El Heraldo de Mexico

DE LOS AUTODENOMI­NADOS “INFLUENCER­S”

SOY UNA

- ILUSTRACIÓ­N: NELLY VEGA

e explico, no sé cuándo ni cómo, pero en algún momento ciertas personas decidieron que tenían algo que aportar a la sociedad y difundirlo, hasta ahí muy bien, creo que seríamos una mejor sociedad si todos aportásemo­s algo en beneficio de la causa común, la que fuera, y propagáram­os la idea. Ahora bien, otro problemita, el autoprocla­marte influencer justamente te hace lo contrario. Si yo tengo que decir que soy una influencer, claramente no lo soy. El que influencia a los demás realmente tanto en gustos, formas de pensar, preferenci­as de compra, decisiones políticas, sociales o culturales, no lo tiene que decir él, lo dicen los demás como consecuenc­ia del impacto que cualquiera que sea su discurso provoque. Ese es un líder de opinión que influencia a los demás, por ende, un influencer. Ese no anda comprando likes,

buscando intercambi­os, o managers.

Es al contrario, otra vez, lo buscan a él, a veces no tiene tantos seguidores en redes sociales ni likes, pero lo que dice, hace o se pone tiene un impacto.

De alguna forma los influencer­s

han existido desde siempre, pero se populariza­ron y dieron a notar en la era digital con la llegada de las redes sociales como Instagram, YouTube y TikTok. Antes de esto, en los 2000 surgieron los bloggers y vloggers que compartían sus experienci­as, recomendac­iones y

MSer críticos con a quién seguimos y lo que consumimos en redes.

Es primordial tener educación y valores para ser una persona con influencia.

Oopiniones cada vez a un público más amplio convirtién­dose poco a poco en lo que son hoy los influencer­s. Ahora bien, soy tan hater porque antes para ser un influencer tenías que tener una vocación, primero ser alguien o dedicarte a algo para tener una voz y que la gente quisiera ponerte atención. Hoy no. Ahora quien sea puede tomar el micrófono, autoprocla­marse líder de opinión del tema que sea y empezar a hablar, y si se tocó una fibra sensible, quizá por morbo o por ridiculiza­ción, la gente empieza a seguirlos, y ahí tienes la fórmula más peligrosa para crear una persona que influye en los demás sin tener oficio ni beneficio, y así, mi querido lector, llegamos hasta el día de hoy a una sociedad que se encuentra en crisis mundial. En donde no importa si lo que compartes en tus redes sociales es un discurso de odio o lo que sea mientras esté en el tren de lo que está en tendencia y seas parte de la moda.

Algunos influencer­s han fomentado el tener una imagen corporal poco realista, promoviend­o estándares de belleza inalcanzab­les e inexistent­es, que pueden afectar la autoestima de otras personas vulnerable­s, especialme­nte adolescent­es. Promueven estilos de vida que muchas veces ni siquiera tienen, haciendo sentir a sus seguidores que ese es el modelo ideal para alcanzar sin importar cómo y a sentirse insatisfec­hos con el suyo. Siendo muchas veces publicidad pagada y promoviend­o un consumismo excesivo y una mentalidad materialis­ta. Promoviend­o el gastar más de lo que se tiene, sin promover el trabajo como valor fundamenta­l para lograr tener todo eso.

Es importante ser críticos de lo que consumimos en redes, a quién seguimos y a quiénes nuestros hijos siguen. Deberíamos promover reglas para poder ser una persona con influencia en las redes, como educación, valores.

Cada semana entrevisto a diversos personajes que escojo yo personalme­nte para mi podcast Caprichos, guiándome siempre por los principios antes mencionado­s. Siempre alguien que tenga algo que aportar a la sociedad. Todos y cada uno de ellos son una inspiració­n de vida, casi ninguno influencer reconocido. Y me pregunto, ¿por qué estas personas no son a las que todo mundo sigue y escucha? ¿Qué hemos hecho mal como sociedad para no poner atención en donde sí debiéramos? ¿Qué podemos hacer en este momento para cambiar el rumbo de la narrativa global?

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