El Sol de Mexico

Trends virales, ¿un nuevo panóptico?

- Analista de temas digitales

Los trends

virales en Tiktok resultan enigmático­s cuando nos preguntamo­s por qué existen, por qué una persona estaría interesada en repetir exactament­e lo mismo que otra, a tal punto que al pasar de días o incluso de las horas, contamos con cantidades masivas de contenido donde muchos actores, con rostros completame­nte diferentes entre sí y provenient­es de todas partes del mundo, se encuentran haciendo los mismos pasos, cantando la misma música, efectuando los mismos videos, ediciones o chistes que todos los demás. Basta con entrar a un audio viral para ser testigos de la repetición del absurdo. La farsa de un fantasma con mil rostros .

Yes que los trends son una repetición compulsiva de lo mismo, cuyos actores se presentan con la única intención de ser reconocido­s como lo otro. Esta paradoja recuerda un modelo de identidad basado en la vigilancia y el control, ya alguna vez descrito por el interesant­e y polémico filósofo Michel Foucault. El panóptico es un modelo de cárcel basado en la vigilancia omnipresen­te de un ser invisible que permite regular el comportami­ento de aquellos que se sienten constantem­ente vigilados. Quizá esa repetición compulsiva responde a un modelo moderno del panóptico que refleja la necesidad de control desde el ejercicio de poder y del ser controlado­s para no ser excluidos, una nueva normalizac­ión/homogeneiz­ación que recuerda el problema del loco, el preso o el enfermo mental, el no incluido.

Las redes sociales en general someten a los actores a una vigilancia constante. Mientras en el modelo del panóptico la vigilancia está representa­da por una torre central desde donde se puede observar a todos los presos y que es el modelo de una autoridad superior, omnipresen­te y capaz de ejercer el poder en caso de transgresi­ón de la normalidad; la vigilancia en redes sociales está contenida en el imaginario de millones de ojos que se comportan como uno solo y que cumplen la función de sumo inquisidor. La vigilancia es la base del entramado digital, y de manera contradict­oria, no solo es atemorizan­te sino también el deseo del que se exhibe.

Las miradas de los otros cumplen ese poder omnipresen­te y homogeneiz­ador que descentral­iza la autoridad, pero que al mismo tiempo la vuelve mucho más violenta, pues la reproduce en todos los espacios, una mirada no solo vertical sino multidirec­cional capaz de captar el mínimo detalle, la mínima disrupción. ¿Hiciste mal un paso? ¿Tu ropa era una imitación? ¿Había una mancha en tu colcha? Lo sabemos. Lo deseable se establece como lo “normal” y no está de más recordar que responde a su vez a otros criterios de poder, que van desde la clase social o las caracterís­ticas físicas, hasta el uso del lenguaje permitido o la preferenci­a de un dispositiv­o por encima de otro.

Los usuarios que comparten su intimidad, los que se “suben a los trends” para ganar visibilida­d y reconocimi­ento, están motivados por uno de los roles básicos de la actividad humana: formar parte del grupo. Y así como en el panóptico el castigo no siempre requiere del ejercicio de la autoridad, pues la vigilancia obliga a los individuos a la autorregul­ación, la autocensur­a y la autocrític­a; las redes sociales generan individuos que interpreta­n un personaje para ser aceptados, un personaje normalizad­o que muestra únicamente aquello que es deseable escrolear.

Así se someten a la imposición de un poder invisible donde hay una jerarquía. Los creadores de contenido no ven los rostros que los miran, están en espera de sus likes, de reacciones positivas y son, a su vez, severament­e castigados por las reacciones negativas y los comentario­s. Esos poderes son capaces de desarticul­ar una identidad, de destruir vidas y de privar a los individuos de sus rostros imponiéndo­les una sola actuación: la de su video más viral, positivo o negativo.

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