Migrantes temen más a México que al Darién
Prefieren cruzar la selva dos veces si evitan el territorio mexicano donde padecen secuestro o extorsión
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EL PASO, Texas.- Los casi tres mil kilómetros entre la frontera sur de México y Ciudad Juárez, en Chihuahua, suelen ser una pesadilla para los migrantes de Centro y Sudamérica que buscan llegar a Estados Unidos. Extorsiones, secuestros y violaciones son sólo algunos de los peligros a los que están expuestos.
“Lo más duro es cruzar México, es lo más complicado y arriesgado, tiene muchos peligros, pero gracias a Dios no nos pasó nada”, contó a El Sol de México Francisco, un migrante salvadoreño que llegó a Texas la semana pasada con su esposa y dos hijos pequeños.
Venezolanos, salvadoreños, colombianos, guatemaltecos, peruanos, no importa la nacionalidad, todos coinciden que el territorio mexicano es el mayor riesgo que enfrentan en su camino hacia el “sueño americano”.
Luis, quien decidió renunciar a su puesto en el gobierno de Venezuela y huir de la crisis política que atraviesa ese país, padeció junto con su familia el riesgo de atravesar el Darién, la jungla que comparten Panamá y Colombia. Ahí, contó, estuvo apunto de desfallecer en un par de ocasiones, lo que ocasionó llanto en su esposa e hijo, además de atestiguar decenas de cuerpos de migrantes que perdieron la batalla contra la naturaleza.
El ahora coordinador en el Instituto Fronterizo Esperanza dijo que el Darién es uno de los sitios más complicados en el paso de migrantes del sur hacia la Unión Americana, ya que en instantes los ríos pueden crecer y ahogar a las personas, un resbalón entre las piedras puede matar a un adulto y la fauna nociva también es una amenaza. Aún así, dijo, los sudamericanos preferirían hacer este trayecto dos veces antes de cruzar por México.
“Muchos de los que entrevistamos nos dicen que prefieren hacer un Darién o dos si se puede evitar México, un país al que se enfrentan a los secuestros o las extorsiones”, narró.
Datos de la Unidad de Política Migratoria de la Secretaría de Gobernación (Segob) señalan que en los últimos ocho años se han registrado seis mil 224 migrantes que fueron víctimas de un delito en su paso por México, de los cuales 87 por ciento provenían de Centroamérica y apenas cinco por ciento del Cono Sur.
Algunos migrantes en albergues, que omitieron dar sus nombres por seguridad, contaron cómo la misma policía que los detenía en distintas entidades de México eran los encargados de llevarlos y entregarlos a los cárteles, para que estos pidieran rescate por ellos.
Hay personas que pagaron entre dos mil 500 y tres mil dólares para cruzar desde sus países hacia Estados Unidos, pero en México fueron secuestrados y tuvieron que dar ocho mil dólares más por su liberación
El padre Rafael García, pastor de la iglesia del Sagrado Corazón, narró que entre las peores experiencias que cuentan los migrantes que llegan a pedir ayuda a su albergue están las extorsiones, los secuestros y las violaciones, de las que seis de cada 10 mujeres padecen de esto.
“Los secuestros son muy tristes y son una realidad que sucede desde hace años, y lo que pasan los migrantes durante los secuestros también es terrible, lo que nos cuentan es que, estadísticamente se sabe, por lo menos 60 por ciento de las mujeres son violadas en el camino una vez o más (…) Muchas veces la policía local los extorsiona, hay mucha corrupción por lo que la gente se aprovecha del migrante”, narró el clérigo.
Dylan Corbett, director ejecutivo del Instituto Fronterizo Esperanza, añadió que los jóvenes son reclutados por estos grupos criminales para traficar drogas a través de la frontera, y muchas veces abandonados a su suerte.
“Hay comunidades en la periferia de Ciudad Juárez donde hay mucho reclutamiento de jóvenes a quienes los obligan a cruzar drogas, hay pueblos enteros totalmente controlados por el crimen organizado y los jóvenes no tienen otra opción”, concluyó.
“Los secuestros son muy tristes y son una realidad desde hace años, y lo que pasan los migrantes durante los secuestros también es terrible” RAFAEL GARCÍA SACERDOTE
Desde hace dos décadas, México ha adoptado una postura deliberadamente ambigua en su relación con China, lo que ha permitido tener una buena relación con el gigante asiático sin enemistarse con Estados Unidos, refiere el estudio The triangular balance: Mexico, the United States and China, divulgado este mes por el Instituto México del Wilson Center.
