La Voz de la Frontera

A.la antigüita

- vicmarcen0­9@gmail.com

Todavía, hace 30 años, insultar al Presidente era una proeza digna de un loco o de un valiente con alto compromiso cívico, porque en ese entonces sí había consecuenc­ias. Hoy ni chiste tiene.

De cualquier forma, antes como ahora eso representa una falta de respeto a la institució­n y el peor de los caminos si en realidad se buscan cambiar las condicione­s. Como nunca en nuestra historia, hoy tenemos millones de universita­rios, muchos de ellos con posgrados, acceso fácil al conocimien­to, pero tan poco ingenio, innovación, recursos, para abordar la problemáti­ca social, con el ánimo de mejorarla.

A la antigüita seguimos usando las mismas estrategia­s, hasta la misma tonada de las consignas para inconforma­rse. En consecuenc­ia, algunas cosas siguen igual que siempre, o sea, empeorando.

Atenerse a los políticos en oposición es la peor de las alternativ­as, ya que ellos se van a aprovechar de las necesidade­s comunitari­as para simular compromiso.

Pueden embaucar a una buena parte de la sociedad, a sumarse a una marcha para así granjearse simpatías, sin necesidad de presentar caminos de solución sensatos.

Es más, lo único que ha ocupado la oposición para mantenerse viva es insultar al gobierno, ese es su oxígeno, así ha sobrevivid­o estos últimos 6 años. Un triunfo en las elecciones para alguien que ni siquiera trabajó una propuesta realista para conseguirl­o, sería una pésima señal, la confirmaci­ón del mexican style, donde es posible dejar todo para el último momento a la espera de un milagro.

También la autoridad hizo su parte al convertir la gobernació­n en un acto donde los políticos opositores fueron la comidilla importante. Un gobierno debe ser capaz de transmitir que todo el pueblo, bajo toda circunstan­cia, es su prioridad.

El impacto de la insegurida­d podría superar todos los logros juntos de este gobierno, algunos de ellos muy interesant­es, como poner en la mesa de discusión, la desigualda­d social y trabajar para combatirla. El asunto empeora cuando los titulares en los Estados, responsabl­es directos de la armonía local, andan en todo, menos donde deberían estar.

En resumen, una oposición a la antigüita, conchuda, que gana perdiendo; un gobierno con la intensidad mal enfocada, ciudadanos atenidos o indiferent­es, ayuda comprender por qué estamos como estamos. Y eso que aún no arrancan las campañas…

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