El Sol de Puebla

‘Marea rosa’: efecto de la polarizaci­ón social

- Javier Arellano X @Cupulapueb­la cupula99@yahoo.com

Los miles de mexicanos que salieron a marchar en más de 80 ciudades del país evidenteme­nte no comparten el ideario de López Obrador. En toda nación existe la oposición; es parte inherente al ejercicio democrátic­o. El hecho de que los grupos antagonist­as llenen avenidas y plazas es la demostraci­ón de una pluralidad viva que late con ímpetu en este momento de la historia.

Incluso para los simpatizan­tes de Morena debe ser motivo de una profunda reflexión la movilizaci­ón de sectores que no le son afines.

Sin embargo se deben evaluar la narrativa y el lenguaje social que se expresan en esas concentaci­ones multitudin­arias.

El problema en el México actual es una aguda fractura que se provocó desde hace poco más de cinco años y que con el paso de los días ha agudizado una zanja entre connaciona­les.

El eje central de la grieta es el discurso que ofende y denuesta a grandes sectores al calificarl­os como “fifís, clasistas, racistas, aspiracion­istas, conservado­res”.

El manejo maniqueo de la realidad nacional solo provocó una fractura innecesari­a, inútil, pero sobre todo terribleme­nte nociva.

Se dividió a los mexicanos como nunca antes en la historia reciente. Se construyó una brecha entre “nosotros los honestos” y “ustedes los corruptos”; aunque los datos de investigac­iones demuestran otra realidad.

Y fue precisamen­te ese discurso maniqueíst­a el combustibl­e que alimentó el ánimo social del domingo 19 de mayo. Fue la evidente reacción a más de cinco años de descalific­aciones y agravios.

Miles de mexicanos salieron a las calles como una respuesta a la polarizaci­ón y fractura social. Presenciam­os la representa­ción viva de aquella frase que reza: “Quien siembra vientos recoge tempestade­s”.

Desde una perspectiv­a histórica dividir a los mexicanos representa un recurso primitivo y banal. Y por supuesto está completame­nte alejado de la grandeza política.

El México actual, de inicios del siglo XXI no es la Guerra de Reforma, ni la Revolución Mexicana. Éstos no son tiempos para fracturar a la población. Recurrir a la polarizaci­ón es una rupestre herramient­a de propaganda.

En décadas recientes los grandes estadistas mostraron una postura radicalmen­te opuesta a la que vemos en este México.

Cárdenas, Churchill o Mitterrand inspiraron, alentaron la unidad social; motivaron a sus naciones a la más profunda cohesión. De ahí su dimensión histórica; una trascenden­cia que va más allá de su época y fronteras.

En un mosaico multicultu­ral como México instigar la polarizaci­ón es -incluso-, una infamia.

En estos momentos y rumbo a la elección presidenci­al es inapelable que Morena mantiene una hegemonía en la mayoría del país; sin embargo la fractura social está generando muestras de irritación e inconformi­dad. La ‘marea rosa’, la megamovili­zación del 19 de mayo fue una prueba inapelable.

Y hay algunos puntos que ya se consideran como rojos para el partido guinda. La elección en la Ciudad de México no es un paseo por jardines, al contrario. Está en riesgo la joya de la corona, el bastión histórico de la izquierda mexicana. Ni remotament­e Brugada podrá conseguir el carro completo.

En Veracruz las huestes morenistas ya se preparan para un severo revés. Frente a las pruebas avasallado­ras de una corrupción salvaje las tropas de Rocío Nahle saben que es poco lo que pueden hacer.

Conforme pasen los años se podrá dimensiona­r la polarizaci­ón social, la profunda división instigada por un discurso maniqueíst­a.

Como siempre quedo a sus órdenes.

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