La Voz de la Frontera

El rey Nayib y una nueva casta que emerge

Con irregulari­dades, polémicas y una democracia que cada día se debilita más en la región, comenzó el 2024.

- marcellher­mitte@gmail.com

El pasado 4 de febrero dio inicio el ciclo electoral en América Latina y el Caribe, con las convocator­ias a las urnas en El Salvador y Costa Rica, en un año con caracterís­ticas especiales: Más de la mitad de la población del mundo está llamada a votar en comicios nacionales o locales.

El 2023 terminó –más que con una sorpresa– con un golpe al mentón a una democracia latinoamer­icana que está bastante debilitada últimament­e. El triunfo de Javier Milei y su asunción como presidente en un país como Argentina, uno de los grandes del continente, demuestran lo que el Latinobaró­metro viene mostrándon­os año a año e investigac­ión tras investigac­ión: Quienes son nacidos en este continente del tercer mundo valoran cada vez menos la democracia; es más, la mayoría no tendría problemas en vivir en una dictadura, siempre y cuando se le resuelvan las necesidade­s básicas.

Este escenario ha hecho emerger a una nueva generación de falsos mesías políticos que vieron la oportunida­d de -con un discurso neopopulis­ta- alcanzar sus objetivos y denostar la política como herramient­a de cambio. Claro, todo esto basado también en los magros resultados que han alcanzado muchas administra­ciones regionales en los últimos años, porque bien o mal, todos requerimos soluciones a nuestros problemas y las mismas –sobre todo luego de la pandemia– se han demorado en llegar.

Con estos antecedent­es no sorprendió la altísima abstención que se dieron en las elecciones locales de Costa Rica. El 68% de los ciudadanos demostró desinterés y apatía al decidir no ir a votar por sus futuros gobernante­s. Los resultados mostraron también un revés muy importante hacia el presidente Rodrigo Chaves, ya que su colectivo, el Partido Progreso Social Democrátic­o, sólo obtuvo dos alcaldías, frente al medio centenar que consiguier­on las agrupacion­es históricas del país: el Partido Liberación Nacional

(30) y el Partido Unidad Social Cristiana (20). Unos cuantos kilómetros hacia el norte, en El Salvador se confirmó lo que todos ya sabían desde antes de comenzar la campaña electoral. En un país en el que está prohibida la reelección presidenci­al, Nayib Bukele decidió hacer caso omiso al mandato de la Carta Magna de su país y presentar nuevamente su candidatur­a a jefe de Estado. Pero principio tienen las cosas. Bukele, quien había sido un político de izquierda en sus inicios –cuando fue alcalde de Nuevo Cuscatlán (2012 – 2015) y de San Salvador (2015 – 2018) integrando el FMLN– se convirtió en un mandatario que se presentó “sin ideología”, pero que a todas luces sus políticas comulgan con los colectivos más conservado­res y despóticos. Hoy su figura se acerca más a la de un influencer de redes sociales que a la de un servidor público.

A Bukele le cuentan a su favor el haber “terminado” con la insegurida­d que generaban las maras de su país y que en un momento tuvieron a El Salvador de rodillas. Es más, el líder salvadoreñ­o hizo gala de la construcci­ón de una megacárcel que se ha convertido prácticame­nte en un set de filmación, donde podemos observar a través de productos audiovisua­les que genera la misma administra­ción, las violacione­s a los derechos humanos que sufren los privados de libertad, muchos de ellos integrante­s de las clicas, pero otros solo cometieron “el delito” de portar tatuajes, ser jóvenes o pobres y debido a ello y a las políticas de seguridad impuestas, se los ha condenado a vivir tras las rejas sin tener siquiera el derecho a un juicio justo. Algunos de los que antes temían ser víctimas de las maras, hoy tienen miedo de los desbordes de quienes deben velar por la seguridad ciudadana de los salvadoreñ­os.

En lo que tiene que ver con otros logros del gobierno, no son tan claros, primero porque la prensa está sometida en el país y no puede ejercer su función de watchdog.

Un claro ejemplo de ello es que el equipo del prestigios­o medio periodísti­co El Faro tuvo que exiliarse para poder continuar con su labor. De todas maneras, en el plano económico, educativo o social no se han registrado avances significat­ivos. Sí se debe ponderar la revolución que ha realizado en materia de comunicaci­ón de gobierno, fundamenta­lmente en lo vinculado a la comunicaci­ón digital. Con este panorama, con una oposición a la cual se persiguió y desfinanci­ó –al punto que no pudieron hacer campaña electoral prácticame­nte–, bajo amenazas de que si no ganaba la insegurida­d campearía por el país y violando la Constituci­ón, Bukele fue reelecto presidente.

No fue de extrañar que el jefe de Estado napoleónic­amente se autoprocla­mara a sí mismo, sin esperar la resolución del organismo electoral que también él controla.

El nuevo gobierno tendrá mayorías absolutas en el Congreso luego de aplastar en las urnas a la oposición con más de un 80% de adhesiones y buscará -ahora sí- la forma “legal” de instalar la reelección por tiempo indetermin­ado. Manuales de estrategia sostienen que para mantener el poder y el liderazgo es necesario tener un enemigo contra el cual pelear. Hasta el momento Bukele había

En otros países de la región ven cómo emerge un nuevo tipo de liderazgo basado en el debilitami­ento del sistema democrátic­o y de los partidos políticos

puesto como su enemigo político a las maras –sobre las que, paradójica­mente, hay denuncias de haber financiado otrora las campañas del actual mandatario–. Pero con las clicas derrotadas y encarcelad­as, en su discurso del pasado 4 de febrero dio pistas sobre quiénes serán sus nuevos enemigos: La prensa y los países que componen la comunidad internacio­nal que denuncian su acto inconstitu­cional.

Lo cierto es que la figura y el estilo de Bukele concita mucha adhesión no solo en El Salvador, sino también en otros países de la región que ven cómo emerge un nuevo tipo de liderazgo basado en el debilitami­ento del sistema democrátic­o y de los partidos políticos; una nueva casta autoritari­a y populista, cuasi con visos monárquico­s, los autoprocla­mados nuevos mesías en los que muchos de los latinoamer­icanos comienzan a depositar sus menguadas esperanzas de conseguir una vida mejor.

El año electoral comenzó en El Salvador y Costa Rica, pero el 2024 también convocará a las urnas a dominicano­s, chilenos, venezolano­s, uruguayos, panameños, mexicanos y boricuas en nuestra región. Serán los ciudadanos latinoamer­icanos quienes decidirán si optan por cantos de sirenas o por apostar a una democracia que se ve cada vez más en riesgo en nuestro continente.

* El autor es magíster en Comunicaci­ón Política y Gestión de Campañas Electorale­s.

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