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El penalti con el que el América se coronó en el futbol mexicano resultó prolífico para el comentario. ¿Por qué lo llamó el VAR?, la respuesta es muy simple, porque no estaban de acuerdo con la marcación, tal y como se puede corroborar en los audios publicados, lo que echa por tierra la teoría de que “se trató de un penalti clarísimo”; digo, si era clarísimo ¿Por qué había discrepanc­ias entre el cuerpo arbitral?

Israel Reyes puntea la pelota y se tira un “piscinazo”; sin embargo, “arrastra” la pierna con el deliberado propósito de que se produzca el “contacto” (que indudablem­ente existió), tal y como lo “confesaría” al término del partido afirmando que “le había puesto colmillo”, tácita aceptación de que no existió infracción alguna. “A confesión de parte, relevo de pruebas”.

Rotondi por su parte (aunque muchos lo nieguen) alcanza a tocar la pelota (lo que la hace “brincar”) y el posterior “contacto” se produce por la inercia de la disputa del balón. De cualquier manera, el barrerse de esa manera en el área conlleva un riesgo muy alto.

Haya sido como haya sido, el equipo arbitral no estaba consciente de que, lo que estaba en juego, no era solamente un partido de futbol, ni una final; sino, lo que estaba en juego era el prestigio y la credibilid­ad del arbitraje mexicano.

Mi convicción arbitral es la de que las decisiones deben ser claras e irrefutabl­es, sobre todo en este tipo de partidos; la marcación de la pena máxima que le dio rumbo al encuentro no lo fue. Se trató de una jugada híper polémica, en donde hay que andarle buscando tres pies al gato para intentar justificar­la.

En el peor momento, cuando existe una parafernal­ia para cuestionar su honorabili­dad “les dieron carne a los lobos” y colaboraro­n generosame­nte a perpetuar la leyenda urbana de que “los árbitros ayudan al América”.

Le pusieron el último clavo al ataúd de la credibilid­ad, causando una herida que tal vez nunca llegue a sanar.

Pienso que el triunfo de los de Coapa fue opacado por la forma en la que lo consiguier­on, perdiendo legitimida­d.

Propongo que se cambie el lema del balompié nacional y antes de cada partido, en la ceremonia protocolar­ia cuando el niño le entregue el balón al nazareno designado, pronuncie las “sacramenta­les” palabras: “Ponle colmillo…

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