EN EL PAQUETE
narra las vicisitudes que un ser experimenta a lo largo de su vida. Pretexto perfecto para que los asistentes se miren en ese espejo y puedan transitar por la risa y el llanto. Y es que la efectividad del método de Odín reside en apelar a las emociones y aquellos momentos medulares en la historia de las personas, por los cuales esta expresión del arte resulta implacablemente humana.
Ver a Odín en escena equivale a descubrirse con las pasiones que nos suelen dominar y el espectro de todo aquello que se pone en juego en el trance que ocurre entre el primer aliento y el último. A medio camino de un punto al otro está la pieza que deleitó al respetable tolucense. Un show que dio pauta para hacer un alto en el camino de la existencia y pensar en cómo se sobrevive o se sobremuere. Y en el cual fue inevitable hallar a media luz rostros llenos de lágrimas y escuchar carcajadas denotando complicidad.
El suceso me ha dado vueltas en la cabeza y hecho pensar que la sociedades de hoy están tan enfermas emocionalmente hablando como necesitadas de acompañamientos. Ojalá que esas guías aparezcan de la mano no sólo del humor indispensable para recrearnos, sino desprovistas de trucos característicos del pensamiento mágico al que tanto y tan bien el mismo Odín rechaza. Y que pasan por las pseudoterapias, los decretos, las creencias desestructuradas y la narrativa de que todo esté bien por el mero acto de desearlo.
Debo reconocer que en un momento de la función me sentí ajeno, como el cronista que toma nota del suceso y se desmarca del todo. Pero después entendí que hay mensajes que llegan más a unos que a otros, y que quizá la lección de ese día yo la había tomado antes en compañía de quienes me han encaminado a luchar por congeniar con mis propios demonios.
He pensado, además, en la impecable actuación del autor de la pieza, en el poder
vida._ didáctico del teatro, en lo mucho que hay por aprender sin importar el punto donde se esté y en todo lo que se puede hacer para despertar los sentidos al acto de existir porque, literalmente, en ese trance se va la propia