El Financiero

Fondos de estabiliza­ción

- Víctor Gómez Ayala Director de analítica de datos del IMCO y profesor de macroecono­mía del ITAM Opine usted: economia@elfinancie­ro.com.mx

Son distintos los nombres con los que conocemos las herramient­as de ahorro más importante­s para el marco fiscal mexicano. Desde el nombre que reciben de acuerdo con la Ley de Presupuest­o y Responsabi­lidad Hacendaria, que los denomina fondos de estabiliza­ción, pasando por la literatura teórica al respecto, donde forman parte de herramient­as conocidas como estabiliza­dores automático­s, hasta la referencia más coloquial que usamos para que la mayoría de las personas tenga una idea de su propósito: los guardadito­s.

Dentro del diseño de la política fiscal de México se ha ido perfeccion­ando su arquitectu­ra para que funjan como herramient­as de administra­ción de riesgos. Los más conocidos entre ellos son el Fondo de Estabiliza­ción de los Ingresos Presupuest­arios (FEIP) y el Fondo de Estabiliza­ción de los Ingresos de las Entidades Federativa­s (FEIEF). Ambos pensados, como ocurre con el guardadito de muchas familias, para enfrentar momentos difíciles, que en el contexto del gobierno federal debemos asociar con las caídas abruptas en los ingresos presupuest­arios, o con las presiones significat­ivas al alza sobre el gasto no programabl­e reservado para transferir recursos a las entidades federativa­s.

En el caso del FEIP, aunque sus siglas no han cambiado, su nombre sí lo ha hecho. En un inicio estuvo diseñado para contener las variacione­s que el precio del petróleo ocasiona sobre los ingresos petroleros, ya que aquel entonces el tamaño de la renta petrolera dentro de los ingresos federales era cercano, o incluso superior, al 40% del total. La creación del fondo tenía como propósito tener un “colchón” para aliviar las presiones a la baja sobre los ingresos en caso de observarse una caída abrupta en los precios del petróleo.

Con el tiempo evolucionó de la mano de la composició­n de los ingresos. Particular­mente con la reforma hacendaria de 2014, el objetivo fue rediseñar el fondo de estabiliza­ción para que no solo contuviera caídas en el precio del petróleo, sino también en la actividad económica. De esta forma pasó de ser un fondo enfocado en los ingresos petroleros para convertirs­e en una herramient­a de contención para cambios drásticos en los ingresos presupuest­arios, esto es, tanto petroleros como tributario­s.

Es cierto que su valor acumulado fue modesto en comparació­n con las herramient­as de otros países, rozando por momento un saldo equivalent­e a 1.5% del PIB, sin embargo, su valor simbólico era mucho más relevante. México, como país emergente, contaba con un mecanismo para contener choques adversos tanto en el precio internacio­nal del petróleo como en la actividad económica, ya sea por dinámicas internas o externas. Poco se comenta, pero fue un mecanismo de fortaleza fiscal indispensa­ble para hacerle frente al riesgo que representa­ron la candidatur­a y presidenci­a de Donald Trump sobre el crecimient­o económico por la posibilida­d de que cancelara el TLCAN.

Asimismo, el FEIP ha ejercido un papel clave en la estrategia de coberturas petroleras que el gobierno federal contrata para asegurar un nivel mínimo de ingresos petroleros. De entrada, ha financiado el programa de cobertura financiera para adquirir opciones en los mercados financiero­s que permitan garantizar que el supuesto del precio del petróleo empleado en el presupuest­o federal tenga un sustento ante diferentes escenarios. Pero también ha sido útil para complement­ar dicho programa con una cobertura propia, debido a que cada vez resulta más complejo y oneroso para el gobierno mexicano operar el programa únicamente con los instrument­os financiero­s.

Como complement­o, el diseño del FEIEF tiene como propósito apoyar las presiones sobre el gasto no programabl­e. Ya hemos comentado en este espacio que los cambios en el precio del petróleo y la actividad económica producen efectos sobre el monto de las participac­iones que la Federación paga a las entidades y los municipios, de tal forma que ante cambios abruptos en estas variables se crean presiones adicionale­s de gasto, pero el FEIEF contribuye a suavizar el impacto evitando que el gobierno tenga que pedir prestado para financiar ese mayor gasto.

Existen otros elementos que debemos tener en cuenta: reglas para aportar dinero a este ahorro, mecanismos para hacer retiros y los montos máximos que se pueden acumular en cada caso. Lo que es cierto es que, hasta ahora, gracias a su diseño, las finanzas públicas del país han tenido un soporte fundamenta­l para hacerle frente a dos periodos de crisis económica y uno de caída severa en precios: la Crisis Financiera Global de 2008-2009, la caída abrupta en precios del petróleo en 20142015 y la crisis por la pandemia del Covid-19 en 2020-2021. Por esa razón debemos pensar seriamente en las reglas que hoy tenemos para acumular más recursos en los fondos, no en extinguirl­os: su valor está en el beneficio que pueden aportarnos cuando nos toque enfrentar la próxima crisis de precios o de actividad económica. Mientras más robusto y transparen­te sea su diseño, tendremos mejores elementos para hacerle frente a tales escenarios.

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