Sin embargo, ese delicado equilibrio podría comenzar a alterarse este año, cuando el tema suba a las campañas electorales de Estados Unidos y se pidan posturas más claras a los países aliados; asimismo, el próximo año inician los preparativos para la revisión del Tratado comercial México-estados Unidos-canadá (T-MEC), donde es probable que se establezcan cláusulas que limiten las relaciones con el gigante asiático.
“México no ha desarrollado una posición clara frente a Beijing, en ninguno de los sentidos (amistosa o confrontativa), pero hasta ahora ha mantenido el statu quo para proteger sus intereses sin poner en riesgo su relación con Washington”, refiere el estudio.
No obstante, alerta el documento, “las discusiones en México sobre China están constantemente influenciadas por el clima político en Estados Unidos. Es innegable que las perspectivas de Estados Unidos sobre la postura de México (o la falta de ella) hacia China pueden radicalizarse a medida que se acerquen las elecciones estadounidenses”.
En medio de la hostilidad entre Estados Unidos y China, que ha propiciado la reorganización mundial de cadenas de producción y la relocalización de inversiones, sería esperable que Washington pretenda obligar a México a tomar distancia de China.
“Si el próximo presidente de Estados Unidos intenta imponer sus deseos a México, bajo la premisa de que el país es demasiado dependiente del mercado estadounidense, se arriesga a una respuesta nacionalista de México, poniendo en peligro la integración económica y quizá poniendo en riesgo la colaboración para otras áreas vitales para Washington, como la migración y la cooperación antidrogas”, advierte el estudio elaborado por Juan Carlos Backer.
La antesala para que los nuevos gobiernos de México y Estados Unidos se sienten a la mesa para analizar las estrategias a seguir respecto a China están llenas de mensajes contradictorios.
Según el texto, la secretaria de Economía, Raquel Buenrostro, y el de Hacienda, Rogelio Ramírez de la O, han tomado decisiones políticas que sugieren una desaprobación de ciertas prácticas comerciales de empresas chinas.
Estas políticas, sin embargo, coexisten con invitaciones abiertas a empresas chinas para invertir en el país y con llamadas de cortesía a funcionarios chinos. “El presidente López Obrador se reunió con funcionarios chinos y la presidenta electa Sheinbaum se reunió con el embajador chino en México casi inmediatamente después de su victoria electoral, quien le entregó una carta del presidente Xi Jinping”, apunta la investigación.
Esta incertidumbre percibida desde Estados Unidos es un arma de doble filo, plantea el documento del Wilson Center. Por un lado, una alternativa para Estados Unidos sería participar de una manera más cooperativa con su socio del sur, considerando que China está tratando de mejorar activamente su relación con México y ha insistido en los beneficios tangibles que podría ofrecerle su Iniciativa de la Franja y la Ruta.
“Washington no puede esperar de manera realista que México simplemente rechace estos beneficios potenciales y rechace cualquier compromiso con China. En cambio, Estados Unidos debería aspirar a ofrecer alternativas competitivas y participar en proyectos colaborativos que destaquen las ventajas de asociarse con empresas y tecnologías estadounidenses en el marco del TMEC”, plantea Baker.
Pero la respuesta de la Casa Blanca también podría ser más hostil. “No es difícil imaginar que Estados Unidos propondría ampliar el espíritu del artículo 32.10 del T-MEC a otras latitudes. Por ejemplo, se podría sugerir que para ingresar al mercado estadounidense libre de impuestos, además de cumplir con las reglas de origen aplicables y cumplir con todos los demás requisitos relacionados, sería necesario demostrar que la empresa que fabricó dichos productos no proceden de un ‘país sin mercado’”, es decir, de China.
Para José Luis Bernal, exembajador de México en China, el reto es desplegar una estrategia diplomática muy fina, donde México deje en claro que no se involucra en el conflicto sistémico entre Estados Unidos y China, y que se ajustará a las reglas internacionales de comercio para defender sus intereses.
En entrevista con El Sol de México, Bernal expuso que “México debe aprovechar bien su posición geográfica, su fortaleza económica y su capacidad de diálogo con Estados Unidos, pero también con China, para atraer estas inversiones. Y con eso, no estamos creando un conflicto”.
Entre las conclusiones del estudio del Wilson Center se establece que, lejos de ser un factor de discordia, China puede ser un “pegamento” para fortalecer la integración de América del Norte.
“México debe aprovechar su posición geográfica y su capacidad de diálogo” JOSÉ LUIS BERNAL EXEMBAJADOR EN CHINA