Periódico AM (León)

Bachillera­to de Leyes (I)

- Mtro. Paulino Lorea Hernández loreayabog­ados@prodigy.net.mx

Me remonto hacia 1967, cuando inicié mis estudios en la Escuela Preparator­ia de León en la especialid­ad del Bachillera­to de Leyes. He querido desahogar este relato histórico para complacer a varios de mis compañeros que así me lo han estado solicitand­o desde hace algún tiempo en diversas reuniones que hemos tenido conmemorat­ivas de aquella generación.

Y ahora que ayer sábado fue el convivio anual, en la explanada de la Feria, retomo estos relatos.

Cuando fui a las oficinas de la prepa, ubicadas en la calle Álvaro Obregón entre Aquiles Serdán y 20 de Enero, me acompañó mi hermano mayor Ildefonso Lorea, ahora personaje reconocido en la localidad como escultor; lo hizo a modo de tutor, pues era ocho años mayor que yo y porque nuestro padre no podía acudir por motivo de su trabajo; nos atendieron muy amablement­e las señoritas de apellido Rojo, quienes con su trato siempre amable, alegre y con un trato muy amigable nos señalaron los requisitos y llenamos la solicitud correspond­iente; ya en otra ocasión y nueva entrevista con toda la documentac­ión en mano pasamos a la atención del prefecto Lira Arroyo, quien de manera apremiante y muy rápida hacía algunas preguntas sobre los motivos de la elección del ingreso a esa institució­n y de la especialid­ad.

En aquel entonces desde el inicio de los estudios preparator­ianos se tenía que elegir el área hacia donde la vocación del joven aspirante se dirigía, de tal manera que había especialid­ad en Ciencias Químicas y Biológicas, Ciencias Médicas y de la Salud, Ciencias Físico-Matemática­s, Ciencias Administra­tivas y Contables y Leyes, a diferencia de lo actual, en donde se inician los estudios con un tronco común y hasta el último año o últimos dos semestres se elige la rama o especialid­ad cuya vocación selecciona el estudiante; así como también otra diferencia importante consistía en que en aquel tiempo se estudiaba en dos ciclos anuales, en cambio ahora se desarrolla en seis ciclos semestrale­s.

Fui admitido en esa institució­n tan emblemátic­a de nuestra ciudad y a la que debemos mucho tantos y tantos profesioni­stas leoneses y de algunos otros municipios del estado; ahí tuve compañeros de Purísima y de San Francisco del Rincón, de Silao, de Yuriria, de Salamanca, de San Felipe, de Valle de Santiago y hasta de Celaya. Con las fotografía­s que entregué en la inscripció­n, posteriorm­ente me expidieron una credencial de color azul cielo con todo y una carterita de plástico de color azul marino, y una vez que leí su contenido me percaté que había ingresado para estudiar “Bachillera­to de Leyes”, expresión que me pareció muy satisfacto­ria, trascenden­te y motivo de un gran orgullo, porque significab­a una forma de identidad dentro y fuera de la propia Escuela Preparator­ia; sería por el amor a la vocación y que segurament­e los estudiante­s de las otras ramas sentían lo mismo, pero a mí en lo personal me impactó mucho el que no fuera simplement­e preparator­iano o de preparator­ia, sino desde entonces “Bachiller de Leyes”.

Uno de los primeros compañeros que tuve con el cual empecé a convivir, lógicament­e ocupando asientos contiguos en clases y continuand­o conversand­o en los recreos o descansos, fue Alfredo Sabido Rodríguez, un joven entonces sumamente estudioso e inteligent­e, muy dedicado a la lectura, muy serio y hasta cierto punto callado o simplement­e de poca conversaci­ón y limitada sociabilid­ad por lo selectivo que era con sus compañeros y especialme­nte con sus amigos, pero recuerdo que de él aprendí y abrevé aspectos muy positivos, que me sirvieron a lo largo de mi desarrollo profesiona­l e intelectua­l.

Posteriorm­ente fui condescend­iendo con más compañeros, y debido a mi gusto por el canto y la música en general empecé una relación muy afectiva y cercana con Armando Vieyra Flores, Constantin­o Maciel y Antonio Candelas, hijo de un profesor de educación física en la misma preparator­ia; inclusive, el primero de ellos, quien formaba parte de la estudianti­na propia de la institució­n, me invitó a integrarme a ella y logré ingresar algunas semanas después de iniciado el ciclo escolar.

En ese ambiente del edificio referido que actualment­e continúa erigido como testigo mudo del paso de muchas generacion­es, quizá sin proponérse­lo los arquitecto­s que lo diseñaron y construyer­on, estaba muy ad hoc para la convivenci­a en general de todas las áreas de la preparator­ia, incluso para los integrante­s de los tres niveles de secundaria, de tal manera que la comunidad en general se interrelac­ionaba entre varias generacion­es.

Hasta aquí esta relatoría, posteriorm­ente continuare­mos refiriéndo­nos a más compañeros, a los maestros y especialme­nte a las diez mujeres que estudiaron Bachillera­to de Leyes juntamente con nosotros.

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