La Línea 8 del Metro por poco arruina el Centro
Tras su apertura en 1994, la ruta de Garibaldi a Constitución de 1917 concluyó un convulso episodio de su historia. Tomó más de 10 años terminar su construcción, después de casi dañar el patrimonio histórico de la capital
Todo proyecto de movilidad debería ser de gran beneficio para los habitantes, pero algunas propuestas gubernamentales no siempre han resultado del todo aplaudibles.
Hace 30 años, el gobierno del entonces DF inauguró la Línea 8 del Metro, un proyecto de lo más polémico en la historia reciente.
Desde 1983, autoridades del Metro plantearon una ruta que desahogara la demanda de usuarios que visitan el Centro Histórico, pero a consideración de arqueólogos y ciudadanos, el proyecto capitalino rebasó los límites de “machismo y terquedad” cuando se puso en peligro el patrimonio histórico del primer cuadro.
Fue hasta 1994 que los trenes de la Línea 8 corrieron entre Garibaldi y Constitución de 1917, tras varios años de conflicto entre el gobierno local y representantes del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).
Correría por debajo del Zócalo
En su edición del 15 de noviembre de 1983, EL UNIVERSAL informó del proyecto urbano. Para ese momento operaban cinco líneas y se construían las rutas 6 y 7, pero el Sistema de Transporte Colectivo (STC) requería un trayecto que aligerara la grave congestión de la zona centro. Así se formalizó el proyecto de la Línea 8.
El arqueólogo Alberto Wario aseguró en su libro
López
que el 21 de noviembre de 1983, el STC informó al
INAH la ubicación de las obras, sin pedir su apoyo o supervisión.
El entonces gobierno de Ramón Aguirre, regente del DF, aseguró que eran obras de reconocimiento para descartar restos arqueológicos, pero para el 8 de diciembre, la Plaza Mayor lucía agujeros más profundos de lo necesario.
El entonces director de Monumentos Históricos Prehispánicos, Joaquín García Bárcenas, aseguró que la nueva línea era “arbitraria y adolece de fallas que ponen en peligro la existencia de muchos edificios coloniales”.
El INAH logró detener la construcción
El recelo del instituto y algunas protestas de arqueólogos lograron que el gobierno capitalino cediera. El 11 de diciembre de 1983, el jefe de Departamento del DF suspendió los trabajos para la Línea 8.
Ramón Aguirre recibió la propuesta de mover el trayecto hacia el Eje Central, pero de inmediato desechó la idea por considerar que “no solucionaría la saturación que ya tienen las líneas 1 y 2”.
Para desgracia del regente capitalino, al Instituto Nacional de Antropología e Historia sólo le tomó dos días más denegar la autorización de obras en el Centro Histórico, por “no reunir las condiciones necesarias para salvaguardar el patrimonio histórico y los monumentos del área”.
Este diario publicó, en agosto de 1984, declaraciones del arqueólogo Alejandro Martínez Muriel, quien criticó la negativa de las autoridades para trasladar la Línea 8 a una zona menos vulnerable. Negarse a cambiar la ruta, dijo, era una actitud “machista y terca”.
Cambio de ruta, tras 10 años
Fue a finales de 1990 que el Gobierno capitalino consideró retomar la construcción de la Línea 8. El presidente Salinas de Gortari autorizó la nueva Línea 8, que ahora correría de Garibaldi a Iztapalapa, a través del Eje Lázaro Cárdenas, según la propuesta del INAH.
Tendría una longitud de 17 kilómetros y 12 estaciones. La obra inició el 4 de diciembre de ese año. Tras casi tres años de construcción y más de una década de planeación, la polémica Línea 8 vio la luz el 20 de julio de 1994. •