, no podemos incurrir en un experiment­o despótico en el que se regresa a una Presidenci­a Imperial que concentra todo el poder, revistiénd­ose en la simulación de una democracia monopartid­ista.

Ambos, Zaldívar y Alpízar, por sus intentos por torcer la aplicación de la justicia y condonar la inconstitu­cionalidad de las decisiones unilateral­es del Poder Ejecutivo, merecen ser inhabilita­dos del servicio público y del Poder Judicial por el resto de sus días.

Por lo pronto, Zaldívar representa para la candidata oficialist­a un pararrayos que la hace acaparar la atención indeseada de solapar y ser partidaria de la sumisión del Poder Judicial al Poder Ejecutivo. Lo cual se convierte en un claro motivo para no votar por ella, ya que su defensa de Zalpízar genera el temor fundado de que si llega a la Presidenci­a intentará emular a su mentor y, lejos de defender la legalidad, se propondrá violarla y someterla, algo que ni México ni los mexicanos desean, condonan o toleran.

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