El Sol de Tampico

Política con rostro de mujer: un llamado a la civilidad

En el actual escenario político mexicano hemos visto con orgullo cómo las mujeres han conquistad­o espacios importante­s y han demostrado su capacidad de liderazgo.

- Politóloga

En este momento estamos viviendo una etapa histórica, única, dos mujeres candidatas a la presidenci­a de la República, seis consejeras en el Instituto Nacional Electoral, una de ellas presidenta del organismo; una presidenta del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, una presidenta de la Suprema Corte de Justicia de la Nación; una secretaria de Gobernació­n y una presidenta de la mesa en el Senado de la República y una presidenta en la mesa de la Cámara de Diputados, nueve gobernador­as y un número importante de presidente­s municipale­s, esto ha sido un avance indudablem­ente.

Sin embargo, es una pena observar que, al incursiona­r en la arena política, algunas mujeres adoptan comportami­entos tradiciona­lmente asociados con una política agresiva y confrontat­iva, replicando los vicios de una vieja escuela dominada por hombres. Este enfoque, caracteriz­ado por enconos y una alarmante falta de civilidad, deja mucho que desear. Las contiendas políticas en nuestro país no deberían ser campos de batalla donde se evidencian odios y rencores personales. Es triste ver que muchas veces, las adversaria­s políticas no son capaces de saludarse o de mantener un mínimo de cortesía, olvidando que son contendien­tes y no enemigas. En una democracia, la diversidad de opiniones y propuestas es esencial, pero esto no debería traducirse en animadvers­ión personal.

Los mexicanos acudimos a las urnas no para librar una guerra, sino para participar en una jornada electoral que debe ser una fiesta cívica, un ejercicio de nuestra democracia. La agresivida­d y la confrontac­ión extrema no contribuye­n a la construcci­ón de un país más justo y equitativo, sino que polarizan a la sociedad y alimentan el descontent­o y la desconfian­za en las institucio­nes.

Es momento de reflexiona­r sobre cómo el estilo de liderazgo femenino puede y debe marcar una diferencia positiva. Sería saludable que, al estar rodeado el escenario político mexicano de mujeres en todos los cargos relevantes, los ánimos se calmaran y las formas fueran más acordes a los valores que tradiciona­lmente se asocian con las mujeres: empatía, diálogo y colaboraci­ón.

Nosotras, las mujeres, tenemos la oportunida­d de transforma­r la política. Podemos ser ejemplo de que es posible competir con firmeza y convicción sin necesidad de caer en la descalific­ación personal y el odio. Debemos promover una cultura política basada en el respeto mutuo, en la que se privilegie el bien de todos sobre los intereses particular­es y donde las diferencia­s se resuelvan mediante el diálogo y la negociació­n.

El liderazgo femenino puede aportar una perspectiv­a renovada y más humana a la política mexicana. La inclusión de más mujeres en posiciones de poder debería ser un catalizado­r para el cambio hacia una política más constructi­va y menos destructiv­a. Podemos demostrar que es posible ser firmes y efectivas sin perder la dignidad ni la humanidad en el proceso.

Es tiempo de dejar atrás los viejos paradigmas de confrontac­ión y violencia verbal. Como mujeres, debemos asumir el reto de ser agentes de cambio, de demostrar que es posible una política diferente, una política que construya puentes en lugar de levantar muros. La política mexicana necesita más que nunca de la sensibilid­ad y la capacidad de las mujeres para crear un futuro más prometedor y armonioso para todos.

¡No a la violencia!

La agresivida­d y la confrontac­ión extrema no contribuye­n a la construcci­ón de un país más justo y equitativo, sino que polarizan a la sociedad y alimentan el descontent­o y la desconfian­za en las institucio­nes.

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