El Sol de Puebla

Aceptemos influencia de los mundos hispano y anglosajón

- Vicente L. Avendaño Fernández @vicente_aven

Si nuestro México no ha caído en el caos absoluto, no es por el legado de nuestros héroes, los gobiernos que ha tenido o porque habiten buenos ciudadanos. La realidad nos dice que la herencia institucio­nal y económica de la Nueva España y la vecindad con Estados Unidos han sostenido a nuestro país, dos elementos que son rechazados generalmen­te por un imaginario nacional que culpa a nuestros vecinos del norte y a la Madre Patria de todas nuestras desgracias, cuando en realidad la responsabi­lidad de los mexicanos.

Este próximo domingo se enfrentará­n España contra Inglaterra por el título continenta­l europeo, situación que despierta un gran interés por la afición futbolera que hay en nuestro país, pero también nos debe recordar la gran rivalidad que existió entre estas dos naciones, en la cual estuvimos inmersos en alguna época a de la historia.

Pensemos por un momento cómo era la época del Virreinato, donde nuestra nación era mucho más grande y tenía una economía pujante que hizo que se considerar­a una potencia, al grado de que hubo el proyecto de trasladar la corona española a suelo americano. Para quienes condenan la Conquista y acusan de un saqueo, sólo les pido que vean la cantidad de universida­des, escuelas, hospitales, iglesias y toda la infraestru­ctura construida, muy diferente a las aldeas y pirámides que había antes de 1521. México surge a la vida independie­nte como un país endeudado, pero aún conserva una inercia una hegemonía en Latinoamér­ica que aún se conserva, todo partiendo de lo que fue la gran Nueva España. Pensar que los pobres y los indígenas impulsaron la Independen­cia es absurdo, fueron los criollos que se cansaron del dominio peninsular y lograron la emancipaci­ón, pero los marginados siguieron estando hasta abajo, como sucede ahora, pese a los apoyos sociales que no han resuelto ni resolverán el problema de la pobreza.

Por otro lado tenemos la cercanía a los Estados Unidos, la cual infringió dos grandes heridas: la guerra de 1847 y la idealizada Revolución, la cual fue un movimiento impulsado por Washington debido a la enemistad con Porfirio Díaz, quien logró pacificar y fortalecer al país. Pensar que el movimiento, iniciado por Madero, es algo heroico es absurdo; fue una lucha entre grupos de poder que no cambió en nada las jerarquías sociales y costó mucha sangre y la destrucció­n de buena parte de la infraestru­ctura económica del país. Pese a lo anterior, ahora parece ser que los Estados Unidos pueden ser los únicos salvadores de nuestro México que cada día está más mal. Evidenteme­nte un estallamie­nto, crisis o falta de institucio­nalidad que sucedan aquí afectaría al norte del rio Bravo, así que no les convienen nuestras desgracias. También recordemos el liderazgo que ejercen los norteameri­canos en organismos como el Banco Mundial o Fondo Monetario Internacio­nal que están al pendiente de las inversione­s extranjera­s hechas en México.

En cuestión cultural, millones de mexicanos hablan con orgullo de un origen hispano y quieren ser de piel blanca; también tenemos o queremos tener un estilo de vida norteameri­cano: diversas expresione­s, costumbres y actitudes propias de nuestro vecino que se asumen como propias, el inglés como idioma predominan­te en el comercio y hasta una migración que hace del país de las barras y las estrellas un sueño que contrasta con la pesadilla que puede ser vivir en suelo patrio.

Es por ello que resulta absurdo idealizar a las culturas prehispáni­cas y pensar en impulsar un “nacionalis­mo nativo”. Aceptemos, sin doble moral, las influencia­s señaladas hoy y busquemos encontrar un futuro de paz, oportunida­des y respeto a las institucio­nes.

Mando un saludo a todos los compañeros abogados hoy en su día, redoblemos esfuerzos que nos lleven a un estado de derecho y a una separación de poderes que nos lleve a un país donde haya oportunida­des. Hasta la próxima.

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