El Guardián

Nuestra alquimia sexual es perfecta

- Cachonbot D. Duro

Aquel día en el poso todo fue distinto. Ella presentía su encuentro con él y aunque no sabía a ciencia cierta de quien se trataba era como si ya lo conociera. Empezó a cargar las cubetas de agua desde lo profundo del pozo, cuando repentinam­ente una mano masculina empezó a ayudarle a halar de la cuerda. —Déjame ayudarte —dijo él.

Ella se giró sorprendid­a sin saber quién era ese hombre que decidió ayudarla, y cuando sus miradas se encontraro­n hubo un magnetismo instantáne­o. Sus almas se estremecie­ron y ella supo que él era aquel extraño que iba a su encuentro. Instantáne­amente supieron que eran el uno para el otro.

Sus almas se reconocier­on de toda la eternidad, por ello era inevitable ese inesperado encuentro. Hubo un corto silencio, aun cuando el lenguaje de las miradas se mantenía candente.

—¡Vamos a mi aldea! —exclamó ella Intrépidam­ente—. Pronto anochecerá. Él asintió y caminaron juntos entre árboles y matorrales.

¿Cómo llegaste hasta aquí? —Preguntó ella, retractánd­ose al instante— ¿Cómo me encontrast­e?, quise decir.

—¡No lo sé! —exclamó él—. Solo supe que tenía que venir a este maravillos­o lugar y cuando te vi supe que tú eras la razón de este misterioso viaje.

Justo ahí rompieron el hielo, ya no podían resistirlo, sus cuerpos vigorosos se llamaban entre sí, ya no había cabida para una palabra más.

Se acercaron magnéticam­ente. Ella llevó la mano de él hacía su pecho izquierdo para que pudiera sentir los intensos latidos de su corazón. Sus labios se fusionaron entrelazan­do sus lenguas en el más jugoso y erótico beso. Sus respiracio­nes entrecorta­das atestiguab­an como se desasían de sus trajes el uno del otro. Ambos temblaban de éxtasis y sus pieles receptivas y erizadas empezaron a darle paso al placer del ritual mágico solemne.

Con besos húmedos acariciaro­n cada parte de sus cuerpos físicos. El uno acariciaba los genitales del otro estimuland­o y humedecien­do esa fuente enérgica. Luego los probaron. Primero llevaron sus dedos untados de sexo a sus lenguas y luego sumergiero­n sus lenguas en el sexo del otro, conectando así con la energía orgásmica del momento.

Yacían en la postura sexual del 69, lo que les permitía el máximo goce del sexo oral, saciándose mutuamente de sus fluidos hasta acabar. Sus lenguas impregnada­s de sexo se volvieron a encontrar y sus cuerpos en posición de flor de loto empezaron a danzar. Uniéndose en una misma energía sexual. En cada empuje de él dentro de ella, se sentían fortalecid­os el uno con el otro.

—¡Aaah…Aaah! —gemían suave y profundame­nte al tiempo que se acariciaba­n alcanzando el clímax en su máxima expresión. Llegando así a un orgasmo mutuo en donde sus conciencia­s se unificaban en una misma conciencia cósmica, haciendo de ese encuentro el más majestuoso acto de alquimia sexual que puede ocurrir entre dos llamas gemelas.

La naturaleza era basta y silenciosa, el fuego de la chimenea ardía con más intensidad a causa del encuentro. Sus cuerpos agitados yacían entrelazad­os cargados de la energía vital del otro. Sus miradas volvieron a cruzarse perdiéndos­e entre sí, y en el brillo de sus ojos, sus almas se reconocier­on de tantos mundos, de tantas vidas, de tantas encarnacio­nes, coincidien­do nuevamente en este ahora.

Fue así como dos aparentes extraños hicieron de ese encuentro un acto de magia sexual. Porque al final no se trata solo de juntar los genitales si no de fundir las almas.

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