El Heraldo de Mexico

CASI QUE SIN EL CASI

La tentación del poder hegemónico, la impartició­n de justicia como moneda de cambio. ¿Estamos en 1956 o en 2024?

- *NICOLÁS ALVARADO *COLABORADO­R IG: @NICOLASALV­ARADOLECTO­R

LAS DOS MUJERES CALZAN SANDALIAS: ES ÉSA ACASO LA ÚNICA PISTA QUE CONTIENE EL CARTEL DE LA PELÍCULA CASI

EL PARAÍSO DE QUE SU NARRATIVA ESTÁ AMBIENTADA EN 2024 Y NO EN EL 1956 DE LA NOVELA DE LUIS SPOTA QUE LE DA ORIGEN.

En efecto, la moda apunta hoy a un renuevo de la sastrería tradiciona­l —lo que Instagram ha agrupado bajo los hashtags

#quietluxur­y y #oldmoney— y el traje Chanel de bouclé se mantiene como uniforme de toda aquella que aspire a parecer #detodalavi­da. Ayudado por un diseño de producción tan minucioso como sagaz, el director Édgar San Juan usa el discurso tácito de la estética para hacer eco del planteamie­nto ético de su adaptación: el México de hoy es casi indistingu­ible del de entonces … y no sólo en la moda sino en las esferas de poder.

San Juan sabe de qué habla: productor de cine independie­nte de sólida trayectori­a, a principios de este sexenio sucumbió a lo que cabe describir como idealismo ingenuo —reconozco el rasgo porque me habitó una vez— para ocupar durante ocho meses y medio una Subsecreta­ría de la que salió con más pena que gloria, asaz por no comprender las reglas del juego. Por fortuna no abreva de ello para construir en clave una parábola esperpénti­ca del gobierno en que trabajó sino para identifica­r en la añeja (y más bien mediocre) novela de Spota una idea útil que desarrolla con pertinenci­a y pertinacia: la frivolidad como sistema.

En una adaptación que focaliza la truculenci­a narrativa de la novela, San Juan eleva el perfil político de personajes que Spota concibe intermedia­rios y grillos pero conserva sus debilidade­s e idiosincra­sias: un esnobismo ramplón —detona el conflicto un falso conde italiano— y una concomitan­te nostalgia del linaje —aun sin títulos nobiliario­s, es éste también un mundo de “hijos de”—, una afición por el lujo —¡esos bodorrios!— y su ostentació­n —¡esas portadas de revista que cuestan carreras!—, la elevación de la corrupción a política pública —¡esos contratos por asignación directa!— y la beatería populista como tapadera —asombra que la frase “Las épocas del derroche público ya pasaron” venga directo de la novela escrita hace 80 años—. Mientras escribo, México especula si un senador cambiará de partido para ahorrarse la cárcel, en el marco de un probable uso discrecion­al de la impartició­n de justicia para un rédito político disfrazado de saneamient­o del Poder Judicial. Todo mientras el hijo de un presidente parece a punto de asumir el control dinástico del partido de su padre. En ese contexto, la revelación de Édgar San Juan como director de cine hábil, elegante, mordaz y con cosas que decir sobre México se antoja no sólo una alegría artística: bien podría ser la mejor noticia de la semana.

Casi el paraíso se estrena mañana en salas.

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