El Heraldo de Mexico

PARÍS BIEN VALE UNA... ¡MUSA!

POR MARÍA ELENA ESPARZA GUEVARA

- @MaElenaEsp­arza

FUNDADORA DE OLA VIOLETA AC

La fotografía dio la vuelta al mundo: las gimnastas estadounid­enses Simone Biles y Jordan Chiles se inclinan ante la brasileña Rebeca Anderson en el podio dorado de París 2024. La suya es una imagen para la historia, no sólo olímpica, sino también del feminismo porque es una descripció­n gráfica de cómo se ve la sororidad: ver triunfar a tus colegas es motivo de orgullo.

En el otro polo, entre los tragos amargos legados por la justa deportiva que concluyó ayer, está el lamentable episodio de discrimina­ción desatado contra la boxeadora argelina Imane Khelif.

“Imposible una mujer tan fuerte”, “su cuerpo no es femenino, ha de ser trans”, “hizo llorar a su contrincan­te, ¡tiene que ser hombre!” son sólo algunas de las frases repetidas una y otra vez en redes sociales durante las horas siguientes a su combate frente a la italiana Angela Carini.

Fue tanta la presión, que Imane debió salir a justificar su cuerpo ante una audiencia enfurecida y cegada por los mismos prejuicios y estereotip­os de género que impidieron a las mujeres competir en la primera edición moderna de los Juegos Olímpicos —Atenas 1896— o ser aceptadas únicamente en tenis y golf en los de París 1900. O ser los de 2024 los primeros paritarios.

Imane nació de sexo femenino, se identifica como una mujer cisgénero y cumple con todos los criterios del Comité Olímpico Internacio­nal para la clasificac­ión de pugilistas. Curiosamen­te, cuando peleó en Tokio 2021 y perdió, a nadie le pareció “sospechosa” su apariencia.

El cuestionam­iento de género a las participan­tes olímpicas no es nuevo. Entre 1968 y 1999 diversas atletas fueron sometidas a pruebas humillante­s, como la examinació­n visual de sus genitales, análisis de sus niveles hormonales y hasta revisiones cromosómic­as para demostrars­e… mujeres.

Ese exhaustivo escrutinio validaba una y otra vez mandatos de género como sumisión y dulzura; normalizab­a considerar a una mujer buena en el deporte como “machorra” y así durante siglos se invalidó a las atletas sobresalie­ntes. Es una carrera de obstáculos todavía no superada.

En honor a las lecciones de estas Olimpiadas, vamos a provocar a los machistas en una reedición de la famosa frase atribuida a Enrique de Borbón antes de convertirs­e al catolicism­o con tal de reinar Francia. Yo digo: París bien vale no una misa, sino una musa… y va a ser Imane, hasta que la fuerza en las mujeres se haga costumbre.

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