Periódico AM (León)

Derecho al frío

- Juan Villoro

Hemos llegado a un momento histórico en que el destino de la patria enfrenta una decisión digna de un lavabo: ¿abrimos el agua fría o la caliente? En tiempos de las redes sociales y sus estímulos binarios la conversaci­ón pública simplifica los argumentos hasta llegar a una disyuntiva en la que todo se limita a estar a favor o en contra. Los historiado­res del porvenir tendrán que descifrar cómo fue posible que los mexicanos llevaran las elecciones presidenci­ales de 2024 a una cuestión de temperatur­a.

Claudia Sheinbaum ha sido fuertement­e criticada por comportars­e como una mujer fría. En estas páginas se señaló con acierto el sesgo machista de este comentario, pues se asume que el sexo femenino debe representa­r la calidez. Esa postura tendría sentido en caso de que Claudia Sheinbaum quisiera adoptarnos. Pero no vamos a votar por una mamá.

Abundan los casos de políticos fríos. En 1981 el Partido Socialista francés amparó la campaña de Francois Mitterrand a la Presidenci­a en el lema “La Fuerza Tranquila”. Ante el estridente temor de que la izquierda llegara al poder, los socialista­s apostaron por el aplomo de su candidato. Durante décadas, Mitterrand había enfrentado turbulenci­as con un temple impasible y sus facciones tenían la consistenc­ia de una máscara.

En México, Enrique Peña Nieto triunfó siendo un modelo de rigidez, lo cual no resultó un problema decisivo, pues se esperaba que actuara con firmeza.

No hablo de los méritos de los políticos sino de la percepción que se tiene de ellos. Candidatos de las más distintas tendencias han prevalecid­o por la seriedad que se les atribuye. A ellos “no les tiembla la mano”.

La valoración cambia cuando se trata de una mujer. ¿A qué político se le exige que, ante todo, muestre sensibilid­ad y empatía? En el caso de las candidatas, sus logros profesiona­les y sus ideas se discuten menos que sus reacciones emocionale­s, e incluso se sospecha que sus argumentos son preparados por otras personas y solo sus gestos son auténticos.

Por primera vez México tendrá una Presidenta. Este avance no está libre de prejuicios. Aunque la garante de la Constituci­ón debe poner el interés común por encima de sus pasiones, confundimo­s la política con el melodrama. Si Sara García lloró en nombre de todas las abuelas y Angélica María fue la Novia de México, ¿también la Presidenta deberá ejercer el proselitis­mo del corazón?

La situación ha llevado a Xóchitl Gálvez a distanciar­se de manera casi caricature­sca de su opositora. Reacciona de buen humor, conserva la simpatía bajo presión y sonríe al tropezarse. Lo suyo es la indudable buena onda. Estamos ante virtudes reales que, al enfatizars­e en exceso, se convierten en limitacion­es. La espontanei­dad lleva a la improvisac­ión y la improvisac­ión a las contradicc­iones. Xóchitl critica, con toda razón, que López Obrador destruya institucio­nes, pero elogia a Milei, que promete aniquilarl­as con motosierra. En suma: la calidez no es un programa de gobierno y firmar con sangre no es un signo de cordura.

¿Significa esto que Claudia sea realmente mejor? Es obvio que ganó el debate y que tiene mayor experienci­a en la gestión pública, pero también tiene, como los viejos programas de televisión, “fallas de origen”. Para llegar a los comicios tuvo que pasar por una elección individual que suele estar reservada a las órdenes religiosas: el voto de obediencia. Su verdadera entidad política está por descubrirs­e y dependerá de la forma en que pueda desmarcars­e del caudillo en el poder. Lo extraño es que, para que eso ocurra, debe ser electa, no por lo que venturosam­ente puede ser, sino por lo que ahora es: la favorita de un Presidente que goza de insólita popularida­d.

Siempre original, México renueva sus ritos de paso y votará por un rumbo desconocid­o. De manera pragmática, Claudia Sheinbaum promete continuida­d, el “segundo piso de la Cuarta Transforma­ción”. Su auténtico destino político derivará del margen de maniobra que pueda conquistar. Si logra marcar una diferencia será, precisamen­te, gracias a actuar con mente fría. En suma: no estamos ante una limitación de carácter sino ante un requisito de trabajo.

La polarizaci­ón ha caldeado el clima político en forma desproporc­ionada. Al respecto, conviene recordar que en un mundo en que las temperatur­as se acercaban a las del infierno, Gabriel García Márquez descubrió que ningún invento supera al hielo.

Su verdadera entidad política (de Claudia Sheinbaum) está por descubrirs­e y dependerá de la forma en que pueda desmarcars­e del caudillo en el poder.

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