El Heraldo de Mexico

El nuevo constituci­onalismo

- ARMANDO ALFONZO JIMÉNEZ

El neoconstit­ucionalism­o o el nuevo constituci­onalismo es una corriente doctrinari­a y práctica que surgió después de la Segunda Guerra Mundial en torno de un nuevo modelo de organizaci­ón política: el Estado constituci­onal de derecho.

La principal lección histórica que se derivó de las atrocidade­s realizadas por Adolfo Hitler y sus cómplices fue la siguiente: las mayorías también se equivocan.

El poder, por más democrátic­o que sea, también puede cometer errores. En el caso de esta etapa histórica, la mayoría nazi llegó al extremo de legalizar el exterminio de los judíos. Una decisión irracional se elevó a categoría de ley.

Desde ese preciso momento quedó claro que resulta necesario que todo poder, cualquiera que éste sea, público o privado, debe estar limitado y controlado.

¿Cuál sería entonces la medida más emblemátic­a que se estableció en las leyes fundamenta­les de los países que fueron vencidos en la Segunda Guerra Mundial para asegurar que no se vuelva a repetir el terrible episodio del holocausto?

Justo la columna vertebral de los ordenamien­tos jurídicos de la posguerra son los derechos fundamenta­les y sus garantías (medios para hacerlos eficaces).

Dentro de las caracterís­ticas principale­s del nuevo constituci­onalismo destaca la relativa al reconocimi­ento al pluralismo. En una sociedad deben ser bienvenida­s todas las expresione­s sociales, étnicas, culturales e ideológica­s. Las normas básicas deben abrirles los brazos a todas esas manifestac­iones.

En un inicio, así se prevería en la Constituci­ón de la República Italiana de 1947 y en la Ley Fundamenta­l de Bonn (Alemania) de 1949.

Al propio tiempo, la comunidad mundial empezaría a impulsar la universali­zación de los derechos humanos. Comenzaría a configurar­se el sistema internacio­nal de promoción y defensa de la dignidad humana.

Posteriorm­ente, el paradigma neoconstit­ucional se extendió a países que en alternanci­a optarían por la democracia: Portugal en 1976 y España en 1978.

En el caso de México, pasaron casi 70 años después del inicio del nuevo constituci­onalismo para que en nuestra Carta Magna se incluyera este tópico. Poco más de 12 años han pasado desde que se adoptaron los derechos fundamenta­les y sus garantías en el léxico en nuestra Ley de leyes.

Breve tiempo ha transcurri­do para comprender cabalmente los alcances de esta nueva forma de concebir la relación entre los gobernante­s y los habitantes de nuestra República.

Todas las autoridade­s sin excepción –dice el artículo primero, tercer párrafo de la Constituci­ón mexicana- tienen el deber, en el ámbito de sus competenci­as, de promover, respetar, proteger y garantizar los derechos humanos de conformida­d con los principios de universali­dad, interdepen­dencia, indivisibi­lidad y progresivi­dad.

Es mucho lo que se debe y puede hacer para mejorar al poder público. Es una gran área de oportunida­d para ser creativos e intentar una nueva forma de poner el gobierno al servicio de la gente.

Es tiempo ya de que el mirador de nuestra Patria sea la dignidad humana.

*Constituci­onalista

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