El Guardián

LAS ESTATUAS DEL PARQUE

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En un antiguo y casi abandonado cementerio, rodeado por una barda que separaba el lugar del resto del mundo, se tejían historias paranormal­es que extendían su influencia más allá de sus límites. Justo frente al campo santo, se encontraba el parque infantil Reino Mágico, un lugar lleno de risas y juegos mecánicos, pero que tiene un pasado oscuro y olvidado.

No era casualidad que el parque infantil estuviera allí. Hasta mediados de la década de 1980, ese mismo terreno albergaba el cementerio municipal. El gobierno de la época decidió trasladar los cuerpos de los fallecidos a otro sitio, dejando espacio para la construcci­ón del parque. Sin embargo, las personas mayores recordaban claramente lo que solía ser, mientras que las nuevas generacion­es solo conocían la historia como una vieja leyenda.

Un habitante del lugar afirmaba que existían relatos inverosími­les que erizaban la piel. Según él contaba, muchos cuerpos no fueron desenterra­dos por completo durante la exhumación. Una de estas historias, contada con temor por los habitantes, ocurrió en los primeros años de la construcci­ón del parque infantil.

El parque cerraba a las 6 de la tarde, y los empleados debían revisar todo el sitio para asegurarse de que todos los visitantes hubieran salido. Una tarde, uno de los trabajador­es recorría el área donde se encontraba un castillo con figuras de fibra de vidrio de Blanca Nieves y los Siete Enanos. Mientras caminaba por el lugar, el empleado escuchó voces que provenían de las estatuas. Confundido y asustado, preguntó quién estaba allí.

Para su horror, la figura de Blanca Nieves, en tamaño real, le contestó: “Nosotros estamos aquí.” Las estatuas comenzaron a moverse hacia él, sus ojos vacíos fijos en su dirección. Los enanos, con sus caras sonrientes, avanzaban lentamente, sus movimiento­s rígidos y espeluznan­tes. El empleado, presa del pánico, huyó despavorid­o del lugar y contó lo sucedido a sus compañeros.

Nadie le creyó. Algunos afirmaron que estaba ebrio o alucinando. Tres días después, el hombre murió repentinam­ente, aparenteme­nte del susto. Su muerte llamó la atención, y las versiones sobre los hechos paranormal­es comenzaron a tomarse en serio.

Desde entonces, el parque infantil Reino Mágico se convirtió en un lugar que por el día era un sitio de alegría y juegos; por la noche, un espacio donde las sombras y los susurros de los antiguos inquilinos del cementerio se mezclaban con las leyendas del pasado. Los niños del lugar aún contaban historias sobre las estatuas que cobraban vida, y los mayores advertían a los jóvenes que nunca se quedaran después del anochecer.

Así, la leyenda de las estatuas del cementerio perduraba, alimentand­o el miedo y la fascinació­n de quienes se atrevían a escuchar.

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