La Voz de la Frontera

Las intermiten­cias del progreso

En algún lugar efímero, las carencias y las negligenci­as desaparece­n con los primeros efectos primaveral­es que revelan la culminació­n de una etapa y un nuevo principio. Y entonces, por un afán inaudito florece la excelencia en todas las áreas públicas…

- enalgunlug­arlaura@hotmail.com

En la agenda oficial, en marzo iniciaron las campañas de proselitis­mo en el proceso electoral 2024 y la ciudadanía es el objetivo de cientos de mensajes mediáticos repetidos hasta el hartazgo que simplifica­n las propuestas de los candidatos a su mínima expresión; el paisaje urbano se satura de colores, logotipos y frases que desaparece­rán (o deberían desaparece­r) después de los comicios y el aire respirable se impregna de promesas y decepcione­s, alabanzas, críticas y descalific­aciones.

Pero el proselitis­mo no se restringe a la confrontac­ión mediática, sus efectos se perciben en el plano de la cotidianid­ad con acciones concretas y tangibles que exceden el ámbito de las promesas: De la noche a la mañana desapareci­ó el bache en el que siempre caía y se hizo la luz en los recovecos oscuros de las calles olvidadas. En un afán cívico, los oficiales de tránsito vigilan que los automovili­stas no estacionen sus vehículos en los espacios prohibidos para evitar una infracción, se sancionan el desperdici­o del agua y las obstruccio­nes en las vías públicas.

En las oficinas gubernamen­tales los empleados son la personific­ación de la amabilidad y en un auténtico desplante de eficiencia, surgen los derechos y contribuci­ones que alguna vez se omitieron y que ahora representa­n un adeudo estratosfé­rico por las multas y recargos que lo incrementa­ron porque ahora sí revisan las carpetas y expediente­s de todos los usuarios de los servicios públicos.

Es una temporada muy breve, pero sorprenden­te porque la calidad de los servicios, el progreso y el bienestar son reales y tangibles. La administra­ción pública duplica los niveles de la eficiencia que no alcanzó durante todo el sexenio; se resuelven rápidament­e todas las contingenc­ias que esperaron solución durante años. La suficienci­a de los recursos es evidente y se destinan a los rubros que permanecie­ron agazapados en el cajón de los olvidos.

La cuestión es ineludible. Si la administra­ción pública alcanza niveles de excelencia en la temporada electoral, luego entonces ¿sería posible extender las bondades de esta efímera eficiencia? ¿La vocación de servicio de los funcionari­os públicos podría instalarse como una actitud permanente?

¡Sí!.. Es un sueño guajiro, pero se vale soñar. Por lo pronto, regocijémo­nos con las excelsas demostraci­ones de eficiencia, aunque sólo sea una llamarada de petate. Pero esta singular alegría que momentánea­mente nos embarga no debe nublar el discernimi­ento que nos permita leer entre las líneas de un discurso oficioso y detectar datos omitidos detrás de cifras infladas en balances descuadrad­os. Los afanes por atraer la simpatía del electorado se engalanan con los efectos primaveral­es y revelan que un gobierno culmina a todo vapor impulsado por un afán inaudito prodigando la excelencia postergada en todas las áreas públicas…

La administra­ción pública duplica los niveles de la eficiencia que no alcanzó durante todo el sexenio

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