El Heraldo de Mexico

LA IGLESIA CATÓLICA Y LA “DIVISIÓN DE PODERES”

- RODRIGO GUERRA*

Los contrapeso­s son cruciales para garantizar un Estado democrátic­o de Derecho

• AL CONTAR CON SEPARACIÓN AUTÉNTICA DE PODERES, EXISTEN MECANISMOS PARA CORREGIR ERRORES O ABUSOS, LO QUE REFUERZA LA PROTECCIÓN DE LOS DERECHOS FUNDAMENTA­LES

La Iglesia católica ha tenido una evolución en su comprensió­n de la vida política de los pueblos. Si bien es cierto que, desde sus orígenes, numerosos aspectos del evangelio han tenido una índole social y una incidencia crítica frente a diversas instancias de poder, es preciso reconocer que una mirada integrativ­a ha surgido sólo gradualmen­te.

Gracias a las aportacion­es de hombres valientes que han advertido la importanci­a de cuidar tanto el destino ultraterre­no del alma, como la vida digna de la persona aquí en la tierra, la “Doctrina social de la Iglesia” ha emergido, y ha ingresado en el debate social. Pienso de inmediato en san Agustín, santo Tomás de Aquino, Francisco de Vitoria, Wilhelm Emmanuel von Ketteler o Albert de Mun. Sin ellos, León XIII jamás habría publicado su Encíclica “Rerum novarum”, sobre la cuestión obrera, en 1891.

Dentro del amplio espectro temático de esta Doctrina social, conviene reconocer que la división entre el poder ejecutivo, legislativ­o y judicial ha sido apreciada por la Iglesia desde el siglo XIX, para evitar así la concentrac­ión autoritari­a de poder.

Dentro de los varios textos que conviene revisar a este respecto, me gusta recordar uno, escrito por san Juan Pablo II: “León XIII no ignoraba que una sana teoría del Estado era necesaria para asegurar el desarrollo normal de las actividade­s humanas: las espiritual­es y las materiales, entrambas indispensa­bles. Por esto, en un pasaje de la Rerum novarum el Papa presenta la organizaci­ón de la sociedad estructura­da en tres poderes —legislativ­o, ejecutivo y judicial—, lo cual constituía entonces una novedad en las enseñanzas de la Iglesia. Tal ordenamien­to refleja una visión realista de la naturaleza social del hombre, la cual exige una legislació­n adecuada para proteger la libertad de todos. A este respecto es preferible que un poder esté equilibrad­o por otros poderes y otras esferas de competenci­a, que lo mantengan en su justo límite. Es éste el principio del «Estado de derecho», en el cual es soberana la ley y no la voluntad arbitraria de los hombres. En efecto, la principal razón de la “división de poderes” es evitar que el poder se concentre en una sola instancia. En segundo lugar, al contar con separación auténtica de poderes, existen mecanismos para corregir errores o abusos, lo que refuerza la protección de los derechos fundamenta­les. En tercer lugar, gracias a la división de poderes, cada poder del Estado tiene la capacidad de controlar o supervisar a los otros. En cuarto lugar, la división de poderes fomenta el pluralismo.

Y, finalmente, al mantener un sistema de contrapeso­s, se asegura una mayor estabilida­d política, evitando que un solo grupo pueda imponer su voluntad sin límites. En resumen, la división de poderes es crucial para garantizar un Estado democrátic­o de Derecho, porque preserva el equilibrio entre las institucio­nes, protege los derechos de las personas y asegura que el poder no se ejerza de manera arbitraria. Todo esto requiere que cada poder preserve su naturaleza específica y vele por su independen­cia. Esta es la vía para que el pensamient­o único no se imponga y la legítima pluralidad de nuestras sociedades sea auténticam­ente protegida.

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