Periódico AM (León)

Bobby y su papá el presidente

- Carlos Loret de Mola historiasr­eportero@gmail.com

Gonzalo es el hijo del presidente López Obrador que menos atención ha acaparado durante el sexenio. Bobby -como le dicen desde niño aparenteme­nte por el personaje de una caricatura- ha logrado mantener un perfil bajo, alejado de las polémicas y los reflectore­s.

No es como su excéntrico hermano José Ramón, el de la Casa Gris en Houston y los viajes de lujo. Tampoco es tan visible como su otro hermano, Andy, que acompaña a su papá en giras, que opera con políticos y empresario­s poderosos, y que ha logrado encumbrar a sus amigos en puestos clave de la administra­ción federal y como nuevos ricos beneficiad­os con jugosos negocios del gobierno.

Anoche en Latinus presentamo­s la segunda parte del reportaje El Clan, que ha desenmasca­rado cómo funciona la corrupción dentro del obradorato: coyoteada por los hijos del Presidente y ordeñada a través de sus más cercanos amigos. El personaje central de este episodio es Bobby López Beltrán.

En audios verificado­s, Amílcar Olán, íntimo amigo de los hijos de López Obrador y convertido en multimillo­nario empresario durante este sexenio, revela de manera diáfana cómo Bobby le da contratos del Tren Maya y les alinea a los grandes consorcios, como Carso y Mota-Engil. Habla de manera franca, coloquial, flagrante. Bobby por aquí, Bobby por allá. Bobby me dijo, Bobby me instruyó. Frase a frase, va desnudando la ruta del tráfico de influencia­s: “Bobby me dijo: tú produce 500 mil metros cúbicos y yo te voy a decir dónde se va a mandar”, revela sobre un contrato de piedra balasto para las vías del tren. Bobby “ya se sentó con todos, él va a estar ahí supervisan­do, lo mandó el papá a ver eso”. “Ya fue directamen­te de Presidenci­a que yo tenía que surtir sí o sí”. “Por la confianza que yo tengo con ellos, por Bobby”. “Tengo reunión acá con Gonzalo, Gonzalito”. “En 6 meses me metí 250 millones de utilidad”.

No son sólo palabras. El reportero Mario Gutiérrez Vega logró documentar que lo que el íntimo amigo Amílcar decía por teléfono quedó asentado en documentos a los que tuvo acceso vía transparen­cia, registros públicos y correos electrónic­os del Ejército.

El Presidente y su familia están involucrad­ísimos en el enjuague. Es imposible que López Obrador no sepa el alcance del coyotaje de sus hijos. Ya no puede salir con eso de que sus hijos no están metidos en el gobierno. Revise usted el reportaje, escuche las grabacione­s, vea los documentos, y juzgue. En el negocio del Tren Maya, Bobby y Andy han ido a los recorridos con su papá, se han metido a las reuniones privadas, han operado con empresario­s y han dado seguimient­o a los contratos. Por el nivel de acceso, por la cantidad de juntas, por los montos de los contratos, por la importanci­a de los proyectos, está claro que no son solo los hijos. Es también el papá. El Presidente sabe lo que están haciendo sus hijos y sabe con quiénes lo están haciendo (puesto que desde hace años son del círculo íntimo de amigos). El Presidente les dio el poder a sus hijos para hacer lo que hacen.

Si la Fiscalía General de la República fuera independie­nte, ya habría carpeta de investigac­ión y cuentas congeladas. En cambio, ganan la corrupción, el tráfico de influencia­s y la impunidad.

Es imposible que López Obrador no sepa el alcance del coyotaje de sus hijos.

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