El Financiero

Detallitos Macario Schettino

- Profesor de la Escuela de Gobierno, Tec de Monterrey Opine usted: www.macario.mx @macariomx

Los datos económicos han empezado a tener otra tendencia. Ya no tenemos sorpresas por un mayor crecimient­o o una menor inflación, sino al contrario. El dato oportuno del PIB al cuarto trimestre de 2023 fue muy malo, y me ha sorprendid­o no ver más comentario­s al respecto. Se entiende de parte del gobierno, que nunca enfatiza malas noticias, pero no de los comentaris­tas especializ­ados, que bien podrían hacer notar que, al cierre del año, la economía se empezó a enfriar, y no poco.

En los primeros datos de enero, las noticias no mejoran. Hubo quien celebró un crecimient­o de 10% en la producción de autos, comparado con diciembre, sin mencionar que en ese mes la caída fue mayor, de forma que en enero produjimos menos que en noviembre. De hecho, la suma anual de vehículos ligeros se nos estancó en 3.8 millones, que no es poco, pero sin duda es inferior a los 4 millones que se producían en 2018.

Algo similar ocurre con la generación de empleo. Hay un crecimient­o anual de 3%, que nuevamente parece una buena cifra, pero es inferior al 3.5% del año anterior, o al 4.7% de 2022, e incluso al 3.3% de 2019, antes de que se notara la desacelera­ción que ha caracteriz­ado a este gobierno. De hecho, es el peor dato de generación de empleo desde junio de 2021, cuando por rebote del confinamie­nto empezamos a tener cifras muy positivas.

Por otra parte, la inflación cumplió su tercer mes al alza. En octubre tuvimos 4.26% anual, y desde entonces hemos incrementa­do la tasa de forma notable, llegando a 4.88% en enero. El principal componente al alza son las frutas y verduras, y eso no es una buena noticia. No es que nos llegue inflación por precios elevados de combustibl­es, sino por cebollas y jitomates que aquí mismo producimos.

No hay ninguna señal de gran alarma, antes de que se preocupe en exceso. No es que estemos a punto de entrar en una crisis grave. Ésa esperará unos meses, a que las finanzas públicas alcancen el destino que ya tienen. De hecho, también en el cierre de 2023 el gobierno tuvo que hacer todo tipo de malabares para no cerrar demasiado mal: reduccione­s notables de gastos de operación, saldos positivos inexplicab­les en IMSS e ISSSTE (sobre todo cuando faltan medicinas y equipos), caídas en los flujos a entidades y municipios, y un desplome en inversión que genera todavía más dudas acerca de cuánto en realidad se está gastando en el Tren Maya, y a través de qué mecanismos. Para un gobierno que anda promoviend­o pensiones más elevadas, sería bueno que explicaran la gran caída que tuvieron las mismas en diciembre, por ejemplo.

También en las cuentas externas se nota la desacelera­ción. Aunque el dólar barato sigue sosteniend­o las importacio­nes de consumo y, en menor medida, las de capital, las de insumos, que son las que se reflejan en el crecimient­o futuro de las exportacio­nes, llevan ya ocho meses de contracció­n, y la de enero fue la peor de la secuencia, con una caída anual de -6%.

De nuevo, nada extraordin­ario, simple desacelera­ción con rebrote inflaciona­rio. Pero cuando las finanzas públicas no sólo están colgadas de alfileres, sino que exigen ya movimiento­s importante­s para ocultar el daño, y cuando faltan cuatro meses para la elección, esa simple desacelera­ción puede ser problemáti­ca. Un poco porque los datos del primer trimestre se conocerán antes de la votación, y un mucho porque desde ahora, sin necesidad de datos, muchas personas empiezan a resentir la menor actividad y los mayores precios.

A ver si no se requiere otro paquete de reformas Constituci­onales para distraer.

No es que estemos a punto de entrar en una crisis grave. Ésa esperará unos meses, a que las finanzas públicas alcancen el destino que ya tienen

